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Resurrección de Fábulas y Misterios

Resurrección de Fábulas y Misterios


Publicación:17-04-2022
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A todo hombre le llega el momento de buscar a Dios. Algunos ya no lo recuerdan, porque ocurrió en la infancia; otros lo olvidan

El Evangelio según Samuel

Carlos A. Ponzio de León

A todo hombre le llega el momento de buscar a Dios. Algunos ya no lo recuerdan, porque ocurrió en la infancia; otros lo olvidan, porque Dios les ayudó en su oportunidad, y al hombre le es fácil olvidar y ser desagradecido. Pero, para los más, la búsqueda los habrá marcado para siempre, porque presenciaron el funesto silencio divino que marca el compás de una solución que nunca llega, que no arriba para resolver nuestros problemas. Abandonados, como si hubiésemos sido clavados en una cruz, muchos concluyen que de Dios no puede esperarse nada, que el hombre debe actuar por sí mismo, reaccionando siempre en defensa propia. Y tarde o temprano, quizás, caen en una trampa. Pero yo, Samuel, que he visto a Dios como las llamas del sol, que lo he sentido en la piel como el fuego de una zarza que nos calcina en el centro del infierno, puedo dar mi propia versión de la historia de Jesucristo, que he presenciado en visiones, y de la que no dejo testimonio de manera anónima, a diferencia de lo que hicieron los verdaderos autores de los Evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan.

El día denominado Jueves Santo, de la última cena, mientras Jesús era arrestado por el Ejército del Sanedrín en le huerto de los olivos, y habiendo sido identificado por el Beso de Judas, en ese mismo momento, miembros del mismo ejército o del romano, allanaron el hogar de María, madre del Mesías, y encontrando en la casa únicamente a una niña de once años, hermana del Señor, en un arrebato de la turba, la desnudaron, la tumbaron en una mesa, y violaron su cuerpo para finalmente atravesarlo ´con una espada, desde la entrepierna hasta la cabeza.

Al día siguiente, Viernes Santo, Jesús fue crucificado, como relatan los Evangelios. Ahí estuvieron presentes, varias de sus mujeres. El Señor, en el lapso de los días hasta el Domingo de Resurrección, habría de morir tres veces. La primera, en la cruz, como relatan los Evangelios. Un ángel estuvo ahí presente, y es quien da testimonio de lo escrito aquí, y dice haber presenciado la historia, porque sabe exactamente la manera en que Cristo fue crucificado. De tres maneras se le representa en la Cruz. Con los brazos estirados: encima de su cabeza; con los brazos estirados: a la altura de sus hombros hacia su costado; y con los brazos estirados hacia arriba: en un ángulo de cuarenta y cinco grados.

Luego de haber sido llevado a su tumba por sus discípulos más cercanos y las mujeres del mismo Cristo, ellos, más no ellas, permanecieron dentro del sepulcro, pues de ninguno era desconocido que el Mesías resucitaría pronto. Sin saberse con exactitud el tiempo transcurrido, Jesús resucitó ante la mirada de los presentes. Y uno de ellos, al ver el milagro y envenenado por la envidia, se lanzó sobre el cuerpo debilitado de Jesús y con cuchillo atravesó su corazón. Esa fue la segunda muerte del denominado Cristo, Rey de los Judíos. Abatido el discípulo poseído por el demonio, el resto recostó al Señor nuevamente en su lugar de reposo. El Domingo, denominado de Resurrección, Jesús volvió a resucitar.

Vivió una larga vida, junto a sus mujeres y algunos de sus discípulos, hasta que murió y sus restos fueron enterrados en lugar secreto de la isla de Sicilia.

Poncio Pilatos, quinto prefecto de la provincia romana de Judea, dio testimonio escrito sobre la resurrección del Mesías, y fue venerado como Santo por las primeras iglesias cristianas. Costumbre que se ha mantenido hasta nuestros días en algunas iglesias del mundo, sin haber sido erradicada del todo, por intereses secretos que dominan la iglesia católica desde hace siglos. Jehová, ante el rechazo recibido por su hijo, de parte de su pueblo elegido, permitió que Poncio Pilatos y su descendencia expiaran el pecado de su nación, y dictó lo que los sabios del pueblo judío saben en secreto. para que se cumpla lo que dijo el profeta.

Porque los profetas continuaron prediciendo bajo título de poetas, dramaturgos y novelistas. Y así, quienes han seguido la cuenta de la descendencia de Pilatos, saben que esa descendencia deja evidencia escrita de su vida, porque ahí estará el camino para la salvación de ese su pueblo. Y así podrá cumplirse lo que dijo el poeta: “Xólotl el perro guía del infierno / el que desenterró los huesos de los padres / el que coció los huesos en la olla / el que encendió la lumbre de los años / el hacedor de hombres / Xólotl el penitente /”.

