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´¿No deberías haber tenido compasión?´

´¿No deberías haber tenido compasión?´


Publicación:08-10-2023
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Hoy celebramos la hermosa diversidad de los pueblos que conforman la familia de Dios

Hoy celebramos la hermosa diversidad de los pueblos que conforman la familia de Dios en la Arquidiócesis de Los Ángeles y en las Diócesis de Orange, San Bernardino y San Diego.

Y nos encontramos todos reunidos aquí hoy porque compartimos una misma perspectiva y esperanza. Nos une una misma causa de forjar un hogar para todos los pueblos, naciones, razas y lenguas.

Jesús dijo que Él fue enviado a este mundo por el Padre, y que el Padre lo envió para unir en Él todas las cosas, las del cielo y las de la tierra. Dijo también que el Padre lo envió "para que todos sean uno" bajo la protección del único Dios que nos creó a todos.

Así es el corazón de Dios; esto es lo que Él quiere para Los Ángeles, para el sur de California, para Estados Unidos y para el mundo. Y esto es lo que desea también para cada uno de nosotros.

Lo que nos hace a todos ser uno es que fuimos creados por Dios y salvados por medio de Jesucristo. Tenemos un Padre en el cielo, el cual nos ha mostrado su misericordia y nos ha hecho hermanas y hermanos en la tierra a través de Jesús.

Ese es el hermoso mensaje que nos transmiten las lecturas de la Sagrada Escritura de hoy. En el pasaje del Evangelio de este día, escuchamos que se dijo: ¿No debías tú también haber tenido compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?"

Esas palabras del Maestro, que aparecen en la parábola de Jesús, están dirigidas a ustedes y a mí. Pero hoy están también destinadas a los líderes que nos rigen en este país.

Éste ha sido otro verano de frustraciones, que forma parte de otro año frustrante para todos los que estamos esperando una reforma migratoria. Desde la frontera se está enviando gente a todo el país, pero no existe absolutamente ningún plan para acogerlos ni para establecerlos aquí.

Todos estamos trabajando juntos para darles la bienvenida y ayudarlos con sus necesidades, pero nuestros líderes parecen estar solo a la espera en lugar de unirse para arreglar nuestro fallido sistema de inmigración.

Por eso, las palabras de nuestro Señor se dirigen en este día a todos, incluyendo a nuestros líderes políticos, diciéndonos: "¿No debías tú también haber tenido compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?"

Hoy oramos por nuestros líderes, como lo hacemos todos los años en esta Misa. Y este año nos comprometemos una vez más a seguir buscando justicia para los inmigrantes.

En esta Eucaristía de hoy, le pedimos al Señor que nos dé la fuerza para superar nuestras frustraciones ante la situación que están viviendo nuestros hermanos y hermanas.

En el Evangelio de hoy, Jesús le dice a Pedro que debemos de perdonar a los que nos ofenden hasta "setenta veces siete", es decir, siempre, todas y cada una de las veces que nos ofendan.

En esta parábola de hoy Jesús nos dice que su misericordia no conoce límites. Y la nuestra tampoco debería tenerlos, mis queridos hermanos y hermanas. Su misericordia hace de todos nosotros una sola familia. Y así como nuestro Padre es misericordioso con nosotros, nosotros debemos ser misericordiosos unos con otros.

Cada vez que nos acercamos al altar, recordamos la misericordia de nuestro Señor y nos damos cuenta de que somos como ese siervo de la parábola de hoy. Nunca podremos pagarle a Jesús lo que le debemos.

Él nos amó y se entregó por nosotros en la cruz. Y por su amor, sigue entregando su vida por nosotros en el pan y en el vino, en el sacrificio de cada Misa.

En este altar, Jesús está compartiendo con nosotros su cuerpo y su sangre. Eso significa que cada uno de nosotros posee ahora dentro de sí la vida divina, que habita dentro de nosotros. Así que la vida que vivimos ahora es la vida de Él, no la nuestra.

Puesto que somos del Señor y ya que tenemos su vida en nuestro interior, contamos con la capacidad de poder amar como Él ama y somos capaces de poder perdonar como Él perdona.

Agradezcámosle, pues, a Dios que nos haya salvado y redimido con su amor en la cruz, mis queridos hermanos y hermanas.

Pidámosle que nos dé una mirada nueva que nos permita darnos cuenta de que cada persona es alguien como nosotros, es decir, una persona a quien se le ha mostrado misericordia, a quien se le ha perdonado una deuda que nadie de nosotros podríamos jamás pagar.

Y pidámosle a Nuestra Señora de Guadalupe que nos cubra, a cada uno de nosotros, y a todos nuestros seres queridos, con el manto de su tierno cuidado, especialmente a aquellos que están sufriendo debido a la crueldad de nuestro fallido sistema de inmigración.

Que Nuestra Señora nos ayude a siempre estar conscientes del amor que su Hijo nos tiene. ¡Y que ella nos ayude a crecer en nuestro amor a nuestros hermanos y hermanas!



« Redacción »