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La Esperanza, donde mueren los sueños de salvadoreños

La Esperanza, donde mueren los sueños de salvadoreños


Publicación:31-05-2022
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"Por el tatuaje es que está detenido desde ese día. No lo he vuelto a ver y está muy enfermo", dijo la salvadoreña Verónica Alemán

AN JOSÉ, CR/EL UNI.- Antes de ser deportado por segunda vez de Estados Unidos a El Salvador hace 13 años, el salvadoreño Benjamín Cruz Hernández se resignó a jamás volver a ver a las dos hijas estadounidenses que procreó con una mexicana durante su estadía de casi década y media en Miami, Florida, y decidió dibujarse un tatuaje con los rostros de las dos niñas en la parte superior de un brazo, cerca de un hombro. Sólo por tener tatuajes — uno de los viejos signos de las maras Salvatrucha (MS-13) y Barrio o Mara 18 (M-18)— y en medio de la indiscriminada oleada de arrestos que el presidente de El Salvador , Nayib Bukele, ordenó a partir de marzo para contener la criminalidad, Cruz fue capturado el 8 de abril pasado en su casa del norcentral departamento (estado) salvadoreño de Cabañas y acusado de "agrupaciones ilícitas". "Por el tatuaje es que está detenido desde ese día. No lo he vuelto a ver y está muy enfermo", dijo la salvadoreña Verónica Alemán Ayala, de 44 años y compañera sentimental de Cruz desde hace 13, cuando se le repatrió por última ocasión: "A Benjamín lo deportaron dos veces de EU y en la segunda, hace 13 años, se quedó en El Salvador. Cuando perdió la fe de volver a ver a sus hijas y antes de la segunda deportación, en EU se hizo el tatuaje de ellas: es la imagen de las dos niñas que dejó con su excompañera mexicana. Tiene otro tatuaje cerca de una mano", narró Alemán. "En marzo pasado me comentó su preocupación de que la policía estaba deteniendo a muchas personas sólo por estar tatuadas. Me dijo que iba a usar camisa de manga larga para cubrir el que está cerca de una mano. Le dije que los tatuajes se le veían bonitos, que estuviera tranquilo y que se preocuparan los pandilleros, que sí deben cosas", relató. La pareja desarrolló un negocio de venta de comidas en su vivienda en Cabañas, donde Cruz fue arrestado, tras desistir de acompañar a Alemán a una fiesta familiar por temor a que se le confundiera con un pandillero por los tatuajes de sus hijas, ahora de 14 y 12, y con las que desde hace 13 sólo pudo tener contacto telefónico. Alemán admitió que la esperanza de libertad para Cruz se pierde a las afueras de Mariona, cárcel de El Salvador en cuyo entorno se agolpa en el hacinamiento —y duerme, desayuna, come y cena— un angustiado batallón de madres, padres y parientes de miles de salvadoreños apresados en la batida ejecutada por Bukele. En los alrededores del Centro Penal La Esperanza, en el nororiente de la capital salvadoreña, se congregan los familiares de los presos para denunciar arrestos arbitrarios y clamar por la libertad de sus parientes, en un país sacudido en los últimos dos meses por una de las más graves crisis de inseguridad desde el final, en 1992, de los 12 años de Guerra Civil. "La situación junto a la cárcel de Mariona es de un caos de gente desesperada por tener noticias de sus hijos, esposos, hermanos. Allí uno no puede sobrevivir. Hay demasiada gente. Es un caos en busca de la libertad de nuestros familiares", afirmó, pero el mensaje oficialista sepultó cualquier esperanza.


« El Universal »