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Jesucristo, Rey y Juez universal

Jesucristo, Rey y Juez universal


Publicación:21-11-2020
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El reconocimiento de Cristo como Rey es un acto de fe

El año litúrgico comienza el I Domingo de Adviento con el anuncio de la venida del Hijo de Dios a este mundo en la humildad de nuestra condición humana y concluye con la solemnidad de Jesucristo Rey del universo que celebramos hoy. En los 52 domingos del año contemplamos los diversos aspectos del misterio cristiano. El himno cristológico de la carta a los Filipenses los resume así: “Cristo siendo de condición divina... se despojó de sí mismo tomando condición de esclavo... Asumiendo semejanza humana,... se hizo obediente hasta la muerte y una muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó y le otorgó el Nombre, que está sobre todo nombre. De modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese que Cristo Jesús es el SEÑOR para gloria de Dios Padre” (Fil 2,6-11).

Podemos asegurar que en el cielo y en los abismos se confiesa a Cristo como Señor y Rey. Pero no podemos decir lo mismo de la tierra. En la tierra, incluso en nuestra sociedad, que insiste en declararse cristiana, vemos que Cristo es sistemáticamente ignorado y que su ley es continuamente violada. No queremos que él reine sobre nosotros. Parece resonar hoy día el mismo grito con que sus contemporáneos rechazaron su realeza: "No tenemos más rey que el César" (Jn 19,15), es decir, el poder político y económico. A éste sí que obedecemos.

El reconocimiento de Cristo como Rey es un acto de fe. Nos basamos en la afirmación que él hace ante el tribunal de Pilato: "Sí, soy rey... Todo el que es de la verdad, escucha mi voz" (Jn 18,37). Jesús sabe que en la tierra no todos lo reconocen como Rey, porque no todos son de la verdad, entre ellos Pilato y también muchos de nuestro tiempo.

El Evangelio de este domingo nos presenta la tercera de las parábolas del capítulo 25 de Mateo, que se refieren a la venida final de Jesús. Con esta parábola Jesús nos revela que él vendrá como Rey y como Juez universal. Así lo confesamos en el Credo: "De nuevo vendrá con gloria a juzgar a vivos y a muertos". De este juicio no se sustraerá nadie: "Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria... se sentará en el trono de su gloria. Serán congregadas delante de él todas las naciones, y él separará a los unos de los otros, como un pastor separa las ovejas, de las cabras". La sentencia que recibirán unos y otros es radicalmente distinta, pero igualmente definitiva y eterna: "Éstos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna". ¿De qué depende? Jesús nos advierte que seremos juzgados sobre las obras de misericordia con el prójimo: "Dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, hospedar al forastero, vestir al desnudo, visitar al enfermo y al encarcelado".

¿Por qué el Rey tiene tanto interés por el hambriento, el sediento, el forastero, el desnudo, el enfermo y el encarcelado? Porque los ama particularmente; el Rey los ama tanto que los llama "sus hermanos más pequeños" y asegura: "Todo lo que hicisteis con uno de estos hermanos míos más pequeños conmigo lo hicisteis". De esta manera Jesús enseña que el amor a él y el amor a los más necesitados son un mismo amor. Son inseparables, como son inseparables los mandamientos del amor a Dios y del amor al prójimo.



« Redacción »