Perdonar es amar: Mirar con ojos buenos.

Olga de León G.

 

PRELUDIO. -

          Días de recogimiento, de silencio, de soledad aun en compañía: Días de dolor y tristeza involuntarios, de aceptación y resignación; y a la vez, de lucha, de contradicción y olvido de todo lo negativo para que solo prevalezca el bien. Días diferentes… Y, a la vez, los mismos días desde hace un año. Días de cuaresma y de espera en oración o reflexión, de ruego y de imploración: Señor sánalo y permítele seguir entre los suyos, así pensaba y decía, esa mujer que ya no asiste a los templos o iglesias, pero su espíritu vive en ellos.

…..

CUENTO:

          La hormiguita se cansó de esperar a que pasara la procesión y con ella su eterno amigo, el elefantito azul. No sabía que día era, la fiebre le había enrevesado las cuentas y los días de las semanas y los meses.

          Era un día muy soleado, de la última parte de la primavera, los días nublados, grises y con vientos y polvaredas ya habían pasado. Era cualquier día de junio en su primera semana. Y, el elefantito no llegaría, andaba en la India viviendo nuevas aventuras que le enseñaba un domador de circo. Allí fue a dar, sin proponérselo, cuando se quedó dormido esperando a su amiga la hormiguita colorada.

          Bajo la carpa donde el elefantito dormía, había desarrollado la costumbre de hacerlo hasta por cuatro o cinco horas, la seguridad que le inspiraba estar en un lugar tranquilo y cómodo, había logrado eso. En la selva, el elefantito azul y todos los demás elefantes, solo dormían dos horas. Eso sí, aquí como allá, lo hacía acostándose, estirándose cómodamente sobre la tierra, nunca de píe.

          Poco más de cinco meses llevaba fuera de su hábitat natural, y cada día extrañaba la hierba fresca, los lagos o riachuelos; y, a sus amigos, entre ellos, especialmente a su fraterna hormiguita colorada. Esa tarde, en la que su entrenador le dijo al dueño del circo, que no podría quedarse… El elefantito aprovechó para escapar. iría en busca de su amiga.

Tardó casi un año y dos trasatlánticos, en llegar hasta América, pues una vez se equivocó y subió a un barco que iba hacia una isla cerca de Grecia, donde se quedó por algún tiempo, tomando cursos de Filosofía para la reflexión, el autocontrol de las emociones y la vida en paz consigo mismo y los demás. Aprendió mucho y ya quería compartirlo con su amiga, la hormiguita colorada.

Por fin, puesto en la ruta correcta, llegó al Continente joven, a su amada casa, la selva tropical. De inmediato se informó, dio santos y señas y le dijeron como llegar a ese rincón hermoso en el que la hormiguita y el elefantito se veían por lo menos tres o cuatro veces al año. Ahora tenían más de dos años de no verse.

La pandemia parecía ir acabándose, no así los hábitos aprendidos durante ellas, pues no fue una sino tres o cuatro clases o generaciones de pandemias, las que el mundo había vivido. Se había mermado su población, por lo que la sana distancia y los tapabocas, y el aseo frecuente y constante se habían quedado para siempre entre los humanos.

 Muchas hormiguitas murieron en ese tiempo, otras mutaron su apariencia, pero la hormiguita amiga del elefantito, seguía siendo la misma: alegre, pizpireta, leal, callada cuando nada tenía que decir, y aguerrida y valiente ante las injusticias y el sufrimiento, por ser divergente, diferente, no conformista y rebelde, en una palabra: por pensar por sí misma.

Así que el elefantito no tardó en encontrarla, solo un par de meses más, desde su arribo a tierra firme. Enterado de que se convocaba a una Asamblea en el Centro de reuniones de todos los animales de la selva, nuestro amigo enfiló su enorme pero apretadito y fino trasero (ninguno en la selva caminaba más elegantemente que el elefantito azul), hacia allá:

Con la mirada puesta en la tierra y el pensamiento elevado en plegaria hacia el cielo, caminaba con mucho tiento y cuidado que no quería aplastar a ningún insecto o pequeño congénere de la selva.

Y allí estaba, ¡la hormiguita iba presurosa abriéndose camino entre pocitos, hojas secas!… De pronto, ella ve al elefantito y le grita que se detenga y baje la trompa, para subir hasta su oreja: costumbre añeja de como la hormiguita viajaba, cuando se encontraba con su fiel amigo.

Una vez acomodada, la sonrisa del elefantito, lo dijo todo. No hubo necesidad de explicar su ausencia, ni de pedir perdón por no haber estado con ella en todo este tiempo… Ya tendrían oportunidad para aclarar las razones. Por ahora, bastaba con entender que: “Perdonar es amar: Mirar con ojos buenos”. Y ambos se miraron de nuevo, como si el tiempo no hubiese pasado entre ellos.

         



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