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Concordia entre la imaginación y la exactitud

Concordia entre la imaginación y la exactitud


Publicación:15-06-2022
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Nos presenta a un Alfonso Reyes cercano, de carne y hueso, dando fe del papel protagónico que desempeñó

(Presentación de Sólo puede 

sernos ajeno lo que ignoramos, de Javier Garciadiego)

Segunda parte

Víctor Barrera Enderle.-              

Concluimos  la entrega anterior destacando el peso que Garciadiego  otorga en su biografía  (Sólo puede sernos ajeno lo que ignoramos) al padre, el general Bernardo Reyes, en la vida del escritor Alfonso Reyes. Pero el linaje no es determinación, y este libro deja en claro algo fundamental: la vocación literaria de autor de Visión de Anáhuac es más bien algo propio que cosa heredada. Proceso íntimo de autoafirmación que se desarrolló a la par del ocaso del porfiriato, del auge y decadencia del reyismo, del declive modernista, de la emergencia de movimientos políticos y sociales y de la crisis del positivismo como metodología de enseñanza.  Ese contexto, que tiene como centro gravitacional la configuración del Ateneo de la Juventud, es estudiado a fondo por Garciadiego (conocedor como pocos del tema); y como consecuencia nos describe, con una claridad pocas veces alcanzada,  la conversión del poeta en ciernes al  joven escritor. Son los famosos y breves “Días alcióneos”. 

Esos pocos años en los que Reyes pudo dedicarse al estudio y la escritura literarias, y cuyo fruto mayor fue la publicación, en 1911, de Cuestiones estéticas, su primer libro y, en muchos sentidos, la puesta en escritura de muchas de sus preocupaciones y querencias más vitales. Javier Garciadiego establece a continuación otra periodización fundamental: la llegada de los “días aciagos”: “estos abarcaron desde el regreso del padre a México, cuando dio por terminado el exilio europeo al que le había enviado don Porfirio Díaz para alejarlo de la contienda sucesoria, hasta la Decena Trágica, cuando su padre murió, lo que acabó de convencerlo de trasladarse a Europa”.  Aquí inicia lo que el biógrafo denomina como la “terrible orfandad”, y también principia la confirmación de su vocación literaria. En este apartado resulta de suyo interesante el contraste que remarca Garciadiego entre  la lectura del entorno que realizó el joven Alfonso y las que llevaron a cabo, con trágicas consecuencias, su padre y su hermano Rodolfo. Así, Reyes demostró su aguda percepción de los asuntos públicos y de las transformaciones que se avizoraban en el panorama internacional. (Resulta notable, y lo menciono al vuelo por falta de tiempo, el rastreo hemerográfico que realiza el biógrafo: proeza documental que ayuda a la recreación de la atmósfera y a la comprensión de las decisiones que el joven escritor tomó en aquellos momentos tan cruentos.)

Garciadiego divide en 4 etapas la estancia europea de Reyes (la inicial y la final ocurrieron en Francia; y las dos intermedias, en España), cubriendo los años que van de 1913 a 1927. “Cada una de estas etapas -explica a continuación- tuvo características  propias, ninguna se parecerá a otra, sus diferencias fueron mayores que sus similitudes; sin embargo, todas fueron decisivas en la conformación de la persona que luego sería don Alfonso Reyes”. Sobre su formación literaria, es rotundo al afirmar que, tras la salida de México, Reyes estaba “en un claro proceso de definición como escritor…” 

Por las páginas de este ensayo biográfico vemos el devenir literario del autor de Visión de Anáhuac: sus pesquisas bibliográficas en París, su paso por las prensas madrileñas , sus trabajos editoriales  (donde no faltan ni las traducciones ni el análisis textual); también el cambio de fortuna  y de destino (por aquellos días debió  empezar de cero). La necesidad y las dificultades agilizaron su pluma, la cual “dejó la prosa desbordada de Cuestiones estéticas y empezó a escribir de forma ligera y transparente, al grado de que pronto se convirtió en su estilo característico, en su sello”. La reinstalación del ensayista regiomontano  en el cuerpo diplomático revolucionario (vía la ayuda de Vasconcelos) significó, como bien apunta y describe el biógrafo, un “cisma familiar” y un cambio en el voltaje de su energía creativa. De 1920 a 1938 la vocación alfonsina se compaginó con las labores de funcionario de los gobiernos emanados de la revolución  (en esa diplomacia dual que bien describe Garciadiego: política y cultural). Su prosa adquirió una nueva profundidad continental (sobre todo durante sus estancias en Argentina y Brasil); y su poesía, un cariz filosófico. Así, atestiguamos a lo largo de estas páginas el transitar político de Reyes: el vástago de un destacado militar y político porfirista (y, por ende, de un reconocido antimaderista), el ex funcionario huertista de medio pelo, para más señas, se convierte, gracias a sus dotes diplomáticos, en el mejor representante en el exterior de la ideología del México posrevolucionario. Y algo similar acontece con su carrera literaria: del benjamín ateneísta y escritor “extranjerizante” e intelectualizado pasa a protagonista de la modernización letrada.  (Notable resulta, por ejemplo, la descripción y contextualización en esta biografía de un texto como A vuelta de correo, escrito por Reyes desde Brasil para defenderse de las acusaciones de ser poco “mexicano”, en el proceso de reorganización del campo literario moderno).

El retorno definitivo a México en 1939 es descrito aquí como el inicio de un proceso “civilizador”. Reyes tenía por fin casa propia y la compañía definitiva de sus libros. Esto representó “un cambio de profesión y oficio. Si antes había sido útil al país  como su representante diplomático, ahora lo sería como educador y difusor de la cultura…” Y como prueba tenemos la confección y concreción de instituciones como El Colegio de México (primero Casa de España) y de El Colegio Nacional. Fue también, en su producción literaria, el ”periodo más fértil de su existencia”: los años de su proyecto teórico y de su larga y  enriquecedora reflexión sobre el fenómeno literario, el ordenamiento de sus interpretaciones de la cultura griega y la edición crítica de su propia obra. 

Esos 20 años finales de su vida estuvieron signados por el trabajo constante, pero también por la enfermedad y el deterioro físico. El reconocimiento llegó finalmente. Garciadiego describe sus últimos años en estos términos: “Cinco hechos marcaron ese tramo de su vida: su identificación como poeta; la celebración pública, nacional e internacional, con motivo de sus bodas de oro como escritor, en 1955; el éxito del relanzamiento de Visión de Anáhuac, al grado que terminó por convertirse en su único libro popular, de lectura amplia; la realización del anhelado proyecto de publicar sus Obras competas, y su elección, dos años antes de morir, como director de la Academia Mexicana de la lengua”. 

Este ensayo biográfico se ha convertido, así, en diálogo y resignificación del pasado. Estudio exhaustivo, agotamiento de las fuentes, pero también: florecimiento de la imaginación y de la recreación (evocación de esa “ficción explicativa” descrita por Reyes en La experiencia literaria para explicar el esfuerzo creativo de escribir sobre el pasado). Verdadero maridaje entre imaginación y exactitud.  Sólo puede sernos ajeno lo que ignoramos (título tomado, como sabemos, de A vuelta de correo) transita de lo privado a lo público, y de lo público a lo privado. Nos presenta a un Alfonso Reyes cercano, de carne y hueso, dando fe del papel protagónico que desempeñó en la modernización, cultural y educativa, de nuestro país. Pero, sobre todo, confirma la premisa del título: conocer la vida y obra de Alfonso Reyes significa certificar su vigencia y constatar su compañía



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