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Opinión Columna


¿Dónde radica nuestra esencia?


Publicación:05-06-2019
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Si nuestra esencia es vacía, eso quiere decir que en cada humano hay una marca de “no saber quien se es”.

 

Por más que se insista e insista, no existe esencia humana. La esencia de nuestro ser es vacía, por lo tanto nuestra “naturaleza” es totalmente cultural, construida, histórica y contingente a las formas de relación de acuerdo a cada época y nación. Nuestra existencia precede a nuestra esencia (Sartre).
A lo largo de las épocas y culturas se ha intentado “llenar” dicho hueco estructural humano con diversas cosas: desde el totemismo, pasando por la filosofía, las religiones, las ciencias humanas, las teorías de lo psi, las artes, la comunicación, el mercado, las series, los memes. Sin embargo cada uno de dichos intentos de llenado, al colocar algo en el lugar del vacío, plantea un cierto contenido que supuestamente tendría características y operaciones específicas, así como interpretaciones, efectos y malestares. Estudiar la historia también puede verse como los efectos en cada persona, en cada lazo social, en las formas de relación de acuerdo a cada “contenido” que intentaba llenar el vacío.


La paradoja es que al mismo tiempo que estamos construidos por células, que somos seres vivos, ese organismo, convertido en cuerpo singular gracias al lenguaje, no se comporta como una unidad natural coherente, pues ha sido despojado de un orden de organización como lo disponen los animales, no posee instintos; hemos perdido esa forma única de funcionamiento, de ahí la radical diferencia, la singularidad en cada humano.


El contexto social, es al mismo tiempo constitutivo como constituyente de los humanos. Nada del orden de lo humano escapa a lo simbólico que organiza la palabra, a las imágenes; somos seres de lenguaje y de imágenes, que se emplean para dar una alguna consistencia. Sin embargo algo siempre se escapa, algo se desconoce, queda obscuro, permanece imposible de conocerse.


Si nuestra esencia es vacía, eso quiere decir que en cada humano hay una marca de “no saber quien se es”. De ahí que nuestra marca sea la duda, la incertidumbre, la cavilación, así como la apuesta, el deseo, la investigación, la invención.


Cada intento por colocar en algún lugar (gesto, atribución de género, ropa, conducta, rasgo…) nuestra esencia humana, que por definición es vacía, al tiempo que fija una ficción en algún punto, marca algo (en los cuerpos) para que sus efectos y discursos generados funcionen en grado de verdad para una cierta persona y grupo, se pierde potencia creativa, al tiempo que funda un anverso y reverso, limitando las posibilidades a la manera de una burocracia que opera linealmente, los tejes manejes de lo que se considera que es la realidad.


Si nuestra esencia es vacía, si nuestra existencia precede a nuestra esencia, como lo expresara Sartre y tantos otros antes y después de él; si como decía Freud, el yo no son más que capas y capas entorno a un vacío original, semejante a una cebolla que en el centro no tiene nada, restos de las identificaciones, es decir, de las imágenes que hemos empleado para darle ser, contenido, a nuestra esencia vacía, a nuestra supuesta mismidad, entonces tenemos una inagotable expresión de existencia, llena de matices, polifonías, amplificaciones. Tan solo por advertir que dichas ficciones al narrar de cierta forma la vida, la realidad, dan forma y cuerpo, pudiéndose introducir variaciones de estilo, cambios, rupturas y discontinuidades. ¿No es acaso tal potencialidad lo que está en el centro de todo acto creativo, singular y único, del mismo aprendizaje, que siempre de una u otra forma se construye en torno a un vacío?

camilormz@gmail.com



« Redacción »
Camilo Ramírez Garza


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