banner edicion impresa

Opinión Editorial


Repito: quédese en casa


Publicación:03-07-2020
version androidversion iphone

++--

Convalecíamos y volvimos a caer, ojalá y no vuelva a ocurrir

Que van a detener a las personas que andan por la calle sin tapabocas, que les van a echar a la policía, que el ejército va a patrullar las calles día y noche y que si encuentran una reunión de convivencia en la que seguramente fluya cerveza los van a fusilar a todos los asistentes, que se van a multar a las personas que no guarden la sana distancia hasta por 80 mil pesos por pieza, que los extraterrestres han intensificado la propagación del virus alienígena, que el último libro de la Biblia, El Apocalipsis ya había alertado de la pandemia cuando hablaba de las plagas enviadas por dios para castigar a un pueblo desobediente cuyo verdadero dios es el dinero.

 Tales son los coros de los corifeos poltrones y faramallosos negados a aceptar una realidad más objetiva que el centro de la tierra: el coronavirus sigue infectando personas, la pandemia se hace más grande y extensa, cada día aumenta más el número de contagiados, los hospitales están a punto de la saturación, el presupuesto destinado a la salud palidece. Y la gente no hace caso: anda en la calle como si nada. Como si todo. Como si se estuviera jugando, pero no, no es un juego. Es neta.

      Por lo tanto el número de personas infectadas con el Covid-19 ya es de 12, 358 (el promedio de infectados por día crece cada día, valga la reiteración, no redundancia), a la fecha hay 636 casos nuevos, hay 961 personas hospitalizadas, ha habido 414 defunciones, y 7,902 recuperados. Las estadísticas no son nada alentadoras. Al contrario…

      Entonces, quédese en casa; repito: quédese en casa; insisto: quédese en casa; reitero: quédese en casa. Por las buenas o por las buenas. Tal es ahora el coro de las autoridades gubernamentales ante la peliaguda y temblorosa situación externa. El virus lo tenemos al alcance de la mano o de la boca, cualquiera puede ser infectado. Platican de una persona que por no seguir lo protocolos de prevención resultó infectada por lo que llena de ira empezó a contagiar a los que estaban a su alrededor.

      El gobernador del Estado, Jaime Rodríguez Calderón, alarmado, preocupado, desvelado, enfrenta una adversidad que jamás había enfrentado, tan difícil y compleja, y vaya si ha enfrentado adversidades realmente adversas, como él mismo dice. Se desgañita subrayando, repitiendo, reiterando hasta el fin del retruécano: no salgan si no hay necesidad, quédense en casa, usen siempre el tapabocas. Hay que tener orden y respeto. Hay que pensar en los demás, en no contagiarlos.

      Por lo tanto haciendo uso de sus facultades, y más como recomendación que orden militar o de patrón, y de acuerdo con la ley de salud que están por arriba de cualquier otra ley, menos de la Constitución, el fin de semana no habrá actividad ni de transporte urbano (más el imprescindible) ni actividad comercial, sobre todo la no esencial. Teiboles, cantinas, gimnasios, albercas, seguirán con el letrero closed. Y no se permitirán bodas, (como la de San Pedro, en la que andaban los políticos Luis Treviño Berchellman y el sangroncito Carlos Barona), fiestas de 15 años, bautismos, velorios, bailes de graduación. Serenatas, mañanitas. No laaaaargo fin de semana, sino necesario. Si no al rato vamos a andar todos infectados.

      Convalecíamos y volvimos a caer. El relajamiento de la gente, la presión de los empresarios y comerciantes por iniciar actividades remunerativas, el hartazgo familiar, el ansia de cerveza, todo eso contribuyó, a pesar de las advertencias, a que la pandemia germinara como una flor el mal. Ojalá y no vuelva a ocurrir.



« El Porvenir »