banner edicion impresa

Cultural Más Cultural


Morir para dar vida

Morir para dar vida


Publicación:20-03-2021
++--

En el Evangelio de este V Domingo de Cuaresma Jesús anuncia abiertamente la inminencia de su muerte

En el Evangelio de este V Domingo de Cuaresma Jesús anuncia abiertamente la inminencia de su muerte. Antes, en diversas ocasiones, los judíos habían intentado matarlo, pero esos intentos había fracasado, porque, según explica el evangelista, “todavía no había llegado su hora” (Jn 7,30; 8,20). Ahora Jesús declara: “Ha llegado la hora”. Ahora esos intentos alcanzarán su objetivo.

Jesús explica el sentido de su muerte próxima tomando una comparación de la naturaleza: “En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y no muere, queda él solo; pero, si muere, da mucho fruto”. Aplicada a la vida humana, es-ta afirmación es tan contraria a nuestra inclinación natural y tan incomprensible para nuestra inteligencia, que Jesús la hace preceder de la fórmula propia de la revelación: “En verdad, en verdad os digo”. Nos está revelando algo: no se da vida, si no se muere.

Al ser humano le ha sido dada esta vida terrena por un breve lapso de tiempo –difícilmente supera los noventa años- y ella es susceptible de ser vivida en el egoísmo o en el amor. ¿De qué depende una u otra alternativa? Depende de lo que cada uno haga con su vida. Si alguien quiere disfrutar cada minuto de su vida sirviéndose de las cosas y de las personas como objetos de su propio placer, será infecundo y quedará sumido en la soledad propia del egoísmo; al final, inevitablemente perderá su vida, porque “el que ama su vida, la perderá”. En cambio, si alguien entrega su vida, olvidándose de sí para procurar el bien de los demás, será fecundo, es decir, dará origen a mucha vida; y esta vida propia que ha entregado no la ha perdido, sino que la ha guardado para recuperarla eternamente, pues “el que odia su vida en este mundo, la guardará para una vida eterna”.

Esta enseñanza de Jesús nos permite discernir qué hay en el fondo de la mentalidad anticonceptiva que se está difundiendo en nuestra sociedad y que en estos últimos días se ha hecho más evidente con el anuncio por parte de las autoridades de la difusión de la “píldora del día después”. Se trata de negarse por todos los medios a dar vida, incluso eliminando en su inicio la vida ya concebida, es decir, optar por la infecundidad. Es que la fecundidad se opone el goce egoísta y obliga al compromiso; la fecundidad exige entregar la vida. Con la campaña anticonceptiva, en realidad, se difunde el modelo de “granos de trigo” que no quieren morir; su destino es quedar solos. Así comprendemos cuán opuesta es esa mentalidad a los valores del Evangelio.

Según la enseñanza de Jesús el amor verdadero no existe, si no se entrega la vida. Él establece una ecuación entre el amor y la entrega de la propia vida cuando dice: “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos” (Jn 15,13). Y el mismo apóstol Juan asegura: “En esto hemos conocido lo que es el amor: en que él dio su vida por nosotros. También nosotros debemos dar la vida por los hermanos” (1Jn 3,16). En los días de la Semana Santa que ya se acercan vamos a con-templar el amor que nos ha tenido Jesús. Él dio su vida para que nosotros vivamos, para que nosotros tengamos vida eterna.



« Redacción »