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Opinión Columna


¿Conectados o desconectados del mundo?


Publicación:04-10-2018
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Y tú… ¿Conectas? o ¿Desconectas?

El surgimiento y adopción masiva de la tecnología móvil, como los teléfonos inteligentes y las tabletas, en conjunto a las plataformas de redes sociales, llegaron para transformar nuestra forma de interactuar y comunicarnos; nos permiten hacerlo en tiempo real, sin importar el lugar donde nos encontremos. Hoy más que nunca estamos conectados. Ahora lo común y “normal” es establecer relaciones con desconocidos, que rápidamente hacemos nuestros “amigos”; la distancia, ya no es una limitante, como tampoco lo son, la diferencia de edad, rasgos físicos, género, ni clases sociales; todos pueden ser nuestros amigos con un solo clic.

En un mundo digital como en el que vivimos, convergen y se manifiestan todo tipo de personas, con actitudes tanto positivas como negativas, dando rienda suelta a expresar libremente sus emociones, gustos y vicios.

Hemos pasado de contar a los amigos con los dedos de las manos, a contarlos por cientos; y en algunos casos -que no son pocos- por miles. Hoy, con las redes sociales, podemos tener acceso a conectar con millones de personas, con quienes compartimos cosas afines y con otras, no tanto.

En redes sociales solemos ser mucho más flexibles, tolerantes, llenos de positivismo, activistas, defensores de cualquier causa, al fin, solo nos requiere un like para creer que salvamos al planeta. No pueden faltar las publicaciones con cadenas de oración, frases de motivación y pensamientos positivos que invitan a ser felices, regalar sonrisas por donde pasamos, a todos los que se cruzan en nuestro camino, con eso seremos “mejores personas”.

La gran paradoja de nuestros tiempos es: que mientras en redes sociales conectamos emocionalmente y tenemos empatía a un clic de distancia; en la vida real somos partícipes, cómplices directa o indirectamente de acciones que polarizan nuestra sociedad; la cual, está dividida por prejuicios sumados a estereotipos. Nos hemos vuelto más insensibles; permitimos conductas discriminatorias y de intolerancia.

En una sociedad polarizada existirán siempre grupos antagónicos, en una constante confrontación solo por estar en polos opuestos: ricos vs. pobres, cultos vs. incultos, blancos vs. morenos, hombres vs. mujeres, etc. Es evidente lo polarizada que está nuestra sociedad, pareciera que cualquier asunto es causa de división: la religión, el deporte, la política, las clases sociales, el aspecto físico, la música que se escucha, el estilo de vestir, hasta la edad entra en el juego con las clasificaciones de generaciones, y la lista es tan larga como absurda.

Nuestro país ha cambiado en muchos aspectos, producto de un hartazgo social en parte justificado y otro tanto por impulso, sin un raciocinio y análisis a conciencia de las consecuencias; la ideología política nos ha enviado a dos polos, como si de bandos se tratara, confrontando a la sociedad entre izquierda y derecha, tan desconectadas una de la otra.

El tema de creencias religiosas no podía escapar de la segmentación, prácticamente estamos divididos en católicos y no católicos. Aunque cada vez hay más respeto, a estas alturas aún siguen dándose muestras de estar desconectadas ante la falta de tolerancia entre ambas partes.

Lo que lamentablemente, está dando mucho de qué hablar en los últimos años, ha sido el aspecto deportivo. Lejos de verse los torneos como una sana competencia, se ha polarizado la sociedad en aficionados de un equipo o de otro. La industria que hay detrás, ha provocado un discurso de odio e intolerancia a través de sus campañas publicitarias, manipulando las emociones desconectadas de forma tal, que los más irracionales son capaces de obedecer el llamado a la violencia por defender su camiseta, como si de la patria se tratara.

En una sociedad polarizada, siempre habrá un grupo dominante para cada aspecto -objeto de la división social-. Este grupo es el que marcará las normas del deber ser, lo que en la conciencia colectiva consideren lo correcto. Frente a este tipo de situaciones es donde queda más tangible que ambos polos están desconectados, pues empieza una lucha de poder entre las mayorías y las minorías, las cuales nunca llegan a acuerdos donde todos queden beneficiados.

No todo se trata de grupos o polos, también de forma individual podemos llegar a desarrollar, incluso promover, conductas o expresiones ofensivas; descalificando personas por su condición social o económica, discapacidad, religión, origen étnico, preferencia sexual o género. Valdría la pena hacer un análisis de conciencia y evitar conductas que nos desconecten de la sociedad.

Los medios de comunicación juegan un papel muy importante, pues si bien, no es su deber educar, sí tienen responsabilidad en el impacto que ejercen directamente en grupos influenciables. La televisión está saturada de programación donde la violencia física y verbal son el mecanismo principal para entretener al espectador -sin entrar al tema del contenido nulo, el cual es todo un tema de análisis, pero sobretodo de alarma- curiosamente son los programas con mayores niveles de audiencia. Más allá del momento “divertido”, según la opinión de quien consume ese tipo de programas, hay consecuencias que están causando un daño severo en nuestra sociedad, en la cual se han incrementado de forma exponencial los índices de violencia y bullying.

La aceptación pasiva de este tipo de conductas, no hacen sino fracturar más el tejido social, sembrando consecuencias graves que como sociedad deben empezar a preocuparnos y poner acciones en marcha que detengan un mal mayor.

Nuestro gran reto es: así como hemos aprendido a establecer relaciones con desconocidos, que rápidamente hacemos nuestros “amigos”, aprendamos a conectar con la gente que nos rodea en el mundo real, a través del respeto y la tolerancia, pues nuestras diferencias son lo que nos enriquecen y hacen crecer como sociedad. Y tú… ¿Conectas? o ¿Desconectas?


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« Redacción »
Cristóbal Elizondo


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