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Opinión Editorial


Cuida a Ramoncito


Publicación:16-06-2021
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Sin duda, la vigilancia del adulto mayor es una cuestión de valores y principios soportados en la dignidad del ser humano, particularmente de los seres amados

En una rueda de prensa organizada por la presidente del Consejo Técnico Ciudadano del Instituto Estatal para el Adulto Mayor, Tere Villarreal, escuché un interesante relato de Don Ramón de la Peña. Compartió una anécdota personal donde cuando niño le llamaban cariñosamente Ramoncito, después le decían respetuosamente ingeniero o rector, hoy en día algunos lo reconocen como Don Ramón e inexorablemente llegará el día cuando se dirijan a él llamándolo tiernamente Don Ramoncito. Así es, la historia se repite y muchos adultos mayores vuelven a depender y a comportarse como niños, algunos incluso, a repetir la misma pregunta una y otra vez, esperando y mereciendo una afectuosa respuesta las mismas veces.

Tocante a ello, el rector honorario vitalicio De la Peña hizo pública una exhortación de observar los cuidados a quienes tienen el privilegio de contar aún con algún familiar adulto mayor. Don Ramón decretó que como cuidemos de ellos hoy, seguramente seremos atendidos mañana. Sin duda, la vigilancia del adulto mayor es una cuestión de valores y principios soportados en la dignidad del ser humano, particularmente de los seres amados. Cuidar de los mayores de alguna forma es una apuesta futura pues los hijos observan cómo los padres cuidan de los abuelos y en su momento, seguirán su ejemplo. Lo anterior viene a colación ya que el día de ayer, junio 15, la Asamblea General de Naciones Unidas lo designó como el Día Mundial de Toma de Conciencia del Abuso y Maltrato de la Vejez.

En ese sentido, la Organización Mundial de la Salud alerta que, en el último año, uno de cada seis mayores de sesenta años ha sido víctima de maltrato físico, psicológico, emocional o sexual. Peor aún, considerando que solo una de cada veinticuatro víctimas de maltrato lo denuncia, seguramente la tasa de prevalencia esté subestimada. En adición, un estudio de seguimiento de más de una década reveló que los adultos víctimas de maltrato duplican su probabilidad de muerte comparado con quienes no lo sufren. Aunado a lo anterior, está la violencia por razones económicas o financieras, principalmente por quienes en principio deberían de velar por su seguridad, los familiares directos. 

Naturalmente, el origen del maltrato es multidimensional, pero se agrava por ideas mal concebidas como el edadismo, los estereotipos de dependencia y la desafortunada y falsa percepción de que un adulto mayor deja de ser productivo. 

Pudiéramos afirmar que, siendo la vida un derecho que todo gobierno debería garantizar, la tranquilidad de una vejez digna obligaría ser observada y respetada. El asunto es que los gobiernos son pésimos planeando a largo plazo y las pensiones y los servicios de salud son insuficientes. Con ello en mente los gobiernos, algunos más o mejor que otros, han implementado campañas de sensibilización, esquemas de detección temprana de maltrato, políticas estructurales y programas de formación de cuidadores. Sin embargo, el problema del abuso parece desbordarse simplemente por cuestiones aritméticas. Así es, menudo problema ya que globalmente se prevé un crecimiento de la población de mayores de 60 años de 900 millones en 2015 a 2,000 millones en 2050. Caray, si los gobiernos son incapaces de atender cabalmente a la población de adultos mayores, entonces la balsa de rescate tendrá que venir de otro lado, de la familia inmediata y ampliada.

Aunque menguante, afortunadamente en México todavía tenemos un tejido social sólido y una red de soporte familiar que compensa la insuficiente estructura gubernamental para atender a los mayores.  Sin embargo, se prevé una clara tendencia al debilitamiento de los vínculos entre generaciones de una misma familia. Refrendando el argumento con datos del INEGI, en la última década los divorcios en el país han aumentado 57% mientras los matrimonios han disminuido 24%. Si a esto le sumamos que los jóvenes no se quieren casar ni tener hijos, entonces quién cuidará de los adultos mayores hoy y, más grave aún, quien lo hará el día de mañana. Sumándole una raya al tigre, de 1990 a 2006, el número de abortos por cada 100 bebés nacidos se duplicó, subiendo de 20 a 44. 

Como colofón, ante una deficiente organización gubernamental de atención al maltrato de las personas adultas mayores, la embarcación de salvación será la institución familiar. De ahí el grito desesperado para rescatar los valores y tradiciones familiares que funjan como el refugio que cuide de “Ramoncito”.



« Eugenio José Reyes Guzmán »