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Opinión Editorial


Así se adueñó del Tren Maya el grupo político Tabasco


Publicación:15-01-2022
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La prioridad es lucir al final del sexenio a costa de lo que sea, mientras que sus incondicionales le aplauden y obedecen como siervos de la Edad Media

Javier May Rodríguez hizo su aparición al estilo de un césar en las oficinas del Fondo Nacional de Fomento al Turismo (Fonatur) la tarde de este jueves. Llegó con un séquito en dos camionetas y en las escaleras de sus nuevas oficinas lo recibió con aplausos una veintena de funcionarios. Además dio la orden de que el elevador fuera solo para él y su equipo cercano.

Así marcó su entrada quizás triunfal o no, pero sí con un evidente interés político que lo delinea como personaje.

Nadie sabe para quién trabaja, es el dicho que podría ajustarse estos días a Rogelio Jiménez Pons, quien fue removido de la titularidad de Fonatur el pasado martes 11 de enero, y quien estaba de manera directa a cargo de la construcción del Tren Maya. Recién había logrado desembolsar 3 mil millones de pesos en derechos de vía para que avanzar, luego de que en noviembre reconociera que había cinco meses de atraso.

Pero la desesperación del Presidente y su obsesión en una de las obras emblemáticas de su sexenio, aunado a la operación y voracidad del grupo político Tabasco en Presidencia, conjuntaron ingredientes suficientes para un coctel que derivó en la destitución de Jiménez Pons y la llegada de May.

May, de quien ya se ha dicho no tiene experiencia o preparación en temas de movilidad y planeación urbana —a diferencia de su antecesor que era arquitecto con trayectoria en el sector — llegó a buscar la medalla de la obra estrella del sexenio en medio de una jugada que incluyó una confabulación desde meses atrás de su grupo para convencer a Andrés Manuel López Obrador de que el equipo de Jiménez no estaba dando resultados.

En una de sus más recientes supervisiones y sobrevuelos a los tramos, el Presidente regañó a los responsables por los retrasos, un enojo en parte impulsado desde Palacio Nacional donde no dejaban de señalar altos costos, tiempo perdido e incapacidad para resolver el problema de derecho de vía.

Los cambios anunciados reflejan que ese grupo está estrechando el círculo cada vez más alrededor del poder en miras por espacios para 2024. Se trata del secretario de Gobernación, Adán Augusto Ramírez, Octavio Oropeza, Román Meyer —que no es de Tabasco, pero se unió — y el propio May, quienes entablaron una especie de pacto para operar al interior y lograr puestos y candidaturas clave rumbo a la sucesión presidencial.

El nuevo director de Fonatur conoce bien al Presidente y además de ser su paisano ha trabajado con él desde 1994, es un operador electoral —basta haberlo visto al frente de Sembrando Vidas y de la Secretaría de Bienestar— que le ha dado resultados.

El problema es que construir un tren no es equiparable a dar dinero en programas sociales. Planear y ejecutar una obra de ese calado conlleva una responsabilidad que de no ser bien ejercida puede costar vidas.

Con la llegada del exsecretario de Bienestar, aparte de la orquestación de aplausos, destaca el plan de austeridad en el proyecto y celeridad a toda costa.

Al interior de Fonatur temen, por ejemplo, el recorte a la contratación de asesores españoles con experiencia en trenes y ahorros en temas de ingeniería y proveedores. Cosas baratas que pueden salir caras.

También inquieta un posible viraje al proyecto original que finalmente concluya en un Tren Maya totalmente periférico a las comunidades y por tanto lejos de la gente.

El cambio de equipo también implicaría un atraso si, como se prevé, deciden cambiar cabezas en puestos directivos que ya tenían, además de una curva de experiencia, planes en marcha para cumplir los tiempos previstos, aún cuando quienes lideran el proyecto están conscientes de la locura que es construir un tren en cinco años. En Australia, país con eficiencia en este tipo de obras, prevén plazos de 10 años; en Francia, con mucha más experiencia, las ejecutan en siete.

Pero al Presidente parecen no importarle lo técnico, los protocolos, los detalles o los riesgos. La prioridad es lucir al final del sexenio a costa de lo que sea, mientras que sus incondicionales le aplauden y obedecen como siervos de la Edad Media.

Twitter: @sandra_romandia



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