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Ganadores y perdedores tecnológicos del COVID-19

Ganadores y perdedores tecnológicos del COVID-19
Gana el teletrabajo y pierden las grandes oficinas

Publicación:16-06-2020
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Ganadores y perdedores. No hay crisis sin ellos. También los hay en la del COVID-19, con todo tipo de consecuencias.

Algunas sin lugar a dudas positivas: gana el medio ambiente y pierde el ir y volver a Londres el mismo día para tener un almuerzo de trabajo; gana el trabajar por objetivos concretos y pierde el «calentar» la silla. Otras no lo son tanto: gana el control del ciudadano y pierde la privacidad; gana la distancia social y pierde el sentimiento de pertenencia.

Las mismas victorias y derrotas las vemos en el campo tecnológico. Ganan indudablemente las videoconferencias, las herramientas de colaboración empresarial, el BYOD y el cloud. Pierde el software «on precises» y heredado, el tener que gestionar enormes parques de dispositivos corporativos o mastodónticas estructuras en el centro de datos. Lo vemos a con detalle a continuación.

Videoconferencias y colaboración empresarial

Nunca antes han sido tan populares. De reuniones ocasiones y casi cuando no había más remedio, a convertirse en el software más utilizado durante la pandemia y la «nueva normalidad».

Y de ser prácticamente una desconocida, Zoom se ha convertido en el gran rival. Sus problemas de seguridad parecen haberle importado más a los medios de comunicación que a las empresas y no sólo ha desplegado soluciones para todo tipo de formatos (eventos, webinars, ruedas de prensa…) sino que ha sabido llegar a distintos nichos con propuestas de valor propias.

A Zoom le han seguido todas aquellas que han necesitado reinventarse, caso de Google Meet y las que han conseguido dar un golpe de autoridad, como Microsoft Teams.

Al calor de las videoconferencias, el otro gran ganador ha sido el software de colaboración empresarial. La industria lleva años asegurando que la muerte del e-mail es inminente. Y aunque nada hace pensar que no sigamos teniendo correo electrónico durante las próximas décadas, lo cierto es que el COVID-19 le ha dado el toque de gracia como forma de comunicación dentro de la organización. Slack, Microsoft Teams o Facebook Workplace se han tomado el relevo en el «canal formal» pero también otras menos «reguladas» como Telegram o incluso la propia WhatsApp han crecido como vía de comunicación dentro de la empresa.

BYOD y Cloud Computing

Que miles de personas hayan tenido que pasar a trabajar desde casa de un día para otro, se ha traducido en dos escenarios muy diferentes. El primero estaría formado por aquellas compañías que dependen fuertemente de su software «heredado» y que además, cuentan con una fuerte política sobre los dispositivos que se pueden utilizar para trabajar. El segundo, por aquellas que hace tiempo que han realizado su transición al cloud con éxito y que además, son firmes defensoras del Bring Your Own Device (BYOD). En el medio, un grueso de empresas que se mueven entre ambos bandos.

Pues bien, si algo ha demostrado la crisis sanitaria es que las compañías que han permitido a los empleados trabajar desde casa con sus equipos personales pero que a la vez, más confiaban en el cloud, han sido las que lo han tenido más fácil a la hora de mantener sus procesos de continuidad de negocio. Por un lado estas empresas han conseguido reducir la carga de trabajo sobre su propio centro de datos, limitando por ejemplo el uso de la VPN a lo indispensable. Por el otro, los empleados han mejorado su productividad al poder emplear equipos con los que se sienten cómodos a la hora de trabajar.

Pero es más. Teniendo en cuenta una «nueva normalidad» que va a priorizar el «no contacto» y en el que muchas empresas están pensando en flexibilizar sus oficinas, cuesta pensar en una vuelta a los antiguos parques de dispositivos corporativos, que se etiquetan y asignan como un tangible más. Más bien al contrario, veremos cómo muchas empresas o financian la compra o compensan al trabajador por el uso de sus dispositivos personales, a la vez que junto al cloud se imponen otras realidades como el uso del escritorios virtuales o como servicio.

Adiós a la privacidad

El otro gran debate tecnológico que hemos vivido a lo largo de la pandemia es que el contrapone privacidad con seguridad. O lo que es lo mismo: ¿cuánta información estamos dispuestos a ceder a cambio de no «contagiarnos»?

Esta es una pregunta que antes del COVID-19 nadie en Europa se atrevía a hacer. Los europeos exhibíamos como una conquista social una GDPR que velaba celosamente nuestra privacidad y que sancionaba duramente a aquellas compañías que hiciesen un uso poco razonable de nuestros datos.

Tras la crisis sanitaria sin embargo, cada vez son más los que están dispuestos a ceder sus datos personales si, a cambio, obtienen una promesa de seguridad. Así que sí, veremos cómo poco a poco se van a imponer esas aplicaciones que nos recomiendan que nos pongamos en cuarentena porque hemos estado en contacto con una persona «sospechosa de contagio»; veremos cómo compañías de transporte, centros de ocio, hoteles, etc. van a tener que guardar nuestros datos personales durante un tiempo mucho más prolongado y veremos cómo en general, se acabó el movernos por el mundo de forma «anónima».

Incluso la recomendación de que se abandonen los pagos en metálico para pasar a pagar únicamente con medios electrónicos apuntan a la misma dirección: saber quién está con quién y qué es lo que hace. Estamos lejos de momento del control total sobre los ciudadanos que ejercen en países como China y aún no vivimos en ciudades invadidas por cámaras con reconocimiento facial…de momento.



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