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Opinión Editorial


#Challengeaccepted


Publicación:04-08-2020
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El mensaje es diáfano y sucinto, esa foto en blanco y negro de una joven mujer asesinada, pudiera ser cualquiera

En las últimas semanas se ha vuelto viral un reto que reza “challengeAccepted” (reto aceptado), donde muestra a mujeres de todas las edades con una foto de sí mismas en blanco y negro. Seguramente muchas lo hacen con cabal conocimiento de causa de que lo que dio origen al reto, fue una acción solidaria a una joven turca asesinada, Pinar Gültekin, cuya foto apareció en un tabloide local. El mensaje es diáfano y sucinto, esa foto en blanco y negro de una joven mujer asesinada, pudiera ser cualquiera de aquellas quienes valientemente aceptan el reto.

Por otro lado, habrá algunas que acepten el desafío sin conocer la causa raíz. Unas lo hacen en respuesta a una invitación de alguna amiga, otras para mostrar que son lindas con o sin maquillaje, otras más para distraerse del estrés del COVID-19 u otras, simplemente respondiendo a una moda.  De forma impresionante, las redes sociales y los medios de comunicación se comparan con una diminuta propela capaz de dirigir a un enorme barco o una insignificante chispa que puede incendiar un bosque completo. Los medios informativos, el cuarto poder, y las redes sociales, el quinto poder, tienen la potestad de equilibrar, controlar, influir y movilizar, para bien y para mal, a las masas.  

El defensor de los derechos afroestadounidenses, Malcolm X, ya decía en los años 60s que: “Los medios de comunicación son la entidad más poderosa de la tierra. Ellos tienen el poder de hacer culpable al inocente, e inocente al culpable, y éste es el poder. Porque ellos controlan la mente de las masas”.  En esos tiempos no existía el Internet, sino, seguramente también hubiera agregado a su reclamo a las redes sociales.

Es impresionante reconocer que tanto los medios informativos tradicionales como las redes sociales, tienen la capacidad de mover voluntades, imponer antivalores, definir elecciones, crear a un falso mesías, e incluso despertar odio entre naciones. Ya lo decía el escritor uruguayo Eduardo Galeano: “Ahora los medios, los medios masivos de comunicación, justifican los fines de un sistema de poder que impone sus valores en escala planetaria”. Que peligrosas pudieran ser las redes sociales al desinformar, censurar e incomunicar a rebaños de esclavos ignorantes que siguen a falsos profetas. Justamente el día de hoy que hubo una explosión en Beirut, el diario británico “The Telegraph” informó que en esa ciudad el grupo terrorista Hezbollah opera un centro de entrenamiento para desinformar, manipular videos, fingir grupos sociales y construir conjuntos de perfiles falsos, con la intención de propagar el miedo y la desinformación en el Medio Oriente. Más aún, se sabe que comúnmente la información es parcial y conlleva intereses particulares, como el intento de George Soros por censurar en “Facebook” iniciativas a favor de la vida y la familia tradicional. Afortunadamente también está el lado opuesto de la moneda.

En un artículo pasado escribí sobre la ironía de la educación que, debiendo ser la gran promotora de la igualdad, era también el mayor factor de una ignominiosa inequidad entre unos pocos privilegiados y muchos iletrados funcionales y analfabetas.  ¿Qué pasaría si algunos comunicadores virtuosos, tomaran como propósito en la vida estrechar la brecha entre ignorantes e indigentes y los escasos conocedores? Sería estupendo si en México se le diera el mismo valor a la educación como en los países asiáticos.  Cuán grande sería el impacto si alguno de los “influencers” o “youtubers” mexicanos como @kimloaiza o @juanpazurita retaran a los padres a hablarle a sus hijos de las posibilidades que les daría la educación. Invito a personas como Marimar, quienes tienen miles de seguidores, a iniciar una campaña que diga #yoeduco, una cruzada para explicarle a los jóvenes que la educación es el mayor trampolín de movilidad social, o un movimiento nacional por compartir las tres virtudes cardinales en la educación.

Toda persona, sin excepción, que tenga la oportunidad de influir en la educación de los demás, deberá hacerlo como una obligación, una responsabilidad y un deber grave. Bien lo comunicó Platón: “Buscando el bien de nuestros semejantes, encontraremos el nuestro”.



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