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Opinión Editorial


Navidad


Publicación:24-12-2020
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Navidad, fiesta interior y exterior. La más bella del año; inspira sentimientos de renovación, paz, generosidad y reflexión

Navidad, fiesta interior y exterior. La más bella del año; inspira sentimientos de renovación, paz, generosidad y reflexión. De estar en familia y expresar la alegría del corazón.

El cristianismo es la religión más profesada en el planeta de ahí que en La Navidad más de 2,400 millones de cristianos coinciden en la importancia mística de la festividad al celebrar el nacimiento de Jesús, El Salvador, símbolo vivo de amor, de fe y de paz. Se comparten tradiciones y elementos que la expresan.

Las luces, colores y regalos son manifestaciones externas que reflejan la alegría interna. Otros elementos, los más importantes, son el pesebre, las posadas, los villancicos y pino, entre otros, y que, desde luego, tienen un significado propio. Todo se conjunta en convivencias fraternas vecinales y familiares con variantes propias a cada país y cultura.

Para la fiesta religiosa, las iglesias cristianas le otorgan un carácter solemne que inicia con el Adviento, tiempo de preparación. Es un festejo espiritual, místico. En algunas, no se considera fiesta religiosa sino de socialización pero se aprovecha para la oración.

La Navidad es siempre actual. Después de dos mil años, sigue ilusionando a los niños y adultos. Época en que sentimos la necesidad de manifestar a los otros, buenos deseos para su vida. Temporada para compartir en familia y con amigos momentos gratos para recapitular sobre lo realizado y formular propósitos de cambio.

Es tener una propia peregrinación hacia el amor, el reencuentro, la paz.

Quizá lo relevante son los valores asociados. En el pesebre, que en sí mismo representa la pobreza y sencillez, encontramos a José que simboliza la responsabilidad de proveer a la familia lo necesario; a María, el silencio y aceptación; los ángeles la espiritualidad y acompañamiento; el burro y el buey, la calma; las estrellas, la humildad; los pastores la fe, compartir y agradecimiento, la búsqueda; los reyes mayos el reconocimiento a la divinidad.

Otros elementos son la piñata, que no todos los países la tienen, y cuyos picos significan los pecados capitales contra los que hay que luchar; las posadas que representan el peregrinar para encontrar el lugar de vida; el aguinaldo, que originalmente eran dulces otorgados en la posada, como el derecho al salario por trabajo; el pino, es el símbolo de la vida eterna, adornado con manzanas y ahora con esferas, para los cristianos representan las tentaciones, y velas, que simbolizaban la luz del mundo y la gracia divina.

Sin embargo, el elemento más relevante es El Niño Dios, el salvador, el centro de la festividad y que llega en la noche de navidad que representa la paz.

Según los historiadores, durante la noche de Navidad no hubo guerras, se hermanaron los pueblos, se reunieron las familias. El Martirologio romano subraya este hecho cuando dice que Cristo nació "mientras reinaba la paz en toda la Tierra".

Para el sacerdote Alejandro Ortega Trillo LC, la paz es un resultado. Algo que encontramos al final del esfuerzo. “Quien renuncia a la prisa, confía en la Providencia, se ejercita en la espiritualidad, vive el silencio, madura su esperanza, forja su humildad y pobreza, su docilidad y su fe, seguramente hallará paz”, señala en relación a la paz navideña.

Hay una historia que circula en redes: “Cuando era niño, en navidad le preguntaba a mi mamá, ¿‘qué quieres de regalo?’, ella me decía ‘salud y que no falte nadie el próximo año’. Yo le decía, ‘no mamá, un regalo de verdad…’ Hoy me doy cuenta de la razón que tenía, los regalos no son nada, si las sillas están vacías”.

Los festejos de este año serán diferentes. Por el confinamiento, habrá más intimidad en la familia, sin manifestaciones físicas y en algunos casos, con precariedad económica y de salud, y tristes recuerdos por los seres queridos ausentes. No habrá excesos que la mercadotecnia nos impulsa. Sin embargo, el espíritu estará renovado por el significado de las muestras de solidaridad vividas durante el año y esto es lo que debe prevalecer: gratitud por lo recibido y esperanza por un mañana mejor.

El centro de La Navidad es Jesús, nos recuerda que también el centro de toda decisión debe ser la dignidad humana.

Mis mejores deseos para que esta Navidad nos una a los pueblos en un ambiente de paz, bienestar y esperanza. Y que la armonía familiar reine en nuestros hogares.

Leticia Treviño es académica con especialidad en educación, comunicación y temas sociales, leticiatrevino3@gmail.com



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