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Yo soy la resurrección y la vida
Publicación:26-06-2021
TEMA: #Religión
Después de leer el Evangelio de hoy tendríamos que dar otro paso y preguntarnos: ¿Quién es éste que hasta puede dar la vida?
El Evangelio del domingo pasado concluía con la pregunta que se hacían los apóstoles acerca de la identidad de Jesús: “¿Quién es éste que hasta el viento y el mar le obedecen?” (Mc 4,41). Después de leer el Evangelio de hoy tendríamos que dar otro paso y preguntarnos: ¿Quién es éste que hasta puede dar la vida?
Jairo es un nombre para recordar. Si el Evangelio, que es tan parco en estos detalles, sin embargo, nos transmite este nombre, es para que podamos fácilmente evocar el impactante testimonio de fe en Jesús que él nos ofrece y lo imitemos. En su presentación Jairo aparece como un padre amoroso angustiado por la enfermedad terminal de su pequeña hija y dispuesto a hacer cualquier sacrificio por ella: “Llega uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al ver a Jesús, cae a sus pies, y le suplica con insistencia diciendo: ‘Mi hija está a punto de morir; ven, impón tus manos sobre ella, para que se salve y viva’”. Él tiene plena confianza en que Jesús tiene poder para sanar a su hijita y, no obstante ser una autoridad en la sinagoga, no vacila en rebajarse ante Jesús y suplicarle su favor. Jesús accede a la súplica de Jairo y se pone en camino hacia su casa. Para preparar el episodio intercalado de la mujer con flujo de sangre, el Evangelio destaca esta circunstancia: “Lo seguía un gran gentío que le oprimía”.
Ya sabemos que las malas noticias vuelan como el viento: Mientras Jesús se detiene un instante con la hemorroísa, “llegan de la casa del jefe de la sinagoga unos diciendo: ‘¡Tu hija ha muerto!’”. Habría bastado que dijeran esto; pero ellos se permiten dar instrucciones convencidos de que ante la muerte ya Jesús no tiene nada que hacer: “¿A qué molestar ya al Maestro?”. Debió ser un mensaje dicho al oído. Pero Jesús lo escuchó y se adelanta a asegurar a Jairo de que ante la muerte de su hijita él tiene algo que hacer, a condición de que Jairo siga creyendo: “No temas; solamente ten fe”. ¿Fe en qué? En que el poder de Jesús vence la muerte y da la vida.
La hija de Jairo estaba bien muerta y en esa casa ya estaban en pleno desarrollo los ritos fúnebres. Jesús no quiere hacer ostentación de su poder y por eso, modestamente, afirma: “La niña no ha muerto; está dormida”. Es obvio que está muerta y “se burlan de él” como de quien es incapaz de captar la realidad. Jesús llega ante la niña muerta y le da una orden, que debió ser impresionante, tanto que el evangelista la transmite tal como sonó: “Talitá kum”, aunque él mismo la traduce: “Muchacha, a ti te digo, levántate”. Al instante la niña se levantó y se puso a andar, porque tenía doce años. Los mismos que recién se burlaban de Jesús, ahora ya no se burlan, sino que “quedaron fuera de sí, llenos de estupor”. La fe de Jairo en el poder de Jesús obtuvo la vida de su hija. Este episodio es un anticipo del desenlace final de la historia: “Llega la hora en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la oigan vivirán” (Jn 5,25).
En el episodio de la mujer que sufría flujo de sangre también es ejemplar su fe. Ella es anónima; pero es la única que mereció ser llamada por Jesús hija: “Hija, tu fe te ha salvado”.
« Redacción »