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Representa desierto de Sonora en cementerio para migrantes

Representa desierto de Sonora en cementerio para migrantes


Publicación:10-01-2022
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Tienen un registro de más de 2 mil migrantes desaparecidos entre los desiertos de Sonora y Arizona.

Sásabe, SON / El Universal Las fauces del gran desierto de Sonora son insaciables. La tragedia en esta parte final del camino a Estados Unidos empieza cuando los coyotes o sicarios proveen a los migrantes de polainas impregnadas con ajos para evitar que las víboras les muerdan los pies. Esta zona desértica que comprende los estados de Arizona, Estados Unidos, y Baja California y Sonora, México, abarca 222 mil kilómetros cuadrados, una superficie similar a la extensión total del estado de Chihuahua, el más grande de México. Tan sólo en el polígono entre Altar, Caborca, El Sásabe y Sonoyta, los colectivos unidos Madres Buscadoras de Sonora y SOS (Save Our Souls) Búsqueda y Rescate de Arizona cuentan con más de 2 mil fichas de migrantes desaparecidos de 2019 a la fecha. A diario, cientos de personas, tanto mexicanas como centroamericanas, sudamericanas, caribeñas y migrantes de otras partes del mundo atraviesan la conocida Ruta de la Muerte. Cruzan un verdadero infierno y no sólo por las altas temperaturas superiores a los 50 grados en el día y por debajo de los cero grados durante la madrugada, sino porque también son sometidos por integrantes de células criminales dedicadas al tráfico de personas o de drogas, señalan las organizaciones que trabajan con los migrantes en esta frontera. Muchos migrantes sufren asaltos en el camino y llegan al norte de México sin dinero, sólo con la inquebrantable voluntad de cruzar a Estados Unidos. Entonces, son reclutados por narcotraficantes quienes los llevan “gratis”, pero los forzan a convertirse en mulas, pues deben llevar mochilas con hasta 30 kilos de droga, y con ella deben caminar varios días en el desierto. Los migrantes primero deben comprar un kit que incluye vestimenta de camuflaje que los vuelve casi invisibles para los ojos de los agentes de la US Border Patrol (Patrulla Fronteriza), quienes vigilan las 24 horas. Para no ser vistos y tener una buena hidratación, pintan de negro los recipientes agua, para evitar que el reflejo alerte a los agentes. A media marcha se topan con las primeras alertas de lo que enfrentarán en el desierto, cuerpos sin vida y restos óseos de personas que tenían las mismas ilusiones, pero que no resistieron. “Vale la pena arriesgarse”. “Yo vengo de Honduras, uno sale de allá por la delincuencia, no se puede vivir, hay mucha pobreza, el trabajo es escaso y lo que se gana prácticamente es muy poco, no hay superación”, dijo a EL UNIVERSAL Josué, un joven de 24 años, minutos antes de emprender el viaje. A pesar de que se le advirtió de los riesgos en la ruta, de las inclemencias, de la situación hóstil que provoca la delincuencia organizada y los cárteles de la droga, no retrocedió en sus deseos de cruzar el desierto para llegar a Estados Unidos. “Vale la pena arriesgarse porque, imagínese… pero hay que echarle ganas y el que no arriesga, no gana, con humildad en todos lados uno cae bien, ¿o no?”, dijo Josué con una sonrisa y los ojos llenos de ilusión. Adi Carrillo, dirigente del colectivo SOS Rescate y Búsqueda de Arizona, compartió el trabajo conjunto que realiza con las Madres Buscadoras de Sonora; ambas organizaciones han logrado localizar alrededor de 200 personas vivas. Sin embargo, tienen un registro de más de 2 mil migrantes desaparecidos entre los desiertos de Sonora y Arizona. Uno de los casos que más la ha impactado, refirió, es el de la mexicana Ariadne Lizeth López Cortez, reportada desaparecida el 19 de febrero de 2021. Ella ingresó a Estados Unidos por Douglas, Arizona; sus restos fueron localizados en las montañas de Fort Huachuca, a 90 kilómetros al oeste, el 20 de noviembre.


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