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La mala conversación

La mala conversación


Publicación:01-01-2022
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Así nos va: tras dos mil años de conversación continuamos silenciando lo que de verdad importa

La madre de Sócrates fue comadrona, por lo que él supo desde niño que la vida se arranca de las entrañas con delicadeza y determinación. Y decidió hacer lo mismo con el conocimiento sirviéndose de la ma­yéutica, un método según el cual sus interlocutores indagaban en sí mismos hasta parir una idea, una metáfora todavía en uso, igual que decimos “¡menudo parto!” al culminar un trabajo arduo y laborioso.

“Para que nazcan las ideas se requiere una partera. Ese fue uno de los mayores descubrimientos jamás realizados”, señala Theodore Zeldin en su ya célebre y deliciosa Historia íntima de la humanidad (Plataforma Editorial), donde evoca al padre de la ética como un incansable interrogador que únicamente inventó la mitad de la conversación, ya que, sin respuestas, las preguntas no son más que apuntes para el diálogo. La conversación completa fue cosa de mujeres desde el Renacimiento, y en el XVIII, las salonnières eclosionaron: abrían sus casas para que hombres y mujeres inteligentes reaccionaran ante el efecto de la palabra cruzada, aunque según un misógino Voltaire eran “mujeres que en el ocaso de su belleza necesitaban hacer brillar el aura de su ingenio”. Los salones acabaron por ser aburridos porque la vanidad los pervirtió, pero hoy seguimos admirando aquella tradición de nuestros antepasados que se perdían en coloquios sin un fin concreto, un arte efímero cosido de percepciones, reflexiones, agudeza y humor.

España es un país donde se conversa poco y se discute mal, porque la perspectiva del otro incomoda y solivianta. Por ello, uno de los consejos más universales ha sido el de hacerse el tonto –máxime si una es rubia– a fin de no arriesgar alumbrando ideas para no levantar suspicacias ni envidias. Pasar inadvertidos, y hablar, como decía un escritor inglés, como el papel pintado. Así nos va: tras dos mil años de conversación continuamos silenciando lo que de verdad importa.



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