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Opinión Editorial


Socialismo para el siglo XXI


Publicación:06-01-2020
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Recientemente en el diario la Jornada, el historiador mexicano de origen judío, Enrique Semo Calev, ha realizado una serie de entregas, hasta el momento cuatro de ellas, sobre una profunda reflexión del estado actual del socialismo en un mundo postcapitalista, donde el neoliberalismo ha logrado desacreditar ideológicamente  la posibilidad del resurgimiento del socialismo como una opción social y económica viable para la sociedad actual y futura.

Bien por nuestro colega Enrique Semo, a quien conocemos desde hace varias décadas,  nos tocó coincidir en el desarrollo de la organización del Partido Comunista Mexicano y, posteriormente,  en diversos momentos donde recibimos orientación muy valiosa de su parte para realizar estudios de posgrado en el extranjero, considerando el caso del Dr. Semo Calev, quien efectuó  previamente los suyos en 1968 en la Universidad de Humboldt en Berlín, perteneciente a la República Democrática Alemana.

Tuvimos también  el honor de recibir a Enrique Semo como maestro invitado a los cursos de la maestría de la Normal Superior “Profr. Moisés Sáenz  Garza”, hecho que  permitió a esta casa de estudios  elevar el nivel de discusión académica y política  sobre los temas ideológicos y sociales más relevantes de ese momento, especialmente próximos a la caída del socialismo real.

Lo que descubrimos con la disolución de la URSS y con la caída del muro de Berlín,  fue un hecho que sí lo reconocíamos previamente pero no imaginábamos su nivel de profundidad, que el capitalismo es más resistente de lo que imaginábamos  y, a la vez, que tiene una capacidad para recuperarse y retomar el dominio  geopolítico internacional.  Además, como señala Thomas Piketty  en su texto Capital e Ideología, el capitalismo logra adaptarse con instrumentos de liderazgo político que lo justifican moral e intelectualmente.

A lo largo de sus cuatro entregas a la Jornada, Semo señala cómo el comunismo mexicano se incorporó a los ideales revolucionarios de la primera década del siglo XX, y también cómo el discurso de la Revolución Mexicana tuvo que asimilar algunos de sus fundamentos, especialmente de tipo sindical, laboral y agrario.

Durante la Guerra Fría, el Partido Comunista Mexicano  logró consolidarse al interior de los movimientos sociales de la década de los años sesenta, por lo que el régimen de Díaz Ordaz tuvo una respuesta intolerante y asesina, reprimiendo a los estudiantes y trabajadores de manera extremadamente violenta. Estos fueron los  prolegómenos  de la Guerra Sucia que se volvería más cruenta a lo largo de la siguiente década.

Los liderazgos políticos de la década de los años ochenta influyeron para que el Partido Comunista Mexicano, previamente transformado en Partido Socialista  Unificado  de México, Partido Mexicano de los Trabajadores y en el  Partido Mexicano Socialista, finalmente cediera en su proyecto original, por la búsqueda de ideales democráticos por los que se luchaba socialmente desde más de dos décadas atrás. Fue así que el Partido Mexicano Socialista  se unió en 1989 al Partido de la Revolución Democrática  y desde entonces,  se fusionaron los ideales de izquierda siendo prioritarios los de carácter democrático y nacionalista, con el lema ¡Democracia ya, Patria para todos!

El neoliberalismo ha resultado un hueso duro de roer, desde la década de Miguel de la Madrid, hasta el final del sexenio de Peña Nieto, las políticas públicas tuvieron como eje los postulados neoliberales. Seis sexenios donde las contradicciones se volvieron  acentuadas  y, con el nuevo gobierno de la 4T, se ha logrado una mayor búsqueda de equidad social e igualdad de oportunidades, que forman parte del sentido de justicia social en el tema de la desigualdad.

Señala Semo que  necesitamos que el socialismo a lo largo de este siglo XXI posea un movimiento de reflexión teórica sobre su propio desarrollo, que le permita adecuarse  a las nuevas circunstancias culturales, sociales,  políticas y económicas vinculadas a la posmodernidad.

El cambio climático, la mundialización, las migraciones,  las tecnologías de la información, los derechos humanos, la sustentabilidad, así como la búsqueda de equidad y  la diversidad como valores de gran  relevancia social, nos llevan a pensar en el malestar cultural del siglo XXI, y cómo el socialismo puede ser, poco a poco, una opción que logre asimilar estas tendencias culturales que buscan  el desarrollo de un ser humano más consciente de sí y  de su entrono.

Para Occidente, la ruta económica inevitable será un tránsito hacia el socialismo, que revestirá los valores posmodernos de las sociedades, incluyendo los derivados de la democracia y la justicia social, pero no será una ruptura abrupta con el postcapitalismo, al contario, surgirá de lo mejor del mismo, es decir, de su posibilidad de generar bienestar y riqueza, para que pueda ser redistribuida de manera más equitativa y como un acto basado en una ética global en una sociedad de la información.

Es cierto, como señala Semo, que el socialismo se derivará de las contradicciones del capitalismo, y lo estamos comenzado a observar, cómo las sociedades más avanzadas parten del desarrollo económico capitalista, para refundar una redistribución de la riqueza a través de bienes y servicios públicos que  incrementan el nivel y calidad de vida de la población, generando el menor impacto ambiental posible, todo ello en el contexto de una revolución digital permanente.

El neoliberalismo ha generado un mayor nivel de bienestar económico pero, a la vez, y esta es su contradicción, ha creado exclusión y un gran malestar social y cultural, un descontento que se expresa de manera cruda en las protestas actuales de los  jóvenes, donde la ira y la rabia toman rienda suelta en acciones violentas y destructivas contra los bienes públicos.

La experiencia fallida del socialismo real del siglo XX, fue querer imponer una ideología para producir un cambio en las relaciones económicas de producción; de manera inversa, para el siglo XXI el socialismo tendrá su espacio de crecimiento pero este proceso se dará de manera inevitable, como parte de un desarrollo de la conciencia humana y planetaria  más que de clase o histórica.

A diferencia del siglo XX, la condición posmoderna   llevará a una reflexión moral crítica, ya no sobre la explotación del hombre por el hombre y de la naturaleza, sino sobre la desigualdad, la injusticia y la preservación ambiental; esta contradicción volverá insostenible moralmente al capitalismo  y, será así que el tránsito inevitable hacia el socialismo se lleve de manera evolutiva más que revolucionaria, pacífica más que violenta.  Un proceso lento de hibridación inevitable.

El malestar cultural de las clases medias predominará sobre las antiguas cadenas del proletariado, y será este malestar en el contexto de una sociedad interconectada digitalmente, el que conlleve este proceso democrático de transformación social más allá de todo meta relato, haciendo viable el socialismo para el siglo XXI, desde la perspectiva del desarrollo de una inteligencia universal colectiva. 

 

 



« Redacción »
Arturo Delgado Moya

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