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Opinión Columna


¿Para qué sirve la historia?


Publicación:18-01-2017
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Hay quienes consideran que la historia no tiene ninguna importancia. Que el pasado es eso: simplemente pasado. Y que como tal debe quedar atrás

 

Hay quienes consideran que la historia no tiene ninguna importancia. Que el pasado es eso: simplemente pasado. Y que como tal debe quedar atrás. Sin embargo, la importancia de estudiar la historia radica en que nos permite conocer nuestras raíces, los aciertos y los fracasos de nuestros antepasados, para emprender con mayores y mejores herramientas el análisis y la solución de los problemas actuales y futuros.

Un recorrido por la historia de México, nos lleva a la conclusión de que los más grandes reveses que el país ha sufrido son aquellos en las cuales los mexicanos se han derrotado a sí mismos. Y ello se ha debido, sobre todo, a la falta de unidad, a que los caudillos y los líderes se olvidaron de trabajar en equipo. Esto nos hizo vulnerables en el pasado. Esto permitió que los enemigos avanzaran con mayor facilidad. Así fue en el pasado. Ojalá ya no sea.

Hace un par de días (Enero 16) se recordó el 105 aniversario del natalicio del maestro Fernando Benítez, escritor y editor de suplementos culturales, autor de "Los indios de México", "Los primeros mexicanos", "Los demonios en el convento", "El rey viejo", "Ki, el drama de un pueblo", "La ruta de la libertad", "La última trinchera"” Ayer y Hoy” y otras obras más. El decano de los escritores mexicanos tenía múltiples facetas. Entre ellas, dos muy importantes. Fue uno de los máximos defensores de los indígenas en el siglo 20 y es el iniciador de los suplementos culturales.

Benítez era partidario de los homenajes en vida y era, además, un gran bromista. El día de su sepelio, la carroza en la que eran trasladados sus restos se detuvo debido a fallas mecánicas y hubo necesidad de cambiar el ataúd a otro vehículo de la misma agencia funeraria. Para algunos de sus amigos, esta fue la última broma del escritor. Entre las obras que publicó Fernando Benítez figura una que lleva por título "El libro de los desastres" (Ediciones Era, l988, l993).

A través de esta obra de l64 páginas, Benítez hace un repaso de la historia de México, desde los orígenes hasta nuestros días y relata como las culturas indias fueron arrasadas, su legado anatemizado por la Iglesia, sus edificios destruidos, su gente esclavizada. Posteriormente, en el siglo XVIII, los jesuitas, criollos depositarios de la cultura novohispana, fueron expulsados por la Corona; al mismo tiempo cundía el neoclasicismo en la arquitectura religiosa, y con él la destrucción de obras maestras del barroco mexicano.

LO QUE HEMOS PERDIDO

Con una gran claridad del panorama histórico, el autor describe el siglo XIX, cuando sufrimos la pérdida de la mitad de nuestro territorio. Esto altera el curso de nuestra historia. A la invasión norteamericana se agregan otros males, como son la pérdida de riquezas ornamentales y valiosas bibliotecas que han ido a parar al extranjero. Al hablar de estos temas, Benítez lo hace con el propósito de que los mexicanos sepamos y recordemos lo que hemos perdido, "para que el olvido de nuestra historia no se convierta, como hasta ahora, en un desastre siempre renovado".

El libro está dividido en siete capítulos: l.- Una agonía larga y dolorosa. 2.- La expulsión de los jesuitas. 3.- Donde los mexicanos se derrotan a sí mismos. 4.- La destrucción de los conventos. 5.- El saqueo de libros en el siglo XIX. 6.- Continúa la sangría de libros. 7.- La emigración de nuestros códices, y 8.- De ciudad a megalópolis. Se inicia el libro con el señalamiento de que el nuevo dios impuesto por el conquistador Hernán Cortés trajo a México la destrucción, la esclavitud y la muerte, pero tres años después de la derrota azteca, en l524, llegaban los doce primeros franciscanos, que buscaban la igualdad de los hombres ante Cristo.

Defensor --como lo fue siempre-- de los indios, Benítez hace un repaso de sus sufrimientos. Sin embargo, a pesar de todo, los indios aún sobreviven en México. "Ellos le dan a nuestro país el resto de magia que nos empeñamos en extinguir".

