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Opinión Editorial


Tres años


Publicación:24-09-2018
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Hemos tenido todo tipo de gobernantes y cada uno ha buscado imprimir su sello a su modo de dirigir su ejercicio constitucional…

Bernardo Reyes peleó en la Segunda Intervención Francesa a México, fue un revolucionario y a sus 35 años de edad pudo como gobernador de Nuevo León, generar los recursos para construir el Palacio de Gobierno-aunque de manera poco ortodoxa, pues se dice que fue producto de las apuestas-; Antonio I. Villarreal, pese a su terrible fama de “mata-santos”, se las ingenió para dar una nueva fisonomía a las calles de la ciudad capital de Nuevo León.

Raúl Rangel Frías conectó vía terrestre a Linares con el sur del estado y Eduardo Livas Villarreal fue un gran preocupado y ocupado por la educación.

Alfonso Martínez Domínguez logró construir la presa Cerro Prieto y la Macroplaza; Jorge Treviño puso en marcha el Puente Internacional Colombia y la primera línea del Metro; Sócrates Rizzo continuó este legado y además inició el Túnel de la Loma Larga, construyó el Museo de Historia Mexicana y la presa El Cuchillo.

Benjamín Clariond hizo gala de su poder de negociación para convencer a los capitanes de la industria a apoyar la obra pública. Y eso que gobernó apenas 1 año y 8 meses en su calidad de gobernador sustituto.

Pareciera obra sin pena ni gloria, pero Fernando Canales  se apuntó la cortina rompepicos sin la cual la estela de desgracia durante “Alex” sería mayúscula.

Si retomo y actualizo este ejercicio editorial que escribí décadas atrás es porque  Jaime Rodríguez está por cumplir tres años al frente del Ejecutivo de Nuevo León y no ha podido cumplir a cabalidad sus promesas de campaña, mucho menos cuajar obra alguna.

Prometió poner en orden a la CTM para que dejara de sangrar a los comerciantes que operan en los mercados rodantes,  ofreció convertir la Torre Administrativa del Estado, en universidad… y nada.

Dijo que buscaría salud universal para todos aquellos sin derechohabiencia y jornadas más cortas para las madres trabajadoras. Quizá aún no lo cumpla porque no avala el asistencialismo.

Ni qué decir de su oferta de poner orden en los centros penitenciarios, pues si bien ahora todo parece estar “en paz”, eso cambia de un momento a otro.

Pero el colmo es la falta de coherencia entre el decir y el hacer, al respecto del transporte público: ni hay orden en el tema de los taxis, ni en el servicio público radial, ordinario, periférico y demás etcéteras.

Sí, han “nacido” los consorcios del transporte y la ecovía; pero eliminó el domingo gratuito en el Metro para “darle mantenimiento”, y sigue quedando tan en deuda porque ni hay capacitación para los operadores –o no se nota en su trato y atención-ni hay unidades suficientes y ahora los empresarios amagan con ajustar la tarifa.

Hoy ha cedido un poco y dijo que analizará el aumento al transporte, aunque días atrás pidió a la gente no renegar y dijo que no es su culpa el deslizamiento del diesel. Tampoco el ciudadano es culpable de ese ajuste al combustible y francamente, no es la respuesta que los gobernados esperan de quienes consideran sus “líderes”.

Es cómodo culpar a terceros o pedir el sacrificio de quienes viven permanentemente amarrando estómago y haciendo economías; ya va siendo hora de pasar de las palabras a los hechos, dar los resultados que la ciudadanía reclama como lo es un eficiente y eficaz sistema de transporte. Después de todo, “la raza manda” ¿o no?

Comentarios: nelly.cepedagzz@gmail.com



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