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Artesanos, entre ráfagas de plomo

Artesanos, entre ráfagas de plomo
Desde 2015, cuando se acrecentaron los ataques, familias de tzotziles que vive cerca de la franja en disputa.

Publicación:14-11-2021
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Desde 2015, cuando se acrecentaron los ataques, familias de tzotziles que vive cerca de la franja en disputa, tuvieron que dejar sus hogares

CHIVIT, Chis..-María es una tejedora tzotzil que durante los últimos seis años ha vivido bajo la intermitente lluvia de balas que disparan grupos armados desde las montañas de Chenalhó, que reclaman como suyas 60 hectáreas que comparten con Aldama.

La mujer ha tenido que dejar su hogar para evitar que ella y sus hijos resulten heridos y, aunque parece llevar una vida apacible y de trabajo, la artesana cuenta que vive en constante temor por las balas que pasan por el techo de su hogar.

Desde 2015, cuando se acrecentaron los ataques, familias de tzotziles que vive cerca de la franja en disputa, tuvieron que dejar sus hogares para buscar refugio en Chivit, Stzelejpotobtik y Yetón, porque los hombres armados incursio-naron en sus poblados para quemar sus hogares.

A raíz del hostigamiento que ha perpetrado el grupo armado que opera en Chenalhó contra comunidades del municipio de Aldama, la vida de las mujeres tzotziles ha cambiado.

Ahora han dejado de ir a sus parcelas a recoger leña, sembrar y cosechar café; no tienen otra opción que dedicarse a elaborar textiles.

Verónica López Díaz, una de las 20 mujeres que integran la cooperativa de artesanas Leck Lilal Lumaltik, relata que los constantes disparos desde Chenalhó mantiene a las familias con mucho miedo, porque no pueden hacer su vida como antes, cuando iban a trabajar sus terrenos cerca de la franja en disputa.

Ante el temor de que mueran de un disparo de arma de fuego, los hombres y mujeres han preferido quedarse en casa para confeccionar textiles, pero con la pandemia, tampoco puede viajar constantemente a San Cristóbal de las Casas (a 48 kilómetros) para ofertar su artesanía, porque representa un gasto de 100 pesos.

De Aldama es el artesano Alberto López, que antes de la pandemia logró exponer sus textiles en la Universidad de Harvard, pero no todas las artesanas tienen la misma suerte que él, porque deben esperar muchos meses para vender una pieza. "Necesitamos apoyos, porque aquí no vienen compradores", explica María Magdalena Vázquez Sántiz.

Las balas que parten desde el punto de Chuchté 1 han llegado a impactar en viviendas y edificios de la cabecera municipal de Aldama. Las comunidades en mayor riesgo son las que se ubican cerca de la franja en disputa.

"Los disparos son del diario, por eso ya no podemos ir a nuestras parecelas", explica un hombre de la comuidad Chivit.

La disputa de las 60 hectáreas inició en los años 70 del siglo pasado, cuando 115 comuneros de Aldama, entonces ejido de Chenalhó, reclamaron como suyas las tierras, pero fue hasta 2009, que el Tribunal Unitario Agrario (TUA), les reconoció como dueños legítimos.

La creación de Aldama como municipio (en el gobierno de Roberto Albores Guillén) avivó el conflicto, pues la nueva localidad exigía que se les reconociera como suyo el territorio que se ubica una hondonada donde corre un río, con tierras para la siembra de maíz, café, frijol y hortalizas.

En 2018 se registraron diversas agresiones armadas que ocasionaron decenas de desplazados de Xuxch’en, Cocó, Tabac, San Pedro Cotzinam, Yetón, Chivit, S’tze y Justón, quienes se refugiaron en la cabecera municipal de Aldama, lugar hasta donde recientemente han llegado algunas balas de grueso calibre.

En 2020, los tzotziles de Aldama y Chenalhó habían llegado a un acuerdo para poner fin a la disputa de las 60 hectáreas, en el que se comprometían a repartirse el territorio con 32.5 hectáreas para el primero municipio y 27 para el segundo, pero al paso de los días, los habitantes de Chenalhó rompen el pacto.

El accionar de los grupos armados no ha cesado y, tan sólo en el mes de octubre, se registraron 302 acciones de hostigamiento armado en contra de habitantes de Aldama.



« El Universal »