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Opinión Editorial


Azerbaiyán y la paz


Publicación:24-01-2021
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La paz duradera entre dos países beneficiaría a todas las naciones de la región

Escribo con relación a la opinión por Jean Meyer, publicada en la edición de 17 de enero de EL UNIVERSAL. Lamentablemente, dicha nota resulta ser bastante parcial, basada en típicos infundados argumentos armenios, donde incluso se citan libros con títulos abiertamente turcófobos. Al mismo tiempo, contiene varios hechos erróneos, tanto que el mismo nombre de mi país está escrito incorrectamente.

El autor, por su obvio prejuicio, evita ciertos hechos. En los años 1991-93 Armenia ocupó la región de Nagorno Karabaj de Azerbaiyán y 7 distritos adyacentes, ignorando 4 resoluciones adoptadas en 1993 por el CS de la ONU sobre el conflicto, y cometió la limpieza étnica contra casi 1 millón de azerbaiyanos. Este proceso fue acompañado con graves crímenes de lesa humanidad, como el Genocidio de Jodyalí, reconocida también por los parlamentos de muchos países, incluso de México. En las ciudades ocupadas, cuales ahora tienen pinta de Hiroshima después del bombardeo atómico, Armenia destruyó también mucha parte de la herencia histórica y cultural de mí país.

Extrañamente se nombran similitudes entre los judíos y armenios, sin un objetivo entendible. Azerbaiyán, reconocido por su multiculturalismo, donde más de 40 etnias, incluso armenios, coexisten hace siglos en paz, también tiene excelentes relaciones con el Estado de Israel. La única ciudad judía fuera de Israel se encuentra en mi país. No es casualidad que papa Francisco, durante su visita a Bakú, calificó a Azerbaiyán como el modelo de tolerancia en el mundo.

Hablando del Holocausto, cabe prestar atención al contraste entre dos fenómenos: en la ciudad de Bakú se encuentra la estatua de Albert Agarunov, el héroe nacional de Azerbaiyán de origen judío, quien sacrificó su vida por su patria en la lucha contra la agresión armenia, mientras en la capital de Armenia se alza la estatua de Garegin Njdeh, el colaborador de los nazis, directamente involucrado en Holocausto.

En cuanto a la historia, es suficiente mencionar que a lo largo de muchos siglos los mandatarios de los kanatos de Karabaj fueron azerbaiyanos. De hecho, en el Tratado de Kurakchay, firmado en 1805 entre Ibrahim Khalil Kan, mandatario azerbaiyano del Kanato de Karabaj y general ruso Pável Tsitsiánov, no hubo mención sobre la supuesta presencia de los armenios en Karabaj. Con los Tratados de Turkmenchai en 1828 y Edirne en 1829, empezó el traslado masivo de los armenios desde Medio Oriente a Azerbaiyán. El monumento "Maraga -150", la prueba innegable de ese proceso, fue destruido por los mismos armenios en 1988.

Se reclama erróneamente que Nagorno Karabaj fue entregada a Azerbaiyán por Iósif Stalin. Mientras, en la decisión de 1923 del Buró de Cáucaso de la URSS, votada por los miembros armenios también, se dice "mantener" Nagorno Karabaj dentro de Azerbaiyán. Además, en el mapa se puede ver claramente que el territorio de Armenia divide en dos al territorio de Azerbaiyán, eso, "la gentileza" del liderazgo soviético, quien simplemente regaló la región de Zangezur a Armenia en 1920. El diario "Lœvre" de Francia incluso tiene una columna dedicada a esa decisión.

Finalmente, la declaración trilateral de 11 enero de los líderes de Azerbaiyán, Rusia y Armenia estipula la restauración de las comunicaciones y transporte de la región. La paz duradera entre dos países beneficiaría a todas las naciones de la región. Para que se logre esto, Armenia tiene que abandonar su política de agresión y odio contra los vecinos, y sus amigos, en vez de incitar, deberían invitarlo a reconciliación. El autor también se muestra el amigo de los armenios, pero ya que los argumentos utilizados de ninguna manera sirven para la paz, la sinceridad de esa amistad también genera muchas dudas.



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