Viven migrantes septiembre con temor; sin festejos patrios

Para miles de mexicanos que residen en Estados Unidos, septiembre solía ser un mes de orgullo y celebración. Las fiestas patrias representaban la oportunidad de reunirse en comunidad, colgar banderas tricolores y compartir platillos típicos como pozole o tamales.

Sin embargo, este 2025, el ambiente de fiesta se ha visto opacado por la incertidumbre, el miedo a los operativos de migración y el riesgo constante de la deportación.

En barrios con fuerte presencia mexicana, como en Chicago, Houston o Los Ángeles, la costumbre de organizar grandes convivios ha quedado en pausa. Familias que antes se congregaban en parques o templos, hoy prefieren quedarse en casa, limitando sus actividades a lo estrictamente necesario. El temor a ser detenidos en un supermercado, en una gasolinera o incluso a la salida de misa ha llevado a muchos a cancelar cualquier festejo.

Migrantes consultados señalan que los operativos del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) han modificado su vida cotidiana. Las rutinas escolares de los hijos, los traslados al trabajo y hasta las reuniones familiares se han visto afectadas por la vigilancia en zonas con alta concentración de hispanos. "Es difícil porque ni los niños pueden salir a pasear, ahora sólo salimos a lo necesario", comentan.

Aun con las dificultades, las comunidades mexicanas mantienen la solidaridad como un recurso de resistencia. En varios vecindarios se han creado grupos de apoyo en los que se avisan entre ellos dónde hay retenes o redadas, además de organizar cadenas de ayuda en caso de emergencia. Aunque este año muchos decidieron no celebrar el Grito de Independencia para no llamar la atención, la unión entre migrantes sigue siendo un pilar en su vida cotidiana.

La nostalgia también juega un papel importante en estas fechas. Septiembre, mes de la Patria, se convierte en un recordatorio de las raíces que dejaron atrás y de las familias con las que no pueden reunirse. Para muchos, regresar a México no es una opción viable, pues el riesgo de no poder volver a Estados Unidos y perder las oportunidades ganadas para sus hijos pesa más que el deseo de abrazar a los suyos.

A pesar del miedo y la incertidumbre, los migrantes sostienen que el sacrificio tiene un sentido: ofrecer a sus hijos un futuro distinto al que hubieran tenido en su país de origen. Con ello, aun en medio del silencio de unas fiestas patrias sin música ni banderas, mantienen vivo el espíritu de lucha que los llevó a cruzar la frontera, convencidos de que su esfuerzo es el verdadero precio del llamado "sueño americano".