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El matrimonio uno e indisoluble

El matrimonio uno e indisoluble


Publicación:02-10-2021
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“Al principio de la creación Dios los creó hombre y mujer”

“Al principio de la creación Dios los creó hombre y mujer”. Esta es una afirmación de Jesús que puede parecernos obvia. Lo que Jesús quiere afirmar es que el ser humano es creatura de Dios, que Dios dispuso la dualidad hombre-mujer, que esta dualidad no admite otra posibilidad y que Dios la dispuso para que el hombre y la mujer se unieran y así se complementaran y dieran origen a nuevos seres humanos. De esa afirmación Jesús concluye: “Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne”. La fuerza de atracción puesta por Dios entre el hombre y la mujer es más fuerte que la que existe entre el padre y el hijo. El padre y el hijo no son “una sola carne”; ellos son dos y por eso “abandonará el hombre a su padre y a su madre”. En cambio, la unión establecida entre el hombre y la mujer es inseparable, como lo subraya Jesús: “De modo que ya no son dos, sino una sola carne”. Si fueran dos, podrían separarse; pero siendo una sola carne, para separar hay que ejercer violencia, hay que romper. Jesús rechaza esta violencia formulando un llamado al ser humano a respetar la voluntad creacional de Dios: “Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre”.

Jesús vino al mundo a volver todas las cosas a su principio, como fueron creadas por Dios antes de ser perturbadas y arruinadas por el pecado. Para esto debía salvar al género humano de la fuerza esclavizante del pecado. Una de las realidades más perturbadas por el pecado es la relación entre el hombre y la mujer, casi siempre, en perjuicio de la mujer y de los niños.

Moisés quiso volver el matrimonio a la forma creada por Dios al principio y por eso en su Ley comienza con el relato de la creación, donde emerge la imagen de una unión del hombre y la mujer que es una e indisoluble: “Una sola carne”. Pero Moisés era un mero hombre y no puedo vencer al pecado. Por eso debió rendirse al divorcio: “Por la dureza de vuestro corazón permitió Moisés al hombre escribir acta de divorcio y repudiar a la mujer”. La “dureza del corazón” es la descripción de una situación generalizada de pecado.

Pero el Hijo de Dios vino al mundo, se hizo hombre y murió en la cruz para liberarnos del pecado y hacernos hijos de Dios. Por eso, la norma que él nos da es esta otra: “Quien repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra aquélla; y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio”. El adulterio en Israel era el pecado de infidelidad de la mujer casada y era considerado gravísimo. Jesús afirma que este es el pecado que cometen tanto el hombre como la mujer, cuando estando casados, se unen a otra persona. Es un pecado mortal, que excluye al que lo comete de la salvación eterna, como afirma San Pablo: "No os engañéis: los adúlteros no heredarán el Reino de Dios" (cf. 1Cor 6,9-10).

No es casualidad que el episodio siguiente a este se refiera a los niños. Es que el mayor bien que puede tener un niño es venir al mundo y crecer en el seno de una familia fundada en el matrimonio uno e indisoluble de sus padres. Este es el bien que dio Jesús a los niños. Jesús es el único que lo ha podido hacer. Hoy día desgraciadamente las leyes de los hombres, que ceden a la “dureza del corazón”, privan a los niños de este bien. En Chile nacen fuera del matrimonio más del 50% de los niños.



« Felipe Bacarreza Rodríguez »