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Artillería de pensamientos

Artillería de pensamientos


Publicación:16-09-2023
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A su tiempo, el humo se dispersó como vapor de agua, dejando ver una multitud asombrada que, al acercarse al sitio, se preguntaba, ¿quién nos gobernará?

El Porvenir, No. 32.

Viernes 15 – sábado 16 de septiembre de 2023.

Artillería de pensamientos

Olga de León G. / Carlos A. Ponzio de León

La insolencia del pueblo

Carlos A. Ponzio de León

Era delgado, sin serlo demasiado: aunque no se encontraba en situación de estar en los huesos; no le agradaba su aspecto físico, sino más bien, envidiaba a la gente musculosa. Hasta que un día, la envidia lo llevó a la acción. Comenzó a levantarse a las seis de la mañana para ir al gimnasio. Los lunes trabajaba el tren inferior, los martes el superior, miércoles de estómago y los jueves y viernes regresaba a los trenes inferior y superior. Disfrutaba, porque eran novedad los aparatos de ejercicio: la prensa de hombros, la de piernas y las poleas duales. Tardó seis meses en pasar del área de máquinas a la de peso libre. Ignoraba que dos años después, tomaría clases de judo para ingresar como agente de inteligencia a la policía, donde luego ascendería a coronel y décadas más tarde, heredaría un sitio en el palacio presidencial de su país, como asesor en temas de estrategia internacional. Contaría con un área de gimnasio que se le permitiría diseñar a él mismo. 

Para entonces ya tenía una idea bien clara de su valor como persona: todo estaba en su carisma: cada vez que dirigía un discurso, que ofrecía una entrevista en televisión o que presentaba un plan de expansión internacional para sus jefes: recibía aprobación descomunal, verbenas de aplausos que no se detenían, ni de noche ni de día. Entonces leyó una señal que llegó a su corazón: imaginó en el palacio de gobierno: una estatua póstuma de su persona. Obsesionado, interpretó su sueño de ojos abiertos como un mensaje divino. Debía dar marcha atrás a las reformas que él creía habían destruido a su nación durante los últimos treinta años, haciéndola venir de Gran Imperio, a simple economía de poco más que mediano ingreso. Esa sería su manera de agradecerle a su pueblo, la confianza que en él venían depositando: recobrar para ellos la grandeza de nación que alguna vez habían sido. Así que se postuló para presidente en las siguientes elecciones. Contó con el respaldo de su jefe.

Ganó por amplio margen. Su primera medida: imprimir una edición de seis millones de ejemplares de un calendario con fotos de él mismo: A caballo, cabalgando por un río, con el torso desnudo; en uniforme militar, sosteniendo un arma de largo alcance, apuntando al enemigo que implora clemencia de rodillas. Una para cada mes, con su cuerpo maquillado e iluminado cinematográficamente: una serie de composiciones visuales que elevarían el orgullo de todo el país, ideas extraídas de otras fotografías provenientes de películas de Hollywood. Peo, para la foto de diciembre, decidió incluir algo de inspiración propia: Él mismo, arriba de un árbol, arrancando un plátano, reflexionando sobre el tamaño de mordida que impregnaría sobre el fruto de cáscara amarilla.

El calendario fue un éxito rotundo. La gente, desbordada sobre las calles, pedía la reelección del presidente. Y así fue. Víctor volvió a aparecer en la boleta electoral y ganó. "Soy un elegido de Dios". Diseñó una política más aventurada para su segundo período: invadir un país vecino. Envió tanques de guerra, carros de combate, sistemas de cohetes, todo lo necesario para provocar pánico en la región contigua. Anexó el nuevo territorio. "¡Dios quiere que reconstruya nuestro imperio!", terminó afirmando en un discurso al pueblo.

Fue reelegido por un tercer término. "¡Se hablará de Alejandro Magno, de Napoleón Bonaparte y de Víctor el Grande!". Decidió invadir otro país vecino, geográficamente de mayor tamaño. Llevó sus cañones al campo de batalla y esta vez encontró resistencia. La artillería rebotaba en tierra enemiga para luego regresar y estallar en su propio suelo. Al poco tiempo, sus connaturales soldados comenzaron a pasar hambres y cansancio. Estaban vueltos esqueletos caminando en vida hasta que caían sobre el campo de batalla para ya no levantarse. El bélico hombre dio órdenes para que las familias aportaran a sus hijos para ser utilizados como carne de cañón. El pueblo pagó con el vino más amargo de la insolencia... hasta que aparecieron las protestas de sangre y fuego.

Surgieron grupos que intentaron derrocar al presidente. Deseaban sacarlo del palacio, para golpearlo a palazos. Fueron muertos o encarcelados. Víctor se reeligió por cuarta ocasión, bajo sospechas de fraude. 

Un granizo de inmensas bolas de hielo, de tamaño mayor que el de los camiones militares, cayó intempestivamente sobre el palacio. Al tocar tierra, los pedazos de hielo estallaban convertidos en fuego, eliminando todo rastro de vida humana alrededor. 

A su tiempo, el humo se dispersó como vapor de agua, dejando ver una multitud asombrada que, al acercarse al sitio devastado, se preguntaba, ¿y ahora quién nos gobernará? 

Cada vida, un clavo. 

Filosofía vs. marrullería

Olga de León G.

Hoy, cualquiera, no sé si en cualquier parte del mundo, pero sí en mi país y en mi entorno, habla de Filosofía como quien se mete con la o el encargado de la cocina, a decirle qué quiere desayunar, seguro de que no se equivocará al pedirle un par de huevos poché, divorciados, revueltos, a la mexicana o en tortilla con queso y espinacas; y, a su vez, la cocinera entenderá lo que le pidieron, que para eso es cocinera.

Pero, hablar de Filosofía con el hombre de la calle, la mujer de la limpieza en casa, la ama de casa, el cuidador de autos, el policía de barrio, entre muchos otros estereotipos, tiene sus bemoles y sus ´asegunes´. Tantos casi como cuando profesionales de otras ramas del saber, pretenden filosofar hablando de cómo resolver "X" o "Z" problema que aqueja a un amigo o a sí mismo: Somos tan atrevidos y necios a la vez, que no medimos en casos semejantes, las consecuencias de nuestra intervención, menos si tenemos la suerte de ser amigos del interfecto tocado por nuestra "sabiduría".

Filosofar no es asunto sencillo, ni un acto de fe o credibilidad en mis capacidades. Tampoco es un proyecto que se pueda realizar en una hora y entre amigos: eso es conversar, quizás debatir... Pero, no filosofar. La Filosofía es la madre de todas las ciencias, si bien en la actualidad, abarcarlas a todas ellas y en su total complejidad, es no una tarea ardua, sino imposible de realizar. 

Y, sin embargo, por contradictorio que parezca, en términos generales y coloquiales: todos filosofamos, sabiéndolo o no. Intencionalmente, o sin querer, por mera práctica de la doxa u opinión, y de la contradicción. Lo que resulta intolerable e intolerante, es que todos creamos tener la razón, y que ante argumentos expuestos racionalmente y con mucha lógica (válgaseme la redundancia), esgrimamos una negativa rotunda frente a la verdad evidente e irrefutable.

Algunos problemas –por no decir muchos- me han ocasionado mi estilo de hablar y escribir.  Pero, puedo garantizarles que no busco empatar solo por lograr simpatía y aceptación; antes bien, prefiero incomodarlos, molestarlos, hacerlos pensar. Hablo con la fuerza que me da la razón y el apego a la verdad, no para convencer a nadie de nada, solo para mostrar mi pensamiento. En el cual pueden coincidir otros o, ninguno.

La negación del contrario confirma mi existencia. Ser o no ser, solo es la parte inicial o motivadora del razonamiento. Pensar con autonomía, sin dependencias o apegos, no es sencillo. Todos conservamos residuos de muchas otras voces que hemos escuchado o leído y que de alguna forma nos han marcado en la vida. Son esos sedimentos que abrazamos en la escolaridad, que nos llegan por voz viva de algunos excelsos maestros (realmente pocos) o de las lecturas realizadas entonces, antes y después (por iniciativa propia, orientación paterna o tareas encomendadas), las que nos enseñaron a pensar por nosotros mismos, y las que más han influido en nuestra filosofía de vida y del tiempo.

Hay tanto por vivir y aprender, pero es tan poco el tiempo, que tenemos que apresurarnos en discriminar y elegir. La Filosofía me enseñó que el tiempo no es infinito y que el espacio no es solo en el que encuentro y vivo yo. "El sol calienta para todos", pero no de la misma forma ni en el mismo sentido. Y esto es válido para la economía o recursos diversos de los hombres: "Dime quién eres y te diré cuánto vales". 

Un día nacemos, otros crecemos y otros más dejamos de crecer, o desaparecemos, así, hasta el día de nuestra muerte.

La Filosofía no es una ciencia utilitaria, sino todo lo contrario. Con mis estudios de Filosofía (licenciatura), no obstante, he logrado sobrevivir y vivir, y hacer vivir, primero a mi familia de origen, cuando un día como el sábado 16 de septiembre, muriera nuestro padre y de pronto me convertí en pilar de mi familia, que junto al hermano que me sigue, otro pilar, construimos los cimientos de la nueva casa para nuestra madre y hermanos.

  La experiencia me enseñó que la muerte de un ser querido puede ser dolorosísima, dolor que tiene que ser rápidamente superado... aunque las pesadillas y tormentos para mi hermano –el mayor de los varones- y para mí, siguieran por años. Mención aparte merecen los hermanos menores que se entregaron en cuerpo y alma a apoyarnos y apoyar a nuestra madre enferma.

Esto, señores, señoras, jóvenes y aprendices de profesionales, es filosofar: examinar los hechos, valorarlos, juzgar sus efectos y construir... No castillos en la arena, sino cimientos para los espíritus ávidos de aprendizaje.

 



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