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La incandescencia solar

La incandescencia solar


Publicación:03-03-2024
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Los sueños son reproducciones de anhelos no realizados, o de frustraciones del pasado, que no encuentran salida a sus pesares

Los años perdidos

Olga de León G.

¡Cuándo terminará esta larga pesadilla! Parece eterna. Como si cada día empezara y nunca acabara; llega la noche y al ir a dormir, la historia se repite hasta el infinito. Recuerdo los tiempos en que dormir era un remanso de paz y quietud para mi mente y mi cuerpo. Anhelaba ir a la cama con cierta somnolencia que ya cargaba sobre mis hombros desde hacía al menos media hora. Ponía mi cabeza en la almohada y en menos de tres o cuatro minutos ya estaba en brazos de Morfeo, soñando plácidamente en cualquier cosa agradable y compañías gratas, o nada que pudiera recordar... No quería despertar, solo seguir durmiendo para tener esos sueños hermosos que me transportaban en el tiempo y me hacían desear nunca despertar. Pero, si, cumplido el plazo de las fantasías, me despertaba, lo hacía sonriendo y con la sensación del haber tenido solo dulces y magníficos sueños.

Ayer, curiosamente, me soñé otra, una mujer extraña, en un cuerpo hermoso y con ideas que sabía no me pertenecían: eran pensamientos de otra persona. Qué de sensaciones locas se tienen mientras se duerme o dormita, pero, peor es cuando se tienen despierta y totalmente cabal de que algo extraño está sucediéndonos y no podemos ni cambiarlo ni desecharlo, siendo horrible y muy estresante comprender eso cuando creemos que es real lo que soñamos y no sabemos que no estamos despiertos.

Por ejemplo, hace unos días, tres o cuatro, soñé que moría; luego, al día siguiente me soñé muerta, y hoy me doy cuenta de que solo fueron pesadillas. Seguramente producto del estrés por el que estoy pasando desde hace más de dos años. He tomado una decisión, ir a terapia o escribir día tras día, lo que sueño. Iniciaré con esta segunda idea; si me da buen resultado, si mis pesadillas van desapareciendo y duermo más horas de sueño profundo, sin recordar los sueños, entonces seguiré con la técnica de escribir lo que sueño... Además, resultará muy barato.

En la última visita que hice al médico familiar de mis Servicios médicos, le pedí al joven facultativo que me diera pase para el Geriatra, que prefería consultar con un Geriatra que con un Psicólogo y menos con un Psiquiatra... No quiero medicamento que me atolondre y me haga olvidar lo que sueño, puede serme útil, me puede servir de materia prima para nuevas historias o cuentos. Al médico general, se le pasó darme el pase, o quizás se deba a que él piensa que necesito más ver al Traumatólogo y considerar la posibilidad de recibir fisioterapia... Sí, de acuerdo, sé que me hace mucha falta, pero también sé que no podría cumplir con las citas al fisioterapeuta... Pues, quién cuidaría de mi amado esposo, mientras yo me tomo dos horas y media para ir a tomar la terapia y regresar a casa: no tengo opción: o es él o soy yo: ¡él, definitivamente!

Así es. Y, creo que esta es mi peor pesadilla: estoy enajenada, soy cautiva de mi tarea impuesta voluntariamente: ¡Cuidadora de mi amado paciente!

- Los sueños son reproducciones de anhelos no realizados, o de frustraciones del pasado, que no encuentran salida a sus pesares. 

- Pero, por Dios, si eso son las pesadillas...

      En un monólogo interior, ella afirmaba categóricamente, o se preguntaba con una frase retórica... como quien quiere y no, saber la respuesta.

      Llovía a cántaros, la intensa lluvia golpeaba mi rostro al mismo tiempo que mi llanto brotaba de mis ojos e inundaba el rostro recorriendo de la cuenca de mis ojos el largo trecho de las mejillas al cuello, para irse a enterrar en el escote que dejaba ver una pequeña parte de mis pechos: blancos como el migajón de pan e igual de blandos.

No, no estaba soñando. Tan solo tuve una reminiscencia de la triste historia que me contó mi nana, mientras me hundía en vehemente plegaria con la mirada elevada al cielo y los pensamientos puestos en el lecho de muerte que me acompaña noche a noche mientras duermo.

Amor no te vayas mientras sueño, si mis sueños no son contigo. Aguarda un poco por mí. No tardaré en dormirme y nuevamente soñaré que no muero, solo duermo mientras tú lo haces... Mientras tú partes para Comala. Yo llegaré de paso a Luvina y te prometo que no dictaré cátedra alguna, tan solo ayudaré a Agripina a que encuentre un rincón de paz, dónde dormir un rato... Mientras amanece y tú me plantas un beso en cada mejilla y en la frente. 

      Amor, déjame dormir despierta, porque si sueño dormida, no me despertaré al día siguiente.

      

      

Hacia una nueva religión

Carlos A. Ponzio de León

      

      La idea nació en un café que a la vez: era librería, en la colonia Condesa de la Ciudad de México. Llevaba un año pintando y quería organizar una exposición. ¿Cómo lograr que la gente acudiera a semejante evento: de un pintor que pinta sin saber pintar? Me encontraba sentado frente a una mesa redonda del segundo piso, junto al escritorio de informes del café-librería, con Billie. Yo bebía mi segunda cerveza de la tarde y ella un té caliente. Seguramente compartíamos un pastel. ¿Pie de queso con nuez de macadamia garapiñada y salsa de cajeta?

      Billie me preguntó: ¿por qué no invitas a la gente a la exposición para que escriba sobre tus pinturas? El proyecto habría de volverse colaborativo en muchos sentidos. Lancé una primera convocatoria para que la gente escribiera una carta, dirigida a alguien a quien tuviera mucho tiempo de no ver, explicando al destinatario: qué había visto, qué había escuchado, qué le había tocado vivir. Al final, el autor debía dar una respuesta dirigida a Dios, o a la naturaleza, o al receptor de la carta, ante la pregunta: ¿Qué significa estar vivo? Me parecía que era el tema básico de todo arte. ¿Me equivocaba? Había más.

      Recibí cerca de trescientos textos de autores residentes en una decena de países latinoamericanos e incluso de hispanoparlantes en Europa y Estados Unidos. Una cómplice de un verano sugirió ideas para complementar el proyecto: meter las cartas en sobres y entregarlas a la gente en las calles, así como filmar un vídeo y exponer fotografías. 

      Fue entonces que viví un evento psicótico que interrumpió mi trabajo; pero, al cabo de dos meses, abriría las puertas para que la idea se expandiera en la forma de un nuevo rito. ¿Para una nueva religión?

      Varias coincidencias llevaron el proyecto a arrancar en Tlaxcala y luego en la Ciudad de México. De Tlaxcala había llegado una invitación para colgar pinturas y cartas en las paredes de una universidad privada e impartir una conferencia. Hubo medios de comunicación involucrados. En la primera plana de los periódicos apareció el evento al día siguiente. En la Ciudad de México, la invitación fue para que leyéramos las cartas en un concierto con público, sin colgar pinturas.

      Llevaba unos años tocando e improvisando jazz con un amigo, en reuniones de fin de semana que eran auténticas orgías de literatura, música y poesía, y en las que tampoco faltaba el alcohol. Le pedí que tocáramos aquella noche en Casa del Tiempo. Cuando los escritores se enteraron, una de las autoras se ofreció para leer las cartas seleccionadas para esa noche. (Ella sería acreedora al Juan Rulfo de primera novela). Del centro cultural vino la iniciativa para que, durante el concierto, la gente pudiera escribir su propia carta y al final, nos la entregara y organizáramos un segundo evento para leer las nuevas cartas, escritas aquella noche.

      Entonces invité a Rubén Castillo; primerísimo actor. Dudoso, se envalentonó. Había recorrido cierta trayectoria en el mundo del teatro capitalino. Mientras nos tomábamos unas cervezas en San Ángel, me preguntó: "Carlitos, ¿estás seguro de que no nos vamos a convertir en simples loquitos leyendo cartas?". Lo negué. La lectura de cartas se convirtió en verdadera dramatización.

      Al Carnalito, musicasasaso de amplia experiencia en orquestas, incluyendo la Sinfónica Nacional, también lo convoqué con su fagot. Cenamos en un restaurante de la Roma Norte y se animó a tocar con intérpretes amateurs como nosotros. 

      Nuestro primer evento juntos lo organizamos en una tienda de artículos para gatos transformada durante una noche en galería de arte, en la Roma Norte. Colgamos pinturas, dramatizamos cartas y tocamos jazz.

      Poco a poco nos fuimos dando cuenta de que lo que hacíamos era mucho más profundo de lo que pensábamos; que incluso rozaba en lo religioso. Rubén comenzó a tener retroalimentación del público. Luego de asistir, la gente tomaba acciones trascendentales, daba pasos para transformar sus vidas que, hasta ese momento, se encontraban suspendidas en la nada.

      Nunca lo he negado, pero tampoco me he detenido mucho a explicarlo: Las pinturas las colgábamos a semejanza de los vitrales en las Iglesias Góticas y Medievales, las cartas hacen referencia al rito Católico y la música jazz al Gospel del rito Evangélico Cristiano. El vino del brindis, al final del evento, también tiene su contrapartida ritual. El nombre del grupo, Hostal Mercedes Av., aunque proviene de un poema del Cuauh, lo elegí porque es una alegoría al hogar de un judío errante a lo largo de la historia. En ocasiones proyectábamos fragmentos literarios sobre pantallas blancas, en reminiscencia a los textos árabes en las sinagogas Sefardíes. Igualmente, muchas pinturas contienen simbología relacionada con el Islam y el Budismo. En fin, hay un mundo de referencias a la multiplicidad de expresiones de un mismo Dios.

      Luego de aquella primera pregunta, "¿Qué significa estar vivo?", vinieron otras: "¿En qué piensas cuando miras al cielo?" y "¿Qué es lo importante en la vida?".

      Importante sería continuar...

 



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