Opinión Editorial
Un semáforo in-significante
Publicación:19-06-2020
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Conforme avanzan los días, va quedando claro que las autoridades federales de nuestro país se han equivocado gravemente en el manejo de la crisis pandémica
El semáforo es uno de los ejemplos más utilizados en los estudios semióticos. Con facilidad queda claro que los significantes rojo, amarillo y verde corresponden los significados alto, alerta y avanza. La razón de esa correspondencia no es natural, por el contrario, es un producto cultural de un convencionalismo arraigado en una buena parte de las sociedades modernas, apoyado casi siempre en por la imposición de sanciones jurídicas. Con independencia de si el aparato en el que están colocadas las marcas de colores es mecánico, eléctrico o electrónico, la existencia del indicador suele ser suficiente para que quienes estén sometidos a sus señales, acaten las instrucciones que mediante ellas desean transmitirse. Ello con independencia de si es por mero acatamiento a la convención, por conveniencia o por estricto y consciente apego a lo dispuesto jurídicamente.
La facilidad y claridad del ejemplo semáforo tiene la ventaja de mostrar lo que acontece cuando el mecanismo no resulta claro, sea por el cambio súbito de los colores, de su posición o el número de ellos (significantes), o porque los colores no indiquen más lo que indicaban (significados). Para nadie escapa que un cambio en las condiciones acabadas de señalar debería resultar de un proceso de instrucción a efecto de evitar accidentes y, con ello, muertes, lesiones y daños materiales. Una autoridad responsable habría de establecer campañas de divulgación, difusión de reglas y capacitaciones, si buscara que las nuevas normas fueran comprendidas por la población y se ajustaran las correspondientes conductas.
Si los casos de resignificación son complejos, los de significación primaria o inicial lo son aún más. Decirle a alguien que ya conoce el semáforo y ha actuado conforme a él que, por ejemplo, la incorporación de la luz naranja entre la roja y la amarilla significa que se debe frenar con mayor intensidad que con la amarilla, no implica sino la incorporación de un ajuste sobre el panel ya conocido. Quien está habituado a acatarlo, únicamente incorporará una modalidad conductual a efecto de ajustar su conducta, porque ni el mecanismo en general ni sus funciones en particular le son desconocidas.
¿Qué sucede, en el contexto de la pandemia, cuando se genera un semáforo respecto de actividades en las que nunca ha existido para que sus potenciales destinatarios ajusten a él sus conductas? En lo que hace a los significantes, las autoridades han aprovechado el marco general de otros ya existentes. Sin embargo, hay un problema, porque los significados son completamente nuevos. No es lo mismo ordenar al conductor hacer algo con su vehículo, que decirle cómo actuar a los participantes en el conjunto de las actividades económicas o sociales que se realizan en el país.
El semáforo que las autoridades han planteado carece de significantes y significados claros. No es administrado por una sola autoridad. Las acciones que los observantes deben realizar no están definidas. Las autoridades no tienen competencias precisas para sancionar las inobservancias. Las sanciones no están claramente tipificadas. Conforme a tan imperfecto instrumento, desde ayer la población nacional circula sin saber muy bien hacia dónde.
Twitter: @JRCossio
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