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Opinión Editorial


Para la niñez trabajamos


Publicación:20-10-2020
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Gracias a la reforma educativa del 15 de mayo del 2019, la educación inicial es ya un derecho de la niñez

En la prolongada lucha de los Centros de Desarrollo Infantil del Frente Popular ‘Tierra y Libertad’, (los CENDI), por universalizar la educación inicial en México, el principal problema ha sido la situación económica y social de nuestro país y, sobre todo, el enfrentar la visión de los gobiernos a la hora de asignar recursos públicos: ver la educación a la primera infancia como un gasto y no como la mejor inversión a futuro. 

     

     Gracias a la reforma educativa del 15 de mayo del 2019, la educación inicial es ya un derecho de la niñez a recibirla como parte de la educación básica y es una obligación y una responsabilidad del Estado impartirla, garantizarla y concientizar sobre su importancia, aunque falta aún determinar el financiamiento y la gradualidad de su impartición a través de una Estrategia Nacional de Atención a la Primera Infancia.

     

     En 1990 todavía era poca la información respecto al costo/beneficio de la inversión en educación temprana, incluso en los países desarrollados. Pero, en los países en vías de desarrollo era clara la desatención debido al bajo nivel educativo, a los altos índices de deserción y de analfabetismo funcional, así como a la baja productividad de la fuerza laboral y a la proliferación de la delincuencia y de la violencia en la sociedad.

     

     Con la experiencia de tres décadas de los CENDI se ha demostrado que la asignación de recursos a la educación temprana favorece el desarrollo óptimo de las personas; es decir, a la adquisición de capacidades, habilidades y pautas de conductas culturalmente adecuadas que le permiten desenvolverse en el contexto actual y adaptarse con éxito a las transformaciones.

     

     La asignación de presupuestos debe dejar de verse como un ‘gasto en educación’, ni siquiera como un ‘gasto social’, sino como una inversión en el capital humano futuro. Mediante las políticas públicas del ramo educativo, los recursos deben ejercerse a través de los programas dirigidos a la primera infancia y solventar las necesidades del personal docente, los espacios seguros y en condiciones higiénicas para bebés, niñas y niños, la preparación de alimentos que supere los déficits de nutrición y de atención a la salud, el equipamiento escolar adecuado con materiales y juguetes didácticos y, la participación familiar en el desarrollo integral de sus hijas e hijos.

     

     A mayor rendimiento de los recursos destinados a la educación inicial, se incrementa el rendimiento de lo que se invierte en educación primaria, secundaria, media superior y superior, ya que los costos asociados con la deserción escolar y el rezago académico se reducen durante toda la vida. Asimismo, disminuyen los costos de prevención de conductas sociales graves, tales como la delincuencia juvenil y el vandalismo, el abuso de drogas y de alcohol, y, por el contrario, la sociedad se beneficia porque la educación temprana tiende a generar personas económicamente más productivas.

     

     Como consecuencia de reducir dichos costos, tal como lo señala James Heckman, Premio Nobel de Economía 2000, el gasto público se hace más eficiente y el nivel de ingresos se eleva. Así, el círculo de la reproducción social de la pobreza se rompe, ya que el retorno de la inversión en quienes recibieron educación temprana es de 8 a 1 dólares, sus posibilidades de éxito en el plano personal y profesional son mayores, mientras que el bienestar social y económico disminuye los indicadores negativos de criminalidad, delincuencia, violencia y fracaso escolar.

     

     En ese sentido, los CENDI llevan a cabo el Programa de Seguimiento a Exalumnos para medir el impacto de su modelo educativo, registrando resultados por encima del promedio en sus distintos niveles y grados académicos, la mayoría mantiene la continuidad de estudios, son sobresalientes en el desempeño de actividades deportivas, artísticas y de liderazgo y presentan además una correcta integración social y un desarrollo emocional estable, demostrándose los efectos en el futuro de las generaciones que recibieron educación temprana de forma integral y con calidad.

     

     Debido a los esfuerzos de la UNICEF, del Banco Mundial y de la OEA, entre otras organizaciones, para promover la inversión en la educación temprana, muchos países han asumido entre sus objetivos la atención integral a la primera infancia y han establecido mecanismos legales, acciones y metas que aseguren el derecho a crecer con equidad e igualdad de oportunidades.

     

     Un pueblo educado será siempre un pueblo avanzado y como dijera el más universal de los maestros, José Martí, hace dos siglos atrás: “para los niños trabajamos, porque los niños son los que saben querer, porque los niños son la esperanza del mundo”.



« Lupita Rodríguez Martínez »