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Opinión Editorial


Puesteros: un cuento de nunca acabar


Publicación:27-05-2019
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Hemos atestiguado, durante el último mes, más de cien operativos emprendidos por la autoridad regia contra los ya tristemente célebres puesteros que de manera indiscriminada hacen suyas calles y banquetas del primer cuadro de la ciudad.

Hemos escuchado las lastimosas quejas de quienes se dedican a esta actividad pues se sienten atropellados en sus derechos al decir que no fueron notificados y un rosario de etcéteras más.

La invasión de los puesteros es un tema tan antiguo que ni con toda la buena intención del gobierno en turno, creo se vaya a resolver en corto.

Por supuesto que aplaudo que la dirección de Comercio retire a estos vendedores que impiden un libre tránsito y por supuesto que le asiste la ley para proceder contra ellos.

Pero también es cierto que en aras de la movilidad universal que reclaman las grandes urbes, el gobierno no ha brindado las opciones suficientes para que estos vendedores se dediquen a su actividad sin tener que andar huyendo cada vez que un inspector se acerca o que de plano tenga que pagarles un extra para no ser molestados.

A principios de la década de los 80, siendo alcalde Oscar Herrera, decidió que algunas calles se convirtieran en peatonales para ubicar ahí a todo el comercio informal y ambulante de la ciudad. Funcionó a medias porque si bien florecieron las ventas en estos espacios, no todo era de procedencia lícita y con el tiempo se convirtieron en áreas inseguras.

Y como a río revuelto, ganancia de pescadores, otros tantos ambulantes e informales regresaron a calles como Juárez o Padre Mier.

Con Benjamín Clariond, se procedió al retiro de estos segundos y se les brindaron espacios para la venta de sus productos en mercados como Fundadores, que jamás vio un día bueno.

En 2011, gracias a un operativo federal, las calles que fueron peatonales para el comercio, fueron liberadas lo cual vino a abonar al tema de la vialidad.

Pero ocho años después volvemos, peatones y conductores, a sufrir a consecuencia de estos puesteros.

Atrévase a andar por la calle de Colegio Civil –ootrora peatonal-en su vehículo a cualquier hora del día y me dará la razón cuando le digo que no se puede pasar sin pasar sustos o corajes.

Y lo mismo sucede en Colegio Civil, 5 de Mayo o cualquiera de las calles que rodean el Mesón Estrella.

Súmele todos los informales que le hacen la competencia al comercio de la calle Morelos, Juárez o Padre Mier.

El trabajo no demerita, todos tenemos derecho a él, pero de maneras organizada y pagando los impuestos a que haya lugar, como cualquier mexicano.

Las centrales obreras ya no pueden seguir secuestrando calles ni apropiarse de la voluntad de sus representados a quienes además de sustraerles cuotas, los obligan, en tiempos electorales, a inclinar su balanza a favor de una sigla política.

Monterrey es una majestuosa ciudad, démosle la dignidad que merece con calles transitables y seguras; con banquetas de accesibilidad universal, pero también con espacios para el desarrollo de la actividad comercial. Regios y no regios, lo merecemos.

Comentarios: nelly.cepedagzz@gmail.com



« Redacción »