LA CAMPANA EN EL AMANECER

Parece como si los golpes teatrales fueran haciendo la historia de México, afirma el autor mientras nos recuerda a Hidalgo tocando una campana en el amanecer para iniciar la lucha por la Independencia. Desde la toma de Guanajuato, se produce la división de los caudillos. Vienen después el genio militar y político de Morelos, los Galeana, los Bravo y Vicente Guerrero. Si Morelos aspiraba a ser el siervo de la nación, el ambicioso Iturbide desea ser Emperador. Fueron once años de lucha por la Independencia, en los cuales los cuartelazos se suceden.

Conservadores y liberales se disputan el poder. Mientras tanto, la Iglesia conserva su autoridad. ¿Y el pueblo? La condición de la gran masa no cambia. "La lucha debilita al país y agrava su miseria". Mientras todo esto sucede, los ojos de nuestros vecinos del norte están alertas. El Presidente Jefferson recibe al barón de Humboldt, quien había estado en México del 22 de marzo de l803 al 7 de marzo de l804. El norteamericano queda impresionado con la descripción que el alemán le hace de la población, la riqueza y la geografía.

Aparece luego en nuestra tierra el agente secreto Joel R. Poinsett. Iturbide le prohibe la entrada, pero Santa Anna se la autoriza. Las intrigas de Poinsett rinden frutos, se fomenta la división que llevaría a México a las luchas internas.

En l836 Texas proclama su independencia y después solicita su anexión al territorio norteamericano. "México, hundido en guerras fratricidas, manda un ejército a través de los desiertos. Santa Anna toma el Álamo y se duerme en sus estropeados laureles. Es hecho prisionero y, para salvarse, da por hecho consumada la pérdida de Texas."

LA INVASION NORTEAMERICANA

Sin embargo, las cosas no pararían ahí. Viene después la invasión norteamericana que encuentra a los generales mexicanos desunidos. Mariano Paredes Arrillaga, comisionado para combatir a los norteamericanos, marcha hacia la ciudad de México para alentar a sus partidarios y buscar la Presidencia. "Así comienza el desastre --afirma Benítez. Los mexicanos se derrotan a sí mismos y esto sella toda la guerra. Taylor avanza hacia Matamoros. Los habitantes de la pequeña aldea de Frontón, al verse amenazados, incendian sus casas y se suman a las tropas defensoras".

Hay momentos en que el ejército mexicano toma la ventaja, pero no la sabe sostener y aprovechar. Continúan las divisiones internas. Detrás de todo esto está Santa Anna. Los mexicanos obligan al ejército de Taylor a retroceder en Angostura, pero Santa Anna, en lugar de realizar el ataque definitivo, ordena la retirada y se proclama victorioso.

El ejército mexicano, que salió con l8 mil hombres, se dispersa y regresa a San Luis Potosí solamente con cuatro mil. Mientras tanto, los norteamericanos invaden Monterrey en un recorrido que habrá de llevarlos hasta la Capital de la República. Las consecuencias son bastante conocidas: el territorio mexicano es mutilado.

55 AÑOS, 56 GOBERNANTES

Fueron once años de guerra insurgente. Vinieron después 55 años, con 56 cambios de gobernantes y una dictadura de 35 años. Se destruyeron las riquezas del país y se perdieron enormes territorios (al sur hasta Costa Rica y al norte hasta Oregón). Después de relatar estos trágicos acontecimientos, Benítez aclara que ha tratado de resumir en su libro una serie de desastres con la intención de dar una idea sobre los peligros que sufrimos y los que todavía nos amenazan.

Y concluye con este mensaje: " Desde luego, las soluciones no están a la vuelta de la esquina, ni se darán en un corto plazo. El pueblo anhela decidir su futuro con la papeleta electoral en la mano, decidir pacíficamente como vivirá en el siglo XXI y no por medio de las armas según ocurrió en el siglo XIX y en una fracción del XX.

"De esta manera se desvanecerá el persistente espectro de la desigualdad y lograremos unidos, libres, confiados en la democracia, conjurar los desastres que afrontaremos en este confuso final del milenario". Benítez falleció el 21 de febrero del año 2000. En el momento actual estaría más preocupado. Este es uno de los muchos mensajes que nos dejó Fernando Benítez, sin duda alguno uno de los personajes más destacados en el periodismo cultural mexicano y cuya Biblioteca personal se encuentra en el área metropolitana de Monterrey, gracias a la generosidad de la Fundación Dr. Ildefonso Vázquez Santos, Biblioteca Red, A. C., la cual es presidida por el Lic. Jorge Octavio Vázquez González.



« Redacción »
Jorge Pedraza Salinas


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