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De camino al Sínodo

De camino al Sínodo


Publicación:31-10-2021
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El Papa Francisco nos exhorta a iniciar un nuevo encuentro con Jesús, y pone énfasis en “la adoración, esta oración que tanto descuidamos”

Esta semana les estoy escribiendo desde Roma, la Ciudad Eterna.

El fin de semana pasado, el 10 de octubre, tuve el privilegio de acompañar al Santo Padre Francisco cuando inauguró el 16º Sínodo de los Obispos con una misa solemne en la Plaza de San Pedro. El 31 de octubre abriré la fase arquidiocesana del sínodo con una Misa que celebraré en la Catedral de Nuestra Señora de los Ángeles.

El tema de este sínodo es “Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión”. A diferencia de lo que ha sucedido en las anteriores reuniones de los obispos de todo el mundo, el Santo Padre quiere que este sínodo incluya directamente a la gente de las diócesis locales de todo el mundo, especialmente a los fieles laicos.

Aquí, en la Arquidiócesis de Los Ángeles, realizaremos sesiones de consulta y escucha para recopilar perspectivas que utilizaremos en la preparación de un informe, el cual será entregado en Roma en abril de 2022. Después de este proceso de escucha de un año, el Papa convocará el sínodo de obispos en Roma, en octubre de 2023.

En un momento de reflexión que tuvo lugar antes de la Misa de apertura del sínodo, el Papa Francisco nos dijo: “En el cuerpo eclesial, el único punto de partida, y no puede ser otro, es el Bautismo, nuestro manantial de vida, del que deriva una idéntica dignidad de hijos de Dios, aun en la diferencia de ministerios y carismas. Por eso, todos estamos llamados a participar en la vida y misión de la Iglesia”.

Desde mi punto de vista, ésta es la clave del sínodo. Es algo que concuerda maravillosamente con el tema de nuestro año jubilar que marca el 250 aniversario de nuestra Misión San Gabriel Arcángel, en el cual estamos pidiendo la gracia de redescubrir la profundidad de nuestra identidad de discípulos misioneros.

No podemos enfatizar suficientemente este punto: nuestras vidas encuentran su significado y propósito en Jesucristo. Ninguna otra cosa explica lo que somos, por qué estamos vivos y para qué deberíamos estar viviendo.

En el bautismo adquirimos nuestra nueva identidad en Cristo, la identidad de hombres y mujeres que han conocido a Jesucristo, experimentado su amor y aceptado la salvación que él obtuvo para nosotros a través de su muerte y de su resurrección.

Lo que el Papa llama “el camino sinodal” es un recorrido de oración y de reflexión. Él nos pide a cada uno de nosotros que en este año que viene reflexionemos acerca de nuestra relación con Jesucristo, acerca de nuestra comunión con él en su Iglesia y acerca de la manera en la que participamos en su misión.

Debemos recordar que la misión de la Iglesia va más allá de lo que sucede en nuestros programas y liturgias parroquiales, más allá de nuestros ministerios y de nuestro trabajo administrativo.

Nosotros formamos parte de algo mucho más grande. Formamos parte del plan de Dios para la historia y para la creación. Para Dios, todo esto es una historia de amor. Él creó el mundo y envió a él a su Hijo único, para unir todas las cosas en Cristo y a través de él unir a todos los pueblos de todas las naciones, en la comunión de su divino amor.

La misión de la Iglesia consiste en llevar a plenitud esa historia de amor que es la historia de la salvación. Así como Jesús entregó su vida para salvarnos del pecado y de la muerte, así él nos llama a cada uno de nosotros a entregarle nuestra vida, a seguirlo y a compartir la misión de su Iglesia. Nosotros hemos sido salvados para salvar a los demás.

Este año jubilar, estoy pidiéndole a Dios que ahora que damos comienzo a este proceso del sínodo, le abramos nuestros corazones a Jesucristo de una manera nueva, para acercarnos más a Jesús y profundizar nuestra relación con él.

En su homilía de apertura del sínodo, el Papa Francisco nos exhorta a iniciar un nuevo encuentro con Jesús, y pone énfasis en “la adoración, esta oración que tanto descuidamos”.

Esto es algo esencial para nuestra misión. No podemos dar lo que no tenemos. Necesitamos convertirnos antes de poder conducir a otros a la conversión. Eso significa que tenemos que orar antes de poder proclamar.

Así que hagamos todos un nuevo compromiso de entrar en el silencio con Jesús, de encontrarnos con el Señor y adorarlo en las páginas del Evangelio y en la Eucaristía.

Octubre es también el mes del rosario. Recientemente, estuve reflexionando durante mi oración acerca de cómo el Magníficat de María, su gran canto de alegría, está compuesto de una serie de distintos pasajes del Antiguo Testamento.

Y eso me sorprendió nuevamente: así es como María alimentaba su alma, a través de su lectura diaria y orante de las Sagradas Escrituras. Qué hermoso testimonio y ejemplo para nosotros.

Hagamos también de este mes un tiempo para redescubrir el rosario como oración bíblica, como una manera de reflexionar en nuestro corazón, día tras día, en los misterios de la vida de Nuestro Señor y de su amor por nosotros.

Oren por mí y yo oraré por ustedes.

Y que nuestra Santísima Madre nos ayude a hacer de este jubileo y de este proceso sinodal, un verdadero momento de conversión de cada uno de nosotros y de nuestra Iglesia.



« Redacción »