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ONU: modernización sigue pendiente

ONU: modernización sigue pendiente
No se ha quedado estática ante problemas como el de Ucrania

Publicación:29-10-2022

TEMA: #ONU  

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De continuar operando con una estructura anticuada el órgano seguirá siendo un mero actor político y secundario en la solución de conflictos, opinan

Bruselas, Bélgica.- La guerra de Rusia en Ucrania es un recordatorio más de la necesidad de reformar la Organización de Naciones Unidas (ONU), que cumple 75 años el 24 de octubre, para convertirla en una auténtica instancia que garantice la paz entre naciones.

De continuar operando con una estructura anticuada que no refleja las realidades de hoy, el órgano que pretende representar los intereses colectivos, seguirá siendo un mero actor político y secundario en la solución de conflictos en los que hay involucrados intereses de los cinco socios permanentes del Consejo de Seguridad.

En tanto siga prevaleciendo el poder de veto y delegando la responsabilidad de mantener la armonía internacional en manos de Francia, Reino Unido, Estados Unidos, China y Rusia, los intereses nacionales de los “cinco grandes” continuarán prevaleciendo frente a las reglas que ellos mismos aprueban en sintonía con la colectividad.

De 1992 a la fecha, Moscú, Washington y Beijing, de mayor a menor número, han recurrido a este instrumento para impedir la adopción de resoluciones vinculantes, con implicaciones financieras y legales, para todos los miembros de la organización.

“Esta crisis nos recuerda que la ONU debe ser transformada y modernizada, un pendiente de hace cuatro décadas. Si no actuamos y dejamos la situación como está, el Consejo de Seguridad perderá su credibilidad”, dice a EL UNIVERSAL Johan Verbeke, investigador asociado del Instituto Real de Relaciones Internacionales de Bruselas, Egmont.

“La gente no tomará en serio al Consejo de Seguridad, a menos que sea reformado, no sólo en términos de su composición, es decir, que refleje mejor las relaciones de poder en el mundo actual y no de 1945, sino también en términos de funcionamiento y poder de veto”.

La crisis en Ucrania, precisa, refleja precisamente la ineficiencia del voto de censura, puesto que una y otra vez es empleado por una de las partes involucradas en un conflicto para eludir las responsabilidades.

El antiguo embajador de Bélgica ante Naciones Unidas recuerda que Francia, en particular, ha intentado sin suerte modificar el instrumento, proponiendo renunciar al bloqueo ante casos como crímenes de guerra, contra la humanidad y genocidio.

Igualmente se ha manejado la idea de extender su composición para hacerlo más representativo. Naciones emergentes como Brasil, India y Sudáfrica han reclamado en diversas ocasiones su lugar.

“El hecho de que el Consejo de Seguridad no pueda responder de manera operativa en este serio conflicto es una muestra de impotencia, lo que no es bueno para la organización”, indica Verbeke.

El presidente ruso Vladimir Putin demostró con su incursión armada en la nación vecina que no está dispuesto a respetar las reglas que rigen el orden internacional. Entre otros tratados, la invasión viola el Artículo 2(4) de la Carta de la ONU, un principio central de la convivencia entre naciones al establecer que todo miembro debe abstenerse “de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier Estado”.

Con sus tanques y misiles, Putin también lanzó el mensaje de que no le importa qué se diga en el Palacio de las Naciones en Ginebra, sabe que cuenta con el “botón rojo de veto” para neutralizar cualquier iniciativa que altere sus planes para Ucrania.

A pesar de ello, Putin no ha logrado impedir la acción internacional, asegura a El Gran Diario de México Bruno Lété, investigador del German Marshall Fund of the United States con sede en Bruselas.

Sostiene que Naciones Unidas no ha permanecido estática ante la agresión de Putin, su contribución ha sido política y de solución de crisis paralelas.

“Su papel no ha sido prominente, pero ha servido hasta ahora como plataforma de los poderes occidentales para presionar a Rusia”, señala.

La más reciente ilustración es la resolución aprobada el pasado 12 de octubre por la Asamblea General de la ONU condenando los “referendos ilegales” en cuatro regiones ucranianas y los intentos de Rusia de anexionarse esos territorios.

La resolución que pide además a Moscú retirar sus tropas inmediatamente y sin condiciones de Ucrania obtuvo 143 votos a favor, cinco en contra (Bielorrusia, Corea del Norte, Siria y Nicaragua) y 35 abstenciones.

El resultado contrasta con la votación similar celebrada en 2014 con respecto a la anexión de la península de Crimea y la violación de la integridad de Ucrania por parte de Rusia. En aquella ocasión fueron 100 votos a favor, 11 en contra, 58 abstenciones y 24 Estados no participaron.

“Nos dice que más y más países condenan la acción de Rusia y que cada vez más está ais- lada en la Asamblea General. Esto tiene enorme significado desde la perspectiva política”, afirma Lété.

La segunda aportación ha sido bajar la presión en los mercados alimenticios. Ucrania es un titán en el mercado global del grano, suministrando anualmente unas 45 millones de toneladas. La invasión rusa frenó la salida marítima y terrestre de la producción, provocando un aumento del precio de los alimentos básicos en el mundo. Un cuarto de los envíos ucranianos antes de la guerra, tenían como destino países con renta baja, como Egipto, India, Bangladesh, Líbano, Yemen, Somalia y Yibuti.

El acuerdo Iniciativa de Granos del Mar Negro, suscrito por Ucrania y Rusia, bajo los auspicios de Turquía y la ONU, reestableció las exportaciones de cereales, otros alimentos, además de fertilizantes.

“Naciones Unidas no va a parar la guerra en Ucrania, pero sí está siendo útil en otros ámbitos y desempeñando un papel paralelo. Es una plataforma política y de discusión, pero desafortunadamente no es una que pueda desempeñar un papel significativo en la solución del conflicto, porque no importa lo que ocurra dentro de la ONU, Rusia tiene la habilidad política de bloquear cualquier solución en contra de sus intereses”, señala el experto en seguridad y defensa.

Johan Verbeke clasifica la guerra de Ucrania como una proxy war, es decir, es en la que un país tercero está siendo utilizado como terreno de combate en una confrontación entre dos actores externos, Washington y Moscú.

Asegura que los rusos recurrieron a la fuerza porque llegaron a la conclusión de que no obtendrían el objetivo político que buscaban por la vía del diálogo, la negociación y la mediación, es decir impedir la occidentalización del país y su eventual ingreso en la OTAN.

Expone que romper el impasse actual requiere de la mediación de un tercero, como podría ser el caso del presidente turco Recep Tayyip Erdogan, quien ha jugado a dos bandas y mostrado cierta neutralidad.

Tampoco puede darse por descartada la iniciativa del presidente Andrés Manuel López Obrador presentada a la Asamblea General, en el sentido de crear una mesa de negociación entre los mandatarios de ambas naciones,

el primer ministro de India, Narendra Modi, el papa Francisco y el secretario general de la ONU, António Guterres. "Las grandes potencias, Rusia, Estados Unidos y China están demasiado involucradas como para salir con una propuesta, por lo que se requiere de un tercero. Naciones Unidas es un actor inevitable en esta problemática por su carácter auténticamente global, por lo que sí veo un papel para la organización en la solución del conflicto [pese a sus limitantes]", indica el antiguo diplomático.



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