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Opinión Editorial


Los crímenes y la pandemia


Publicación:25-09-2020
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El Covid-19 ha tenido otro tipo de repercusiones, daños colaterales, dos en un principio: la violencia intrafamiliar y los asesinatos de civiles

La pandemia del coronavirus, que ocasiona el Covid-19, ha tenido otro tipo de repercusiones, daños colaterales, dos en un principio: la violencia intrafamiliar y los asesinatos de civiles, la mayor parte derivados del narcotráfico. 

      En el primer aspecto, las instancias institucionales han tomado cartas en el asunto. Después de estudios de caso y análisis de pruebas y resultados, en efecto: las mujeres son las agredidas, aunque hay excepciones, pocas pero excepciones al fin: hay hombres que también se han quejado de la violencia ejercida por su mujer.

      Y en el segundo caso, no pasa día que los medios no consignen una nota relacionada con ejecuciones. Antier miércoles un hombre que iba en su camioneta fue corretado por sicarios en otra camioneta y le dieron alcance y lo mataron en la Colonia Fuentes del Valle, en San Pedro. 

      El martes un repartidor de comida fue ejecutado en la colonia Dos Ríos de Guadalupe, a unos metros de una estación de policía. El mismo martes un hombre, alrededor de las 13:30 horas fue ejecutado de tres balazos en la colonia Villas de San Francisco en el municipio de Juárez. Uno de los municipios con mayor incidencia de morbilidad por ejecuciones, la mayoría relacionada con el narcotráfico.    

      Por los mismos días fueron encontrados dos hombres muertos casi en estado de descomposición, uno en el Arroyo del Topo Chico a la altura del camino al Ojo de Agua, en la colonia Privadas Blanco de Apodaca; el otro fue encontrado en la parte alta de la loma al norte de la ciudad a la altura de la calle Fray Pedro de Córdoba en la colonia Condocasa. No se puede afirmar que hayan sido ejecutados por sicarios al servicio de las bandas de narcotraficantes por el estado avanzado de descomposición, pero tampoco se puede afirmar lo contrario.

      Lo cierto es que los asesinatos suceden casi a diario, lo cual significa un verdadero problema de seguridad, lo cual significa que el gobierno del estado y de