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Opinión Editorial


¡Pobre Trump, no sean así!


Publicación:05-10-2020
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Se trata de un personaje que ha generado, por sus decisiones políticas, la creación de campos modernos de concentración para migrantes

La enfermedad por Covid-19 del mandatario norteamericano, nos ha sumergido en un dilema moral inevitable: desear su pronta recuperación o imaginar su agonía inevitable. Se trata de un personaje que como ya lo hemos expresado previamente en este espacio editorial, ha generado, por sus decisiones políticas, la creación de campos de concentración modernos para los migrantes, una exclusión sistemática donde ha victimizado a los hijos menores de edad, y otras violaciones a los derechos humanos, generando una actitud siniestra por parte de la agencia de control aduanal y migratorio (ICE), recordándonos los campos de concentración nazi.

No es todo, además, se trata de un presidente que ha perjudicado a los “Dreamers” y a muchos otros aspirantes a tener un permiso de residencia en aquel país. Un presidente con simpatía con grupos supremacistas blancos, y él como persona, con una innegable vocación racista. Ha traicionado a su país coludiéndose con potencias extranjeras; ha manipulado su declaración de impuestos que le permite pagar siendo un extravagante multimillonario, menos impuestos anualmente  que un docente mexicano.  Una persona intolerante con la libertad de prensa y que desea hacer realidad su locura de “Trump forever”, es decir, en estas elecciones próximas de noviembre no está dispuesto a dejar el poder por la buena, tendrá que haber litigio y lo que sea necesario. Un presidente norteamericano que se ha convertido en una verdadera amenaza para la democracia de su país. La lista es larga, cómo no recordar sus andanzas como acosador sexual contra decenas de mujeres, entre otros datos sobresalientes y reprobables.

Un personaje con este perfil moral, difícilmente se merece nuestro reconocimiento o que sintamos compasión por él, sin embargo, no todo el mundo piensa así. Ahora que está internado,   cientos de partidarios se han reunido  afuera del Centro Médico Militar Walter Reed, en Maryland, gritándole consignas de apoyo como: “¡Recupérate pronto, recupérate pronto; Estados Unidos primero!”. Otros seguidores entrevistados han declarado que “El país lo necesita…” y la esperada: “Está combatiendo esto como un campeón…”.

Todo parece indicar que ante los malos resultados del debate presidencial del pasado 30 de septiembre frente a Biden, el coronavirus le vino, como diría el ínclito presidente mexicano: “como anillo al dedo”, permitiéndole capitalizar la supuesta enfermedad para echar a andar nuevamente su campaña electoral con nuevos bríos, pero ahora como víctima y sobreviviente del coronavirus.

“Esto es algo que pasa y le ha pasado a millones de personas en el mundo. Y estoy luchando por ellos, no sólo por EU, estoy peleando por todos en el mundo. Vamos a vencer este coronavirus o como sea que se le quiera llamar”, dijo en el nosocomio de Maryland. Y con ello constatamos que el presidente norteamericano ha logrado identificar el potencial que posee la enfermedad para su causa política.

Han sido tantas las falsedades que el presidente norteamericano ha afirmado durante estos cuatro años, que,  ¡qué tanto es una más!; me refiero a que no nos sorprendería que dijera mentiras  nuevamente, y que estuviéramos ante una farsa maestra, donde seguramente sí se sintió agotado o enfermo de alguna otra dolencia parecida al  Covid-19, y que mintiera deliberadamente asegurando al mundo que padece dicha enfermedad, sólo para capitalizar la noticia a su favor, ya que algo que ha sido criticado ha sido, sin duda, su gestión  gubernamental ante la enfermedad.

La mala gestión ante la enfermedad ha representado para los Estados Unidos más de 200,000 víctimas mortales, además,  las actitudes del presidente no fueron afortunadas desde un punto de vista preventivo. Sabemos que minimizó la pandemia, declaró que su país estaba listo para enfrentar un reto como éste, desentivó el uso del cubre bocas, dio a conocer supuestos tratamientos experimentales que resolverían el asunto y el problema no hizo más que agravarse.

Durante el primer debate su gestión fue cuestionada por Biden, y se le hizo responsable de miles de muertes que pudieron haberse evitado, sin embargo, ahora, se declarará él mismo un sobreviviente del Coronavirus “o como sea que se le quiera llamar”; nadie podrá decirle lo que significa sufrirlo ya que él lo ha hecho de manera personal, y con ello se declarará un héroe dantesco, que bajó al infierno y regresó para contarlo. Con este montaje del supuesto coronavirus o, en su caso, con este suceso real sobre su enfermedad, ha logrado encontrar la coartada perfecta para descargar sobre sus hombros el peso de la responsabilidad de la muerte de tantos ciudadanos norteamericanos por motivo de la pandemia.

Pero ante el coronavirus nadie puede cantar victoria y menos de manera tan inmediata, se esperan los días más decisivos para el agravamiento de la enfermedad. Y siendo así, la historia aún no tienen ni final triste ni final feliz.  Estamos ante un virus muy equitativo, que ha atacado a personas con dinero y con poder, al menos así fue en un principio. Así que Trump no puede decir ya: “Soy un sobreviviente y viví para contarla”.

Existe otro desenlace que sería más allá de un dilema moral, una enseñanza moral de primer orden: una entidad ínfima como un virus, destruyendo el futuro del hombre más poderoso del planeta. Si el caso Hugo Chávez le impactó a usted como lector(a), al corroborar que no es relevante lo encumbrado que esté el hombre en el poder, eso no importa nada ante la acción de unas células cancerosas. Una situación hipotética de muerte del presidente norteamericano, sería el desenlace fúnebre que  daría un realce y un rasgo distintivo, destacando su lugar en la historia de esta pandemia del Covid-19. Sería en términos de repostería: la cereza en el pastel.

No importa cuán poderoso seas, ni si eres rico y dispones de la mejor atención médica del mundo, cuando el destino te alcanza no hay manera de cambiarlo ni resistirse ante él. Estamos ante un desenlace realmente fatalista donde no habría más forma de explicarlo como algo inevitable y de un poder inaudito, sujeto en una entidad  que no llega a ser ni siquiera un ser vivo: el virus  del Covid-19.

Pero por favor, si usted es un detractor de Donald Trump, no se entusiasme tanto; digo, tengan compasión por Trump, no sean así, es un ancianito y hay que mostrarle nuestro respeto; podría ser el abuelito de cualquiera de ustedes, además, es contemporáneo mío y apenas tiene 74 años y una vida por delante; y no es cualquier vida, no es un simple profesor universitario jubilado como un servidor,  es la de un millonario que puede ser que no se acabe su fortuna en el resto de su vida, aunque pensándolo bien, puede ser que sí, considerando que tiene tantas deudas, pero eso es otra historia…

La verdad es que la gente está muy desanimada y como que ya no cree en los milagros, por lo que ven muy difícil que Trump la libre; estoy de acuerdo y en congruencia con ello,  mi ludopatía me ha impulsado a apostar un 2-1 que el “Pelos de elote” (como se conoce en el imaginario popular) se nos va, se nos va… pero dudo mucho de mi propia suerte.

Aun así, como parte de mi dilema moral,  sigo titubeando mucho y constantemente reflexiono sobre  el carácter  auténtico de esa canción del 2016 del TRI, “Donald Trump no nos quiere”, donde insiste, sin ambages,  su autor, Alex Lora, con su letra, en un deseo muy claro y que se repite una y otra vez: “¡Pin… Donald Trump por qué no te mueres y haces al mundo feliz…!”.



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Arturo Delgado Moya

Arturo Delgado Moya


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