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¿Cómo no tenéis fe?

Publicación:19-06-2021
TEMA: #Religión
Nosotros confesamos nuestra fe diciendo: “Creo en Dios Padre todopoderoso”. Quien tiene esta fe y vive en paz con Dios no debe tener miedo a nada
Después del tiempo de Pascua y de las grandes solemnidades, celebramos hoy el XII Domingo del tiempo ordinario y retomamos la lectura del Evangelio de Marcos que es el propio del ciclo B de lecturas, correspondiente a este año. Este domingo se nos propone el episodio de la tempestad calmada por Jesús.
Una primera escena que capta nuestra atención es la visión de Jesús durmiendo, mientras los apóstoles se afanan luchando contra la borrasca surgida en el lago: “Se levantó una fuerte borrasca y las olas irrumpían en la barca, de suerte que ya se anegaba la barca. Él estaba en popa, durmiendo sobre un cabezal”. Nadie puede dormir mientras su corazón está inquieto y turbado. Nadie puede dormir mientras es presa del miedo. Jesús nos ofrece la imagen del hombre que ha puesto su confianza en Dios y goza de plena paz. Nadie puede decir con más verdad que él: “En paz me acuesto y en seguida me duermo, pues tú solo, Señor, me haces vivir tranquilo” (Sal 4,9). La imagen de Jesús durmiendo es una lección de abandono en las manos de Dios.
Los apóstoles carecen de esa paz y por eso en esa situación ellos no podrían dormir. Ante la violencia de la tormenta, ellos temen por su vida. Si hubieran confiado en Jesús, al verlo a él con tanta paz, debían haberse tranquilizado. Pero su reacción es de reproche ante la actitud de Jesús: “Lo despiertan y le dicen: ‘Maestro, ¿no te importa que perezcamos?’”. Interpretan el sueño de Jesús como falta de interés por su sobrevivencia y se lo echan en cara. ¡Nunca han estado más errados! En efecto, Jesús está dispuesto a dar su vida para que ellos vivan, como lo declaró: “Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas” (Jn 10,11). Su sueño tiene otro significado: quiere decir que él tiene la situación completamente bajo control y que estando él sereno no hay nada que temer. Y lo demuestra: “Habiéndose despertado, increpó al viento y dijo al mar: ‘¡Calla, enmudece!’. El viento se calmó y sobrevino una gran bonanza”.
Ahora es el turno de Jesús de reprochar a los discípulos. El miedo de ellos se debe a su falta de fe: “¿Por qué estáis con tanto miedo? ¿Cómo no tenéis fe?”. Jesús interpreta la conducta de sus discípulos como falta de fe y expresa su extrañeza. Pero la interpretación suya es verdadera. Ellos aún no tenían confianza en Jesús, sobre todo, no creían que él pudiera someter al viento y al mar. Por eso cuando Jesús lo hace, sienten el temor que embarga a la creatura cuando se le manifiesta el Creador: “Ellos se llenaron de gran temor y se decían unos a otros: ‘Pues ¿quién es éste que hasta el viento y el mar le obedecen?’”. Esta es obviamente una pregunta retórica, pues ellos bien saben que el viento y el mar obedecen sólo a Dios. Han visto con sus ojos que de Jesús se puede decir: “La voz del Señor sobre las aguas, el Dios de la gloria truena, ¡es el Señor sobre las aguas caudalosas! La voz del Señor con fuerza, la voz del Señor con majestad” (Sal 29,3-4).
Nosotros confesamos nuestra fe diciendo: “Creo en Dios Padre todopoderoso”. Quien tiene esta fe y vive en paz con Dios no debe tener miedo a nada. Según la enseñanza de Jesús, el miedo es un indicio de falta de fe.
« Redacción »








