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Reflexiones a medio andar

Reflexiones a medio andar


Publicación:02-01-2021
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Camina lento. Pero ya está aquí, dispuesto a esforzarse para aprovechar la oportunidad y cumplir las promesas que, dentro de él, ha sembrado: su creador

 Aventuras en busca de cambios

Carlos A. Ponzio de León

Algo arribó al mundo con el sonido de un trueno: que fue directo a estrellarse contra un cerro, haciendo un hoyo: como aerolito que atraviesa una tela de polipropileno, o el humo arrojado por la chimenea de un viejo tren. 2021 venía corriendo: de la casa donde cada año, se fabrican los años nuevos.

Un día antes de llegar al mundo, fue preparado con cuidado por el creador: en el horno de su vieja estufa, la cual, de tanto uso, ya estaba a punto de explotar. Recién fabricado, el nuevo año fue colocado en un banco alto, de tres patas, que se balanceaba sobre la cuarta: una improvisada mediante columna de cubrebocas KN95.

“Tengo que explicarte algunas cosas, antes de que llegues al mundo”, le dijo su creador. Le habló de historia: De la erupción volcánica en el lago de Toba, de la Peste Negra, de la viruela traída de España a América, de las inundaciones del Río Amarillo, de la influenza española de 1918 y de las Guerras Mundiales. “Vas a llegar a un mundo donde hay una catástrofe. Necesito que, hoy por la tarde, tengas una charla con el año viejo. Luego, te me vas al mundo y en 365 días, te espero de regreso. 

2020 y 2021 fueron juntos a tomarse un té, sin cafeína. El año nuevo no podía creer lo que escuchaba: su compañero le explicaba sobre Covid-19 y las muertes que estaba causando. 2021 se sintió indeciso. No quería cumplir su destino. Él prefería esperar unos meses, a que las nuevas vacunas desarrolladas probaran su eficacia, a que la situación mundial fuera más normal. Él prefería no ser parte de la historia de la enfermedad.

Dicen los que saben, que el año nuevo entró en depresión profunda, y el día último del año, fue a esconderse en un cuarto oscuro que el creador tenía olvidado en su propio hogar. Nadie daba con él. Le gritaban y gritaban, para encontrarlo. “Ya van a dar las campanadas”, se escuchaba decir a todos los años viejos en el palacio. El tiempo se acortaba y nada indicaba que 2021 fuese a aparecer.

Dicen los que saben, que 2020 tuvo que esperar. Que la gente en la tierra no brindó con euforia, ni con mucha enjundia. La esperanza, dormida en sus aposentos, ni siquiera supo que 2020 terminaba. Recibió el cambio de mes, sin ser molestada. La situación comenzó a volverse desesperante para el año viejo, el día 03 de enero. El 2020 ya estaba cansado; deseaba retirarse. El creador mandó traer a Santa Claus y sus renos al palacio, para que le ayudaran a encontrar al año nuevo. Buscaron en los jardines, en las piscinas, en el cuarto de creación de los días domingo, en las habitaciones de los años bisiestos, en las recámaras de los recuerdos. Pero 2021, no apareció.

Entonces, al creador se le ocurrió mandar traer equipos y consolas de sonido, y los mejores micrófonos. Sus ayudantes se encargaron de colocar grandes bocinas por todo el alcázar. Cuando cada uno estuvo en su lugar y con los amplificadores encendidos, el creador comenzó a hablar. “Querido Año Nuevo: Tú ganas. Me dejas, únicamente, dos opciones: O creo un nuevo Año Nuevo, o si apareces, te daré oportunidad para que cambies la situación en el mundo”.

“Tomaré mi tiempo para explicarte. Tendrás la posibilidad de ser más afortunado que 2020. Te daré ocasión para que quizás te recuerden como el año en que la pandemia concluyó. En el que la gente renació. Podrías traerle esperanza a la humanidad. Parte estará en tus manos: lograr lo que te propongas”. Y el creador hizo una pausa; pero nada se escuchó. Nadie se movió de su lugar; ni siquiera la palabra ápice cambió de significado.

“En tu reinado, la gente podría tomar las más grandes decisiones de su vida. Muchísimos podrían transformar la tragedia en oportunidad. Ningún otro año, en tanto tiempo, podría ver tantos comienzos como tú; conocerás la fe y la esperanza de manera personal. La vida podría adquirir un nuevo significado para algunos. Podrían romperse récords, cumplirse sueños, escribirse nombres en el libro de las innovaciones. Habrá gente que llorará de alegría cuando, nuevamente, pueda reunirse y dar un abrazo sin miedo. Algunos darán gracias como nunca, por haber sobrevivido, por seguir viendo a los suyos. De otros surgirán las obras más bellas vistas en décadas, al nacer transformadas de sus pérdidas. Podrías dar cabida a una nueva compasión”.

Un chasquido se escuchó a lo lejos, donde una luz tenue se encendió en palacio…

Llegó tarde. 2021 llegó tarde, golpeado y cojo por el trancazo de su llegada al mundo, contra el cerro. Camina lento. Pero ya está aquí, dispuesto a esforzarse para aprovechar la oportunidad y cumplir las promesas que, dentro de él, ha sembrado: su creador: el mismo tiempo.

Vuelo compartido 

Olga de León G.

Hoy escribiré una reflexión sobre el pasado reciente y el presente que está por ser: ¿será un futuro prometedor?, o una realidad que no habrá de cumplirse. No lo sé. Tengo mis razonables dudas.

Ha habido momentos en la historia que pareciera que el tiempo camina a diferentes velocidades: muy lento, o casi volando. ¿Habremos aprendido algo en un año, que nos haga cambiar y hermanarnos incluso con los que piensan diferente a nosotros? O, seguirá reinando la ignorancia, la ambición por el poder, la envidia y la guerra del hombre contra el hombre. 

¡Cuánto anhelo poder responder: no! ¡Qué mis augurios sean cálculos de filósofa fallida, pesimista y melancólica! He aquí mi reflexión:

......

El avión estaba detenido entre las nubes. Quizás el piloto esperaba alguna instrucción desde tierra. Iba solo, sin pasajeros, apenas se dirigía a recoger los que llevaría en este su primer vuelo. En la pista lo esperaban con gran emoción, y particularmente con una cierta ansia por viajar, por encontrar mejores oportunidades.

Lentamente, el avión empezó a moverse, y descendió lo suficiente para ser visto desde tierra. La gente se reanimó, y más cuando les avisaron que su vuelo saldría “a tiempo”. La tristeza fue desdibujándose de sus miradas y rostros. 

Entre tanto, uno de los pasajeros que dudaba si subir o no al avión, se escondía de las miradas curiosas. No deseaba ser comidilla de nadie. Sabía cuál era su destino, y no deseaba retrasar su partida.

Esperó que anunciaran el abordaje. No hizo fila como el resto de los pasajeros. Solo observó cuando nadie más quedaba en espera y rápidamente se acercó a la puerta para entrar; por poco se la cierran en sus narices, pero él gozaba de ciertas influencias y pasó sin siquiera identificarse. Se sentó al frente. Era de avanzada edad y lucía muy cansado, así que lo acomodaron en Primera clase.

Nadie aparte de la tripulación notó su presencia. Salvo un niñito que estaba sentado también en Primera clase. El niñito le sonrió, no sin cierta tristeza en su mirada, y solo atinó a decirle: por favor ya no viajes, no conmigo, me arruinarás lo que todos los pasajeros esperan encontrar a mi lado, cada día. Ten piedad de los humanos, han sufrido demasiado.

El anciano que se había escabullido hasta allí sin boleto para abordar, y sin más maleta que todo lo que con él llevaba en su propio cuerpo, le sonrió con sarcasmo al niñito y le dijo: ¿acaso crees que ya han aprendido alguna lección de vida que los guarde de calamidades mayores a las mías? Cómo se ve que no tienes experiencia, ¡bebé! ¿Los has escuchado decir -comenta el anciano- que me agradecen porque conmigo aprendieron mucho? Pues mienten, y se engañan por un momento. Ya tú lo verás.  Volverán a sus andadas: serán de nuevo lobos que competirán por ir a la cabeza de lo que sea que para ellos es el éxito. La lección no ha terminado aún. No señor.

Y, el recién nacido no pudo hacer más nada que llorar, y llorar. Lloró porque temía que la humanidad realmente no hubiese cambiado. Que solo hubiesen entrado en una pausa momentánea, como el avión, cuando se detuvo en el cielo.

Triste realidad. Ni las calamidades de los contagios en esta pandemia que aún se padece, ni las muertes sufridas en el seno de muchas familias, lograrán que los hombres cambien, insistía el año viejo. Dentro de unos meses habrán olvidado lo sufrido. Ni la amenaza de muerte los detendrá: pagarán el precio del poder, desde la perspectiva del que todo lo ve con lente material y deshumanizada.

Afortunadamente, exclamó el recién nacido, el sol alumbrará cada mañana, las flores lucirán sus colores y los sonidos del viento se volverán sinfonías de esperanza para los hombres de noble corazón y los que humildemente aman, porque no saben guardar rencores ni odios; y el orgullo no anida en sus corazones.



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