Deportes Más Deportes
Se despide Rommel Pacheco en Tokio 2020
Publicación:03-08-2021
TEMA: #JO Tokio 2020
El clavadista terminó en el sexto sitio en trampolín tres metros. “En mí no queda nada, me voy pleno y me voy contento”, asegura.
Rommel Pacheco era una de las máximas esperanzas para México en los Juegos Olímpicos de Tokio para ganar alguna medalla en la disciplina de Clavados, pero el nacido en Yucatán, el experimentado abanderado mexicano en la justa nipona, sí calificó a su Final Olímpica de los 3 metros en Plataforma de Trampolín pero no logró ninguna metal para nuestro país.
El clavadista mexicano había comenzado bien la competencia con un clavado de 3.4 grados de dificultad y terminó la primera ronda en la cuarta posición, a menos de dos puntos el británico Jack Laugher, pero conforme avanzaron las rondas, el mexicano empezó a fallar y poco a poco, su sueño de ganar una presea para México, se esfumó.
Tuvo un segundo clavado de 63 puntos y un tercero de 73, aunque mejoró en el cuarto con uno de 79 y se acercó a unos poco más de 30 puntos del cuarto y quinto lugar, pero un quinto clavado con unos 33 unidades de calificación, esto aunado a un sexto que fue el mejor de su competencia con una puntuación superior a los 96 puntos, le significaron un total de 428.75 unidades.
Tras ese último clavado, toda la gente que estaba dentro del Parque Acuático le aplaudió al mexicano y con ello se despidió de sus últimos Juegos Olímpicos, lo hizo sin alguna medalla en todas sus participaciones, pero se fue con el respeto del mundo entero.
Otro de los que fue homenajeado fue el japonés Ten Kerahuchi, clavadista que al igual que Pacheco, participó en sus último Juegos Olímpicos a sus 40 años de edad.
Al final, la medalla de oro fue para Xie Chiyi de China y la de plata para Wang Zongyuan, también chino, mientras que el metal de bronce terminó siendo para el británico Jack Laugher, clavadista que por cierto tuvo algunos clavados por debajo de lo esperado, pero no fue lo suficientemente penalizado por los jueces.
« El Porvenir / Alberto Cantú »