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¿Cómo actúa el Espíritu Santo en mí?
Publicación:22-05-2021
TEMA: #Religión
Pentecostés nos recuerda en particular que la vida de la comunidad cristiana está especialmente asistida por la presencia del Espíritu Santo
Al anochecer del día de la Resurrección, estando cerradas las puertas de la casa donde se hallaban los discípulos, por miedo a los judíos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: “La paz esté con ustedes”. Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Cuando los discípulos vieron al Señor, se llenaron de alegría. De nuevo les dijo Jesús: “La paz esté con ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo”. Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo: “Reciban el Espíritu Santo. A los que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y a los que no se los perdonen, les quedarán sin perdonar”. (Jn 20, 19-23)
El Espíritu Santo, un amigo poco conocido
Uno de los valores más notables de la fe judeo-cristiana es la afirmación de que, siendo Dios algo distinto a todo lo creado, no identificable ni con lo grande ni lo pequeño, no identificable con las fuerzas de la naturaleza, totalmente más allá de cualquier representación, de todas formas está presente y actuante a lo largo de la historia de la humanidad.
Los salmos son muy elocuentes a propósito de esto, cuando dicen: “cuando te llamé me escuchaste y salvaste mi vida…” (Sl 138,3) No cabe duda que para nosotros cristianos la encarnación es la clave para afirmar que Dios está entre nosotros, pues Él mismo se hizo uno de nosotros para ofrecernos la salvación con su muerte y resurrección.
Si lo reflexionamos detenidamente deberemos afirmar que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo han estado presentes a lo largo de toda la historia de la humanidad.
Sin embargo, esta fiesta de Pentecostés nos recuerda en particular que la vida de la comunidad cristiana está especialmente asistida por la presencia del Espíritu Santo.
En el Evangelio escuchamos que no podríamos entender a Jesucristo si no es por la asistencia del Espíritu Santo. Tampoco podríamos poseer ni perseverar en la gracia de la salvación si el Espíritu Santo no nos hiciera capaces de ello. Por este motivo es importante que nuestra vida cristiana esté marcada por una constante experiencia de amistad con el Espíritu Santo.
No es lo mismo actuar movidos por Él siendo concientes de ello que vivir completamente inconscientes de su acción. Quien conoce el modo en que Dios nos ayuda y acompaña por medio del Espíritu, puede invocar su ayuda e intervención en los momentos difíciles, y dispone naturalmente su ánimo a ser consolado y sustentado por Él.
« Redacción »