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Marchan en Reynosa para exigir un alto a violencia

Marchan en Reynosa para exigir un alto a violencia
El miedo que prevalece en la ciudadanía redujo notablemente el contingente a apenas unas 50 personas.

Publicación:27-06-2021
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La mayoría de los participantes habían perdido a un familiar en la masacre de civiles o buscan a sus seres queridos desaparecidos

Reynosa, Tamaulipas.- Aunque los organizadores esperaban una nutrida asistencia de decenas de personas en la marcha por la paz, el miedo que prevalece en la ciudadanía redujo notablemente el contingente a apenas unas 50 personas.

En la ciudad sigue reinando un clima de pánico tras la masacre de 15 personas ocurrida la semana pasada, sobre todo porque en redes sociales continúan circulando mensajes amenazando a las personas que se encuentran en la calle, y por eso, a partir de las 19:00 horas, se estableció colectivamente un toque dae queda: los comercios cierran y ya nadie sale.

La mayoría de los participantes habían perdido a un familiar en la masacre de civiles o buscan a sus seres queridos desaparecidos, y aunque el contingente no era muy grande, el clamor era el mismo: "¡Paz para Reynosa!".

El grito desesperado de Joel Recio resonó: "Nosotros no somos criminales, somos ciudadanos, por eso vivimos honradamente. No queremos problemas y como sea nos acribillan; queremos vivir en paz".

Joel perdió a su hermano Alfredo, quien era taxista, luego de que un comando acribillara a 15 personas en esta zona fronteriza. Por ello, acompañado de su familia, decidió tomar parte en la marcha por la paz.

El contingente partió del bulevar Morelos hacia la plaza Principal, en el centro de Reynosa. Algunas personas portaron pancartas con fotografías y características de sus familiares desaparecidos.

"Esta guerra es injusta. ¿Por qué matarnos entre tamaulipecos? Nos estamos acabando la ciudad, nos estamos comiendo unos a otros, parecemos animales. No sé qué piensa esa gente, ya paren esas masacres, paren esas muertes", clamó Joel y afirmó que están solicitando la intervención del gobierno del estado y de la Federación para que Reynosa pueda retomar la paz.

"Si ellos [los criminales] andan mal, que ellos se maten, que a la gente la dejen vivir en paz. Dejen que los negocios prosperen, están cerrando y eso es malo para la ciudadanía", indicó Joel, al tiempo que pidió al presidente Andrés Manuel López Obrador que las fuerzas de seguridad tomen cartas en el asunto.

"No están haciendo su trabajo. Están diciendo que es falsa alarma lo que traemos nosotros ¿Y todas las muertes qué? No mataron un animal, mataron a mucha gente inocente, algunos no habían salido de sus casas".

Elvira Recio, hermana del taxista asesinado, llamó al presidente López Obrador a que visite Reynosa para platicar con las familias de las víctimas.

"Ya en nuestro Reynosa no podemos salir porque pasan tirotéandose y luego le dicen que murió por una bala perdida, que no le digan mentiras. Le pedimos y le exigimos [al Presidente] que venga a Reynosa y tome cartas en el asunto", demandó Elvira.

Gustavo Azuara Díaz, director de la Fundación CART, aseveró que también se está pidiendo el apoyo de organismos de derechos humanos internacionales, así como a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para que intervengan en Reynosa.

"Es una mentira que fueron daños colaterales, esto fue una matanza; fueron directamente a matar a las personas. Es injusto lo que está pasando: desaparecidos, feminicidios, extorsiones, ya estamos cansados de lo que está pasando", indicó el activista.

Hasta el momento cinco personas han sido detenidas, de las cuales una fue en flagrancia y dos ya fueron identificadas plenamente. Además, desde el pasado 20 de junio, la Guardia Nacional reforzó el patrullaje en lugares estratégicos y en las entradas a la ciudad.

"La gente en Reynosa 

está dolida, aterrada"

Eugenio Andrés Lira Rugarcía, de 55 años, tiene bajo sus rezos un gran territorio. Un territorio violento. A veces despiadado.

Él es, desde el 22 de septiembre de 2016, el obispo de la Diócesis de Matamoros, la cual abarca el norte de Tamaulipas, y comprende tres divisiones, entre las que está la zona pastoral de Reynosa, que incluye los municipios de Río Bravo, Gustavo Díaz Ordaz, Camargo y Reynosa.

En esta ciudad fronteriza con Estados Unidos, hace una semana, el sábado 19 de junio, fue blanco de un ataque criminal cuando un comando de sicarios arremetió al azar contra la población civil, lo que dejó un saldo de 15 muertos en diferentes calles y colonias de la urbe; gente inocente que no tenía nada que ver con las guerras entre narcotráficantes.

Uno de los presuntos agresores, capturado por las autoridades locales, supuestamente proveniente de la aledaña ciudad Río Bravo (25 kilómetros al este de Reynosa) confesó que, por órdenes de un jefe de una célula criminal, habían perpetrado los atentados, con el fin de "calentar la plaza". Fueron 180 balazos para aterrorizar a la población y ejecutar a 15 personas.

Nunca había sucedido algo así. Los reynosenses están acostumbrados a balaceras, en ocasiones a ver dos o tres muertos por día tirados en las calles, y desde hace muchos años conviven con las llamadas SDR: situaciones de riesgo, que a veces implican balas perdidas, pero jamás habían padecido algo así, un ataque directo contra la población.

Días después de las ejecuciones, el jueves pasado, en un intento por reconfortar a la población, monseñor Eugenio Lira encabezó una misa en memoria de los asesinados. Durante la homilía, en la iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe, el obispo pidió por las víctimas, por sus familias y por la paz en Reynosa. A la misa no asistieron familiares de los asesinados, pero sí la alcaldesa de la ciudad, Maki Ortiz.

La gente en Reynosa está dolida, conmocionada y aterrada, como usted dice. Y eso que, como bien señala, por desgracia estamos acostumbrados a la violencia, cosa que no debería ser, ya que todos tenemos derecho a una vida segura y en paz. Muchas familias han tenido que sepultar con dolor a sus seres queridos: padres, hermanos, hijos y amigos, que les han sido injustamente arrebatados. Es terrible.

Usted hablaba de esa gente deslumbrada por el dinero y el poder (los narcos, los sicarios), ¿ella perdió la humanidad y cayó en la maldad?

—Citando a San Agustín, en la homilía de la misa en Reynosa, comenté que eso sucede cuando, encerrados en nosotros mismos, nos dejamos engañar por el pecado y hacemos de una parte del todo un falso todo. Así acabamos deslumbrados por el dinero y el poder, y los buscamos desesperadamente, como si no hubiera algo más, arriesgando la propia vida y pasando por encima de la vida, la dignidad y los derechos de los demás. Con esto, nos vamos deformando cada vez más y nos volvemos "contagiosos", porque extendemos el mal que dejamos crecer en nuestro interior, provocando mucho sufrimiento.

Los que actúan así están muertos, decía usted en misa. Sus culpas mortales los tienen encerrados en el féretro, citaba usted al monje benedictino San Beda El Venerable. Están muertos, sí, pero hoy aterrorizan a los vivos, monseñor, ¿cierto?

—Efectivamente. El día de la masacre estaba yo en una parroquia cercana a uno de los lugares de los hechos; la gente tenía miedo, pero celebramos la misa de confirmaciones, como estaba planeado. No obstante, el día de la misa por las víctimas, las familias y la paz en Reynosa... muchos se disculparon con sus párrocos y me hicieron saber que agradecían la iniciativa, pero que tenían miedo de salir. Eso hace más dolorosa la pena. Es terrible. Por la noche, al retornar a la sede episcopal, me impresionó ver las calles vacías. El miedo está obligando a muchos a encerrarse en casa.

Nadie recuerda algo así: calles vacías, no por balaceras, sino por temor a ser directamente ejecutados al azar. Es el terror, ¿no?

—Es injusto que unos cuantos obliguen a muchos a renunciar a salir de casa, a transitar por las calles, a ir a su trabajo, a la iglesia, a reunirse en familia, a convivir. Es inaceptable que la gente tenga que vivir con miedo. El daño físico, emocional, social, espiritual y económico es enorme.

¿Reynosa está en las tinieblas de la muerte, con estos entes martirizando inocentes?

—Así podríamos decirlo en estos momentos. Pero como dice la Palabra de Dios: "El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz". Esa luz es Cristo, que nos demuestra que el mal no tiene la última palabra, que la fuerza del amor hace triunfar el bien y la vida. Mucha gente en Reynosa lo cree y lo vive. Por eso, no se han dejado vencer por el desaliento, sino que, con su forma de ser y de actuar, están construyendo un futuro mejor. Ojalá todos nos sumemos a ese esfuerzo.

(A pesar de la crueldad de los sicarios, monseñor tiene esperanza. Mientras tanto, los ciudadanos yacen aterrados. Desde el anonimato, un alto funcionario del gobierno tamaulipeco dice: "Estamos acostumbrados a muertos, descuartizados, balaceras, a ver convoyes pasar con gente armada y a las caravanas de tropas también, pero a esto, no. Fue un atentado terrorista").



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