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Cultural Literatura


Indecisiones

Indecisiones


Publicación:31-05-2023
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Las divagaciones, como el barón rampante de Ítalo Calvino, llevan a andar por las ramas.

La vida contemporánea plantea constantemente el dilema de las determinaciones: saber cuál será el siguiente paso, definir el método de pago y esclarecer la forma de traslado. Los dispositivos digitales registran nuestras conductas y consumos, y establecen, a partir de ahí, perfiles y estadísticas relativas a nuestras personalidades. Resumen en cifras y algoritmos la esencia propia y almacenan esa información como si fuera la única seña de identidad que poseemos. Para esas fuentes, somos datos y cifras. Números que pretenden sustituir experiencias y recuerdos.  No solemos reconocernos, sin embargo, en nuestras conductas, sino en las proyecciones que forjamos de nosotros mismos.  Pero, ¿somos lo que hemos decidido ser?  Creo que no; pienso que pesan más las indecisiones que nos llevan por rumbos inesperados, aquellas que nos hacen perder el autobús o llegar tarde al concierto.

Las indecisiones permiten la coexistencia de dos o más posibilidades, y tal vez prefiramos enfrentarnos a las bifurcaciones que tener ante la mirada un solo camino recto y sin pendientes. Es verdad: el temor a tomar el sendero equivocado está latente y una decisión no borra las otras opciones (quedan en una suerte de limbo, en ese universo que se conjuga en modo subjuntivo: qué hubiera pasado si...).  Nos movemos a tientas y al final nos da por pensar que "todo estaba escrito de antemano".  Al final, cada vida es un caso particular. Hace poco tiempo un amigo hablaba precisamente de la etimología de la palabra "caso", que proviene del latín casus y significa suerte, chance, casualidad, accidente o llanamente caída.  Los tribunales estudian y juzgan los casos de personas, es decir, de sujetos que "han caído" en alguna falta o delito. En literatura sucede algo parecido:  buena parte la narrativa moderna (y la posmoderna también) describe a personajes que "han caído", es decir, que su destino (el que habían previamente planificado a conciencia, tal vez desde la infancia) se ha alterado. Incluso en los relatos bíblicos podemos encontrar estos percances; no necesito recordar aquí el caso de Adán. No agrego tampoco los grandes acontecimientos históricos, pletóricos de cambios de fortuna, malentendidos y golpes de suerte.

Sea como caída, sea como indecisión, la conducta humana suele ser imprevisible y sin duda representará un gran desafío narrativo para las inteligencias artificiales (o dispositivos similares) que pretendan en un futuro casi inmediato contar nuestras historias. Marcel Shwob, ese singularísimo escritor francés, sostenía que el corazón humano es doble: "el egoísmo se compensa en él con la caridad; y la persona es el contrapeso de las masas; la conservación del ser cuenta con el sacrificio de los demás; los polos del corazón se encuentran en el fondo del yo y en el fondo de la humanidad".

La dualidad del corazón humano, generalmente llevada hacia los extremos, representa también la posibilidad de combinar razón y emoción. No deseo caer en esa desaforada defensa de los sentimientos que satura los medios de comunicación y las redes sociales, e insufla los discursos de las filosofías de moda. Más bien pretendo poner sobre la mesa el peso de las indecisiones en la formación personal. Tal vez porque mi propio devenir como escritor ha sido consecuencia de infinidad de dudas y de múltiples intuiciones. Pocas veces he seguido un plan trazado; no me he fijado meta alguna. Cuando me he encontrado con una certeza de cualquier índole, suelo dudar inmediatamente y comenzar una larga serie de divagaciones que me llevan por las ramas, imitando a ese famoso barón rampante de Ítalo Calvino. Quizá por eso he hecho del ensayo el modo de mi escritura. No lo sé, porque también en esto suelo dudar, lo que sí puedo afirmar es que muchas de mis páginas han sido producto de indecisiones y caídas.



« Víctor Barrera Enderle »