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El laicado y el clero

El laicado y el clero
Al comienzo no fue así… le decía Jesús a sus contemporáneos

Publicación:22-02-2020
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Un cura cristiano que camina con laicos cristianos en medio del mundo. Gracias de corazón, hermano

Al comienzo no fue así… le decía Jesús a sus contemporáneos cuando le hablaban de las leyes y sus legalismos, sus divisiones y sus incapacidades para vivir en la comunión y en el verdadero amor. Leyes por dureza, y les acusaba de que muchas leyes que decían divinas, en el fondo eran preceptos humanos, a veces por intereses de otro orden muy distinto al verdadero sentido divino y compasivo. Algo así ocurre en la Iglesia, el clericalismo no es sino el producto de algo que se ha ido haciendo en la historia eclesial y que no pertenece a la tradición sino a las tradiciones, como ya nos avisaba el gran teólogo Congar, en “Jalones para una teología del laicado”. Jesús no fue un sacerdote en su época, ni pertenecía a ese linaje, fue un hombre del pueblo, un laico, que fundamentó su vida en el Padre y en el deseo del Reino y que quiso construir comunidad y fraternidad en la esperanza del amor definitivo y total para la creación y para la humanidad, en el corazón trinitario divino que nos hace hijos del Padre en el Hijo, por el Espíritu Santo. 

Le respondieron mujeres y hombres sencillos del pueblo, algunos venían de la pobreza y la dificultad, algunos de la conversión de su riqueza y sus dones. En debilidad, pero aprendiendo del maestro, aprendiendo junto a él a superar divisiones. En esa iglesia primitiva, en esos orígenes, sólo había un credo firme en el crucificado que había resucitado, y una esperanza de que su promesa definitiva se iba a cumplir y todos serían uno en El, llegando a la vida sin término, a la comunidad paradisiaca, que ya ha comenzado en los que se aman, pero espera plenitud. Comían el mismo pan y tenían la misma memoria, por eso, aún en su pecado y debilidad, seguían al Maestro.

Ha sido después, cuando la institucionalización, olvidándose de su origen y cayendo en la autorreferencialidad, ha marcado estratos, divisiones, órdenes, normas, poniendo a unos muy cerca de Dios y de su poder, y a otros lejos, llenos de intermediarios y de dueños de la viña, olvidando que sólo hay un Señor, un maestro, un padre, un dios nada manipulable.

El congreso de los laicos en Madrid, este fin de semana, ha querido ser un volver a la fuente, al agua viva de la verdadera evangelización, a la conciencia de lo cristiano, a lo original, donde no hay división sino amor al mundo para salvarlo, y el deseo de salvar une y hace riqueza de la diversidad bien fundamentada. 

Allí se ha hablado de que hacen falta laicos verdaderamente “cristianos”, así como curas, obispos…y hasta papas, también verdaderamente “cristianos”. Hemos hablado de sal y de luz, nada nuevo, sólo que hay que repetirlo cuando nos vamos sintiendo sosos y un poco apagados.

Llego del congreso y me encuentro una nota en Facebook de mi amigo Agustín Cornejo, cura de Miajadas, de la diócesis de Plasencia. Recuerdo que en el congreso me he encontrado con dos mujeres de su parroquia, pertenecientes al movimiento rural cristiano, de las que han crecido como personas y como cristianas, con las que este cura ha compartido camino desde hace décadas. Ahora él está mayor y débil, pero su espiritualidad y su ministerio sigue teniendo el mismo sentido y la misma fecundidad, ha sido un cura del concilio que ha entendido la Iglesia como pueblo de Dios, y ha creído en el laicado cristiano como verdadero protagonista eclesial, como iglesia en el mundo. De esas personas a las que este congreso le queda pequeño, pero seguro que lo ha amado y se ha alegrado de él. No dudo de que escuchará con gozo el testimonio y la vivencia de estas hermanas de su parroquia a las que ha visto crecer y a las que anima a seguir dando la vida por el pueblo, por el mundo rural.  Por eso oro y creo en el congreso, porque personas como Agustín hacen creíble lo oculto, lo que no ven los sabios ni los entendidos. Y me permito compartir con vosotros esta pequeña reflexión, al hilo de las líneas que él ha escrito:

Acabo de leer un mensaje del cura Agustín de Miajadas. Un sacerdote profundo y activo de la diócesis de Plasencia, un hombre de Dios y del pueblo. Ahora, tras cincuenta años de ministerio vivo y profundo,  le toca vivir la debilidad en su vejez, en la enfermedad y nos dice así en las redes, tras su cumpleaños: “Que he tenido el ordenador raro, que me hubiese gustado deciros algo cada uno algo particular, y mira me he quedado en el pobre “me gusta” .A todos os doy las gracias, y que ser mayor, voy viendo no es una desgracia, trae con los años muchas cosas gratas, entre otras, a Dios le veo más cercano, se quiere más a la gente y viceversa etc. etc. A todos, un abrazo cordial.” Yo lo leo y descubro al Dios de la vida, al que se hace fuerte en la debilidad y quiero seguir aprendiendo de la mística, la cercanía y la humanidad de este cura de pueblo, un cura de Miajadas, no porque el pueblo sea suyo, sino porque no hay duda de que él es posesión del pueblo, se ha dado y sigue haciéndolo desde la debilidad, con luz y esperanza. Un cura cristiano que camina con laicos cristianos en medio del mundo. Gracias de corazón, hermano.



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