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Opinión Editorial


Del Valle de Extremadura al Valle Salado


Publicación:09-10-2023
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La historia de las fundaciones de las diversas villas, poblaciones y ciudades del Virreinato son de gran interés histórico para su análisis.

La historia de las fundaciones de las diversas villas, poblaciones y ciudades del Virreinato son de gran interés histórico para su análisis, para ello es conveniente utilizar un método comparativo que permita identificar elementos recurrentes y temáticas significativas que permitan esclarecer cómo se llevaba a cabo este tipo de actos político-administrativos trascendentes dentro del marco legal vigente.

Explorar tierras chichimecas hacia el norte, así como tierras pipiles rumbo al sureste, representaban retos que los colonizadores poco a poco fueron sistematizando en su quehacer bélico, comercial y religioso. Para llevar a cabo una empresa de esta magnitud requirieron siempre la asistencia de los grupos aliados, especialmente los tlaxcaltecas que brindaron un servicio muy valorado, por su capacidad guerrera, su lengua nativa y su gran lealtad al servicio de la Corona.

El siglo XVI fue de conquista, el siglo XVII de colonización, el siglo XVIII de integración, y el siglo XIX de liberación. Entre más avanzaba la exploración hacia el norte, algunos pueblos fueron fundados posteriormente en el tiempo, por ejemplo, San Antonio en 1718, Laredo en 1755, Los Ángeles en 1781, San Francisco en 1776.

El proceso de colonización tenía dos vertientes: la cultural y la bélica. Los pueblos originarios debían someterse al rey y reconocerlo como su soberano, pagar los impuestos correspondientes, y la justificación moral para tal proceso de violencia política, era la evangelización de los pueblos. Fue gracias a la intervención de los grupos religiosos que el nivel de violencia conquistadora aminoró, dando la oportunidad de que los grupos originarios sobrevivieran doblegando su voluntad al reconocimiento del nuevo soberano.

La evangelización evitó el exterminio de los pueblos nativos y coadyuvó en su asimilación al nuevo orden político, permitió su sobrevivencia y luego su integración social a la Nueva España. El papel del pueblo tlaxcalteca fue fundamental en lo militar como en lo social: acompañaban a los españoles en las actividades de exploración y conquista, luego, en la integración de las comunidades indígenas a la vida sedentaria o a la nueva religión. Las congregas y las misiones permitieron ese proceso de inducción obligada al nuevo orden novohispano.

La religión proporcionaba un sentido de pertenencia e identidad a los habitantes, la vida social giraba en torno a esta actividad, a la que recurrían a través de prácticas de sincretismo religioso, de acuerdo con los antecedentes culturales de cada población. El catolicismo mexicano fue y es en la práctica, un sincretismo religioso múltiple, dinámico y diverso.

Las áreas extensas del norte, especialmente la Alta California, Nuevo México y Tejas, tenían pequeñas poblaciones con colonos novohispanos que tardaban mucho tiempo en comunicarse con las autoridades centrales, en realidad el trabajo de asimilación cultural recaía en las misiones religiosas. En el año 1767 se expulsa a la orden de los Jesuitas que tenían avances significativos en Tejas. La presión de los nuevos colonos no solo era política y de gran ambición por un territorio que no era el suyo, sino también religiosa. Los nuevos colonos provenientes del norte no eran católicos.

El siglo XIX tenía pendientes grandes sorpresas para el México independiente. En su primer cuarto de siglo de vida, el país era gigantesco geográficamente hablando, pero también grandísimo en cuanto a divisiones políticas y ambiciones desmedidas de su incipiente clase política. El desastre era inminente.

Lejos había quedado la gloria de aquel año de 1596 cuando fue fundada la Ciudad Metropolitana de Nuestra Señora de Monterrey, en un valle de Extremadura sumamente fértil y con manantiales, rodeada de arroyos y ríos. El México independiente ya no pensaba más en nuevas fundaciones, lo que le preocupaba era cómo sobrevivir en estas nuevas circunstancias políticas, tanto al interior como hacia el exterior.

Al norte, durante el siglo XVII las trece colonias llegaron con grandes ambiciones económicas al Nuevo Mundo, pero también con la expectativa de crear nuevas sociedades, comunidades fraternas donde pudieran vivir sus prácticas religiosas puritanas, alejadas de las luchas contra el catolicismo.

Para el siglo XIX este experimento social comenzó a dar frutos y ocurrió una innovación religiosa inesperada: surgió una nueva religión cristiana en tierras de América del Norte. Tenía todo lo que requiere una nueva profesión de fe: profeta, revelación, libro o escrituras propias y derecho de exclusividad, es decir, relegaba a las antiguas religiones a un segundo plano, reclamando como innovación religiosa ser representante única de la verdad total.

El éxito fue inmediato, establecieron una organización de autoridades de forma vertical y el trabajo misionero prosperó. Para el año 1830 se fundó la primera iglesia en la Ciudad de Nueva York. Los seguidores continuaron creciendo y entraron en conflicto con otras religiones y con las autoridades civiles. Huyeron hacia Ohio, Missouri, luego Illinois, allí, en el año 1844, fue asesinado su líder profeta en una revuelta.

El gobierno federal norteamericano emprendió una persecución en contra de este movimiento religioso, el poder político y económico de esta nueva iglesia crecía geométricamente, y fue así como las autoridades federales finalmente encontraron un punto débil por dónde atacar este poderío progresivo, para ello identificaron que dentro de las prácticas religiosas existía una transgresión a las leyes civiles, que les permitiría incriminar y llevar a la cárcel a los líderes: la poligamia.

Inició en Nebraska, en el año de 1846, un éxodo de este grupo religioso hacia el oeste norteamericano, en el trayecto murieron alrededor del diez por ciento de los 70,000 colonos que huyeron. Tan pronto lograron salir de la frontera norteamericana, encontraron en la parte extrema norte de la Alta California, un valle al lado del Lago Salado, un lugar semidesértico, rodeado de hermosas montañas nevadas, arroyos, manantiales, donde desembocan tres ríos: Jordán, Bear y Weber.

"No se diga más", pensó el líder religioso de los colonos, y bajo la premisa de "vale más pedir perdón que permiso", fundaron allí en el año de 1847, la ciudad del Lago Salado. Los colonos no tuvieron que tratar con las autoridades mexicanas porque era un lugar tan remoto, solamente vivían allí las tribus Ute, así que con éstas negociaron dentro de lo posible y allí realizaron la última fundación del México independiente del siglo XIX.

Es posible que con esta última fundación se haya cerrado el ciclo migratorio que iniciaron los aztecas al salir de Aztlán, antes del siglo XI, ubicado a orillas del Lago Salado, en búsqueda de su tierra prometida, hasta llegar al Lago de Texcoco en el siglo XIV, en el Valle de Anáhuac, y ser expulsado de allí al perder la batalla por Tenochtitlan en el siglo XVI.



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