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El GPS nos está haciendo más tontos
Publicación:05-06-2021
TEMA: #Google
Antes del uso masivo y frecuente del GPS nuestros cerebros podían generar mapas detallados del entorno
El uso frecuente del GPS está afectando el funcionamiento adecuado de nuestro hipocampo, la zona del cerebro encargada de la memoria y del sentido de la orientación. Google Maps, Waze o cualquier otra aplicación de geolocalización convencional están reemplazando el trabajo que durante miles de años había hecho el ser humano para ubicarse por sí mismo. Si el cerebro deja de buscar caminos y se dedica a obedecer instrucciones es muy probable que se deteriore. Así lo ha confirmado una investigación reciente publicada en la revista Scientific Reports.
Mar González Franco, coautora del estudio y una de las líderes de investigación neurocientífica de Microsoft, afirma que si las personas usan mucho el GPS van perdiendo poco a poco la capacidad de crear mapas mentales, eso disminuye sus habilidades de orientación y deteriora la producción de recuerdos. “Con el GPS convencional se dejan de estimular zonas del cerebro muy arcaicas que llevan siglos funcionando y corremos el peligro de que esto afecte nuestra salud mental en la vejez”, explica.
Antes del uso masivo y frecuente del GPS nuestros cerebros podían generar mapas detallados del entorno a través de la exploración activa, una habilidad evolutiva que ahora está en riesgo. En el artículo de Scientific Reports, los investigadores reconocen que si bien la navegación tradicional de indicaciones paso a paso es eficaz en su capacidad de llevarnos a una ubicación deseada, esta forma pasiva no apoya el aprendizaje espacial “y tiene un impacto perjudicial en las habilidades de navegación y cognición de los seres humanos”.
La paradoja planteada en el artículo es evidente: las aplicaciones de navegación nos permiten llegar a más lugares, pero, al mismo tiempo, nos hacen peores exploradores. Es famosa la historia de una pareja sueca que quería viajar a la isla italiana de Capri, pero en el GPS de su móvil escribió “Carpi” y terminó de vacaciones al otro lado de Italia, a cientos de kilómetros. “El GPS nos está haciendo más tontos”, dice González Franco.
Un estudio publicado hace unas semanas en la revista especializada Transportation Research Interdisciplinary Perspectives compara el desempeño de conductores que usaron Google Maps para llegar a un sitio y conductores que usaron un mapa de papel convencional para alcanzar el mismo destino. Los resultados del experimento refuerzan la idea de que con el GPS somos pasajeros pasivos y no exploradores activos. Las puntuaciones de conocimiento espacial de los conductores asistidos por los mapas antiguos fueron mucho más altas en orientación, reconocimiento de rutas y de puntos de referencia frente a los conductores que usaron la aplicación.
De acuerdo con Eran Ben-Elia, autor de este trabajo e investigador del Departamento de Geografía y Desarrollo Ambiental de la Universidad Ben-Gurion de Israel, el desequilibrio en el rendimiento de los dos grupos de conductores se puede atribuir a las diferencias en el esfuerzo cognitivo requerido para completar la tarea de orientación. “Seguir pasivamente las instrucciones audiovisuales de un GPS no requiere que los conductores codifiquen, transformen y monitoreen continuamente su posición en el espacio”.
Varias investigaciones del University College de Londres han demostrado incluso que, antes del auge del GPS, el hipocampo de los taxistas de la capital inglesa iba creciendo a medida que memorizaban calles y direcciones de la ciudad en el ejercicio de su profesión. Según los estudios, los taxistas tenían el hipocampo más grande que el resto de la población como consecuencia de su cartografía espacial intensiva y de su experiencia multisensorial de la ciudad.
La estimulación del hipocampo se fue deteriorando con el uso masivo del GPS. González Franco afirma que al seguir un conjunto de instrucciones se elimina también nuestra agencia para tomar decisiones. A su vez, esto inhibe nuestra capacidad para crear mapas mentales adecuados del entorno circundante y tiene un impacto negativo en la salud del cerebro.
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