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Opinión Editorial


América Latina no tiene remedio


Publicación:14-04-2021
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La UE es el ejercicio más excelso de cooperación al entrelazar, con ciertos “asegunes”, a antiguos adversarios

En 1967 se formó la Asociación de Países del Sudeste Asiático (ASEAN) siendo sus fundadores Singapur, Indonesia, Tailandia, Filipinas y Malasia.  Uno de sus motivos declarados fue la promoción de la paz y la estabilidad a través de su adhesión a los conceptos de justicia y estado de derecho de Naciones Unidas. El verdadero motivo era sortear sus diferencias y tender puentes ante una creciente amenaza comunista proveniente de Rusia y China. Tras el fin de la Guerra de Vietnam y al término de la Guerra Fría, se sumaron otros cinco países, conformando los diez países actuales. 

Buscando un acercamiento con sus antiguos fantasmas, ASEAN sumó a las tres grandes potencias orientales: China, Japón y Corea del Sur configurando ASEAN + 3 y posteriormente a las otras grandes economías regionales: Australia, Nueva Zelanda e India, integrándose como la comunidad ASEAN + 6, o CEPEA (por sus siglas en inglés). Estas 16 asimétricas naciones, más allá de agrupar a más del 50% de la población y de cooperar en temas de energía, medio ambiente, Inteligencia Artificial y PYMES, su objetivo principal es ser un bloque que pueda competir tête-à-tête con la Unión Europea y con el T-MEC.

Un interesante cabo suelto es Rusia, la cual, dicho sea de paso, es territorialmente casi el doble que China y cuatro veces mayor al conjunto de países de la Unión Europea (UE). Con el tiempo veremos que tan receptiva es la tierra del vodka y de los palacios Romanov, a las coquetas y persuasivas inversiones en infraestructura de parte de China. En la toma y daca geopolítica, los europeos igualmente le toman el pulso diariamente a su exótico vecino y principal proveedor de gas. En un mundo interconectado, aunque aparentemente no lleve prisa, eventualmente Rusia tendrá que escoger a uno de los dos en matrimonio.

Hablando de asociaciones, en el viejo continente, la Unión Europea, galardonada en 2012 con el Premio Nobel de la Paz, agrupa a 27 países, con miras a sumar a otros cuatro. La UE es el ejercicio más excelso de cooperación al entrelazar, con ciertos “asegunes”, a antiguos adversarios, eliminar fronteras comerciales, fundir monedas y tener un banco, un parlamento, un consejo y una comisión europea común. Con diáfana obviedad, el colegiado esfuerzo regional ha dado singulares frutos medibles en crecimiento económico y beneficios sociales.  A toro pasado, la UE precisó de humildad, mucho diálogo, liderazgos virtuosos y una clara visión de futuro, pero lo logró. ¡Qué gran lección!

Pues bien, con esos sublimes ejemplos de integración regional, más allá del T-MEC, una inquieta alumna, Frida, me preguntó si pudiera haber algo similar en el continente americano. Caray, francamente, entre estados fallidos, guerras ideológicas, despreciables actos de cohecho y líderes despóticos, mesiánicos y estultos, se ve cuesta arriba. Veamos, yendo por partes, para Norteamérica en general y México en particular, fue un gran alivio el haber podido sortear por los siguientes 16 años el T-MEC. Donde se complica la situación es al sur del río Suchiate.

Hasta el año 2018, con sus cumbres anuales, sus diálogos de alto nivel y más de 60 países observadores, la Alianza del Pacífico prometía ser un referente de cooperación entre países de América Latina. Hasta hubo quien apostaba que sería el principio de una asociación entre todos los Estados latinoamericanos, pero se infiltró el socialismo con su atávica ideología populista. El primero en sucumbir fue el Estado mexicano al verse superado por una aviesa retórica inspirada en el socialismo del siglo XXI, destruyendo con ello, la esperanza de una América Latina unida. Un par de años después, el país con mayor ingreso per cápita entre los hispanoparlantes, vio su capital Santiago de Chile violentamente vandalizada por multitudes enardecidas y perversamente dirigidas, protestando por reducciones a los subsidios. Quienes conocen dicen que hubo infiltrados cubanos y venezolanos.

Otro de los países de la Alianza está actualmente en la rienda floja al quedar como puntero en la primera ronda para presidente un candidato de izquierda, Pedro Castillo.  El líder sindical ha prometido la misma receta: luchar contra la corrupción, reducir el sueldo de los políticos, redactar una nueva Constitución para debilitar a la elite empresarial dándole al Estado un rol dominante en la economía. ¡Cualquier parecido es mera coincidencia! 

Siguiendo con la frágil realidad americana, ayer se jugaron el destino de Ecuador y gracias a Dios ganó la prudencia.  El puntero era el líder del frente progresista, Andrés Arauz, quien pertenece a la cohorte de la izquierda latinoamericana, incluyendo el Kirchnerismo en Argentina y el partido de Evo Morales, MAS, en Bolivia, el llamado Grupo de Puebla. Afortunadamente perdió, parece ser que una segunda vuelta hizo abrir los ojos de los votantes para distinguir al lobo disfrazado de cordero.

Así es, por algún extraño karma, América Latina da un paso hacia adelante y uno o dos hacia atrás. Mientras Asia y Europa se organizan, dialogan y planean un futuro mejor, los latinos seguimos hablando de caudillos, volteando al pasado y cayendo presa de falsos mesías tropicales. Somos como mulas tercas que ni a golpes entendemos y continuamos dejándole a los políticos las riendas del país, cuando sabemos de antemano que inexorablemente escogen el camino equivocado. ¿Qué tendrá que pasar para que demos un golpe de timón?  Es una pregunta abierta con respuesta pendiente.



« Eugenio José Reyes Guzmán »