banner edicion impresa

Opinión Editorial


Reducidos a cifra y objeto


Publicación:19-02-2020
version androidversion iphone

++--

Pensar en los niños y jóvenes ya es aproximarnos a salvarlos, cuidarlos y protegerlos

Mientras se secuestraban niños, jóvenes y adultos, se instaló una ideología en forma de doctrina: el joven como peligro a controlar

Fernando Osorio

Desde hace poco más de un siglo, el cuerpo humano - así como la vida humana- es considerado un objeto de diseño, biológico y estético, así como una cosa a ser usada o explotada (sexual, económica, educativa, deportiva y políticamente) e intercambiada, sea de manera legal o ilegal, por empresas, instituciones de salud, iglesias, gobiernos y el mismo crimen organizado. Podemos decir que tanto el crimen organizado como las labores del Estado y las demás instituciones que conforman el tejido social de un país y del mundo, en tanto globalizado, comparten -lo sepan o no- una lógica, que, en este caso, implica siempre, de una u otra forma, la reducción del sujeto, de las personas, de sus cuerpos, a número, cifra y porcentaje; algo a ser modificado y negociado. Por ello, el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador no está tan equivocado al plantear que el neoliberalismo es la razón de ciertos crímenes, donde se reduce a las personas a objeto y se lucra con ellos, ya que existe un costado de dicho modelo económico y educativo, como base ideológica y psicológica, que interpreta a los humanos como materia a reducir las experiencias, los objetos y las personas (personas, mano de obra, recursos naturales…) a simple y pura ganancia. Bajo esa lupa alguien vale o no vale en función del dinero que genera. Solo que ante el dolor singular no es la respuesta que se espera (¿O la que se destaca en la prensa?) de un presidente, sino la de un político cercano al sufrimiento, que sepa escuchar. 

“Ser objeto de negociación no es, sin duda, para un sujeto humano, una situación insólita, pese a la verborrea sobre la dignidad humana y lo Derechos del Hombre. Cada quien, en cualquier instante y en todos los niveles, es negociable, ya que cualquier aprehensión un tanto seria de la estructura social nos revela el intercambio […] Todos saben que la política consiste en negociar, y en caso al por mayor, por paquetes, a los mismos sujetos, llamados ciudadanos, por cientos de miles” (Jacques Lacan, El seminario: los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós, p.13) 

Cuando se lleva a cabo un crimen, como lo es un rapto, asesinato y comercio de órganos, inscrito en una red de trata de personas y venta de órganos, no estamos ante un crimen sorpresivo perpetrado por un sujeto, suscitado por el “pase al acto” en un arrebato,  sino ante los quehaceres de una empresa ilegal que opera igual que las empresas legalmente constituidas, es decir, que tiene juntas, planea, diseña y ejecuta, que utiliza tecnología, se coordina, recluta, capacita, da formación y también “despide”.

Lo terrible de tal red de tráfico de órganos es la impunidad, así como quien comercializa, vende y compra, bajo la lógica de todo se pude vender, todo se puede comprar y todo tiene un precio, la cual requiere una reducción del otro a una simple moneda de cambio, proceso y objeto. Lo mismo pasa a lo largo y ancho del mundo, con animales exótico y en peligro de extinción, paraísos fiscales, narcotráfico, trata de personas, explotación sexual infantil, etc. Que muchas veces, el mismo que se declara eco-friendly, es dueño de la principal empresa contaminante, el mismo sujeto legal, aquel que, bajo la necesidad de un órgano para un ser querido, hace lo que sea por conseguirlo. 

 En cada uno de esos mercados legales e ilegales existe una burocratización y mercantilización de las vidas humanas, a la manera hiper-especializada de Adolf Eichmann, descrito por Hannah Arendt, quien durante su juicio declaró en repetidas ocasiones que solo seguía ordenes, de acuerdo con la bitácora (protocolo, estandarización) que se le asignaba. Lógica que no es para nada exclusiva de la ilegalidad y sus sistemas estandarizados de funcionamiento, sino de la legalidad. ¿Con eso qué queremos decir? Que cuando el crimen organizado opera, funciona, por ejemplo, igual que una empresa de paquetería, no está empelando algo que sea de naturaleza diferente a las mismas lógicas que estructuran y organizan otras instituciones: diseño de estrategias, estandarización, márquetin, reducción del otro a objeto y procedimiento, elementos de medición, reducción de costos, aumento de las ganancias. Pues cada uno de ellos se coloca ante el humano como algo a ser reducido, controlado y explotado. Incluso muchas personas de manera inédita y por voluntad propia han puesto en venta alguno de sus propios órganos, convirtiéndose en virales en segundos, abriendo el debate sobre la donación, así como la venta legal, en vida o post-mortem de órganos, como el necesario desarrollo y acceso a las técnicas de confección de órganos mediante la ingeniería genética. Algo no cerrado, sino abierto a debate. 

Por otro lado, en Sobre violencia: seis reflexiones marginales, Slavoj Zizek, trabaja la cuestión de las diferentes formas de violencia: directa-subjetiva (cuerpo a cuerpo) del insulto, el daño, el asesinato, la objetiva-estructural (macro) que opera en las políticas públicas, económicas, institucionales que violentan a las personas y a una colectividad de manera clara, pero aparentemente “invisible”, así como la del lenguaje, que los humanos, en tanto seres hablante, ejercemos en la naturaleza, al “recortar” y someter mediante nuestra herramienta simbólica, lo circundante. 

Vivimos tiempos en donde igualmente los niños y adolescentes, en gran medida son “recortados”, tomados como objetos a ser controlados, medidos, cuantificado, algo que se desea “se quede quieto”, “no moleste”; sea con las mejores intenciones o no, los adultos se colocan ante los niños y adolescentes con miedo, desesperación, angustia; familias y escuelas se quejan de lo que los niños hacen y de lo que no hacen; ellos permanecen solos, angustiados y también enojados, sufriendo, a expensas de lo que el Otro quiera hacer con ellos, muy vulnerable.

Por otro lado, los crímenes que sufren los niños y adolescentes es una situación terrible, no existen palabras suficientes, nunca existirán, hay mucho por hacer. Pero es importante notar que lo que el crimen organizado realiza de manera directa, impunemente, no es muy diferentes de lo que en otros lugares ya se está realizando desde hace tiempo con los niños y adolescentes, solo que por parecer un procedimiento normal, estandarizado y que es colocado “por su bien”, no se advierte suficientemente sus efectos generadores de sufrimiento y malestares diversos, cuando se les reduce a cifra y número, sea porque se les ve a través del dinero que cuestan, juzgarlos por los resultados de sus calificaciones, o resultados en pruebas de aprovechamiento, etc. Bueno, eso mismo hace el crimen organizado, verlos con ojos de $$ según su cuerpo.

Pensar en los niños y jóvenes ya es aproximarnos a salvarlos, cuidarlos y protegerlos, sin por ello colóranos contrariamente como los únicos intérpretes de lo que es “el bien para ellos” antesala de la imposición dictatorial y de su silencio, sino acompañarlos para que encuentren sus propios caminos; una escucha atenta de lo que dicen, lo que les pasa, en base a una presencia adulta que ella misma sepa estar calma, que permita la exploración del mundo, con una presencia que alterna cercanía y lejanía, según se requiera, que no abusará de ellos, ni directa ni indirectamente o por negligencia, puede parecer para muchos adultos algo imposible, es hoy sumamente necesaria. ¡Realicemos entonces lo imposible! 

camilormz@gmail.com 



« El Porvenir »