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Opinión Editorial


Conmemoración del 424 aniversario de Monterrey


Publicación:20-09-2020
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Sabemos que fue un 20 de septiembre de 1596 cuando se realizó la tercera y definitiva fundación de Monterrey.

Sabemos que fue un 20 de septiembre de 1596 cuando se realizó la tercera y definitiva fundación de Monterrey. No fue fácil, pero a la tercera fue la vencida, y Diego de Montemayor logró establecer la Ciudad Metropolitana de Nuestra Señora de Monterrey, a pesar de no contar con la anuencia explícita de las autoridades reales. Eso no fue impedimento, ya que  finalmente logró el reconocimiento del Virrey de la Nueva España, al nombrarlo posteriormente Gobernador del Nuevo Reino de León.

Los antecedentes de quienes se atrevieron a colonizar estas tierras, nos hacen considerar que eran hombres de cuidado, peligrosos; poseían experiencia en la caza y venta de esclavos, originalmente en África, posteriormente importaron tales prácticasa la Nueva España, para sojuzgar a la población originaria del noreste, y obtener beneficio y  ganancia  económica de ello.

No es posible, por una cuestión básica de ética humanista, considerar que aquéllos modos de violencia propia de la época, justificaban los medios. La avaricia de los colonizadores y los abusos que cometieron en contra de la población nativa, simplemente son inadmisibles, no hay manera que pueda justificarse históricamente.

En Canadá y también historiadores de Estados Unidos, han reconocido que las atrocidades cometidas en contra de las FirstNations, no pueden ser admitidas y aceptadas por las autoridades actuales, como un hecho inevitable, que así tenía que ser de acuerdo a las prácticas colonizadoras de la época.

Los nuevoleoneses y los regiomontanos no podemos sentirnos orgullosos de los colonizadores que hicieron posible estos asentamientos humanos en el Nuevo Reino de León. Tampoco considerarlos como héroes que nos dieron este terruño, ocupado por indios caníbales de la región. Esta narrativa alentada por historiadores locales es inadmisible.

La fundación de Monterrey no puede celebrarse, solamente es factible conmemorar críticamente los hechos que dieron pie a una historia de muerte e injusticia hacia los pobladoresoriginarios de estas tierras. La organización de estas tribus era también basada en la figura del cacicazgo que sigue siendo una entidad política de violencia y dominación hasta la fecha.

Las tribus originarias tenían su vida primitiva y seguramente basada en prácticas violentas de dominación, sin embargo, el caso de los colonizadores iba más allá, realmente su fin era estrictamente mercantil, hacer negocios con la privación de la libertad y la explotación de los indios chichimecas.

Muchas veces los regiomontanos pensamos en la grandeza de Monterrey basada en el arrojo de los colonizadores; realmente Luis de  Carvajal y de la Cueva nos sorprende cómo logró que el Rey de España le cediera una cantidad tan enorme de territorio de la Nueva España, desde el Golfo de México hasta el Océano Pacífico. Esta ambición desmedida le ocasionó grandes enemigos, especialmente el virrey de la Nueva España, que no descansó hasta ver a Carvajal en prisión.

El otro colonizador, Alberto del Canto, también era un portugués sefardita, esclavista, de cuidado;  intentó previamente en 1577 la primera fundación de Monterrey, pero su intención básica era cazar y atrapar indios y más indios para venderlos en las minas y las haciendas nacientes.  Eran comerciantes insensibles a la compasión humana.

Debe haber sidoverdaderamente una tragedia para los grupos originarios el habitar estas bellas y sagradas tierras y montañas, para de repente, un día soleado, ser sorprendido por un grupo de esclavistas, montados a caballo y vestidos con armaduras militares, una vez atrapado en una red,  ser sometido a los peores tratos, y terminar tiranizado en una mina de Zacatecas. Sin posibilidad alguna de sobrevivir por muchos años trabajos tan rudos, con una explotación tan vil como ésta.

Hay que reconocerlo, los colonizadores portugueses y españoles que vinieron al Nuevo Reino de León eran unas personasabusivas, por decir lo menos, y por decirlo más claramente, eran criminales con anuencia del Rey. Las atrocidades que cometieron no podemosolvidarlas, considerando que este proceso de opresión fue sistemático y llevado a cabo, a lo largo de varios siglos.

La Tierra de Guerra Viva, fue realmente un proceso de exterminio hacia los nativos que se resistieron a ser sojuzgados por extranjeros. Un proceso que se extendió hasta entrado el siglo XIX. No es moralmente aceptable, sentirnos identificados con estos criminales de lesa humanidad, y menos, sentirnos identificados con su proceder racista, que aún se anida en los rincones actitudinales de algunosregiomontanos contemporáneos.

La ambición desmedida de Luis de Carvajal y de la Cueva, fue la que realmente logró obtener la anuencia del rey español, para que el Nuevo Reino de León tuviera su sustento legal. Es cierto que no logró consolidar la nueva Villa de San Luis Rey de Francia, como proyecto, pero realmente lo que realizó posteriormente Diego de Montemayor, fue tratar de justificar y retomar la fundación previa y lograr el reconocimientopor parte del Virrey.

En Alberta Canadá, ahí está la reservación de los pueblos de los Pies Negros, sufrieron también el desplazamiento forzado y les arrebataron sus tierras; los estragos psicológicos aún están presentes, poseen una tasa elevada de adicciones que los matan lentamente. En Nuevo León, los grupos chichimecas que sobrevivieron, lograron integrarse seguramente a las comunidades de la mano de los tlaxcaltecas.

La lógica del perdón que el Presidente de México solicitó al gobierno español por tantas atrocidades de lesa humanidad cometidas contra nuestros pueblos, no prosperó; y si lo hiciera, también debería el Presidente solicitar a los pueblos tlaxcaltecas que pidieran perdón por haber secundado a los conquistadores, en una alianza contra los aztecas. Y en esta lógica, retrocediendo en la historia, los aztecas deberían de pedir perdón a los tlaxcaltecas por tantos abusos cometidos en su contra previos a la Conquista.

Volviendo al caso Monterrey, seguramente un viajero en el tiempo no desearía toparse,  en su camino a lo largo de los ojos de Santa Lucía en la época de 1580, ni con unos  mercenarios vestidos con armaduras y espadas montados a caballo, ni tampoco con un grupo de chichimecas, semidesnudos, teñidos de color rojo su piel y sus cabellos y con unas lanzas con pico de obsidiana apuntándole al pecho.




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Arturo Delgado Moya

Arturo Delgado Moya


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