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El Reino de los Cielos ha llegado

El Reino de los Cielos ha llegado
Como nadie sabe ni el día ni la hora en que será el fin del mundo, este es un llamado apremiante a convertirse ahora para ser contado entre los justos.

Publicación:25-07-2020
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"Desde entonces comenzó Jesús a predicar y decir: 'Convertíos, porque el Reino de los Cielos ha llegado'"

El Papa Juan Pablo II, de feliz memoria, consideró que en la recitación del Santo Rosario, para completar la contemplación del misterio cristiano, era necesario agregar a los ya existentes misterios gozosos, dolorosos y gloriosos una nueva serie de cinco misterios que llamó "misterios de la luz". Todos ellos se refieren a episodios históricos puntuales de la vida pública de Jesús -su Bautismo en el Jordán, su manifestación en las bodas de Caná, la Transfiguración, la institución de la Eucaristía-, salvo uno que se propone, en cambio, abarcar toda su predicación: "El anuncio del Reino de los cielos y el llamado a la conversión".

El mismo Evangelio resume toda la vida pública de Jesús en esos términos: "Desde entonces comenzó Jesús a predicar y decir: 'Convertíos, porque el Reino de los Cielos ha llegado'" (Mt 4,17). El Evangelio de este domingo es un ejemplo claro de esa predicación. Se nos presentan tres parábolas que son introducidas con la frase: "El Reino de los cielos es semejante a..."; las dos primeras explican cómo acontece la conversión y la tercera es un llamado apremiante a convertirse.

En las parábolas del tesoro escondido y de la perla preciosa Jesús emplea el procedimiento didáctico semita del paralelismo. En efecto, se trata de grabar la enseñanza en la mente de los oyentes por medio de dos estrofas de igual contenido en que los términos claves se repiten: "Lo encuentra... va y vende todo lo que tiene y lo compra". La conversión consiste en un cambio radical de los valores. Cuando se encuentra el Reino de los Cielos, que ya está en medio de nosotros, todo lo que era valioso pierde importancia ante el extraordinario valor de lo encontrado. Se produce un cambio profundo, pues ya no se desea poseer más que esto; este cambio es la conversión. Tal vez nadie mejor que Pablo lo puede expresar: "Lo que era para mí ganancia, lo he juzgado una pérdida a causa de Cristo. Y más aún: juzgo que todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor" (Fil 3,7-8). El que no ha encontrado a Cristo no conoce esta experiencia.

Para explicar por qué Jesús habla en parábolas, Mateo cita un oráculo antiguo que atribuye a Jesús: "Abriré con parábolas mi boca, publicaré lo que estaba oculto desde la creación del mundo" (Mt 13,35). Esto es lo que hace Jesús con la parábola de la red que recoge toda clase de peces. Que en la historia humana los justos estén mezclados con los malos, eso ya lo sabíamos. Lo que estaba oculto y que Jesús está publicando ahora es el desenlace final: "Así sucederá al fin del mundo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de entre los justos y los echarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes". Como nadie sabe ni el día ni la hora en que será el fin del mundo, este es un llamado apremiante a convertirse ahora para ser contado entre los justos. Que no ocurra como en los días de Noé: "Comían, bebían, tomaban mujer o marido, hasta el día en que entró Noé en el arca, y no se dieron cuenta hasta que vino el diluvio y los arrasó a todos" (Mt 24,38-39).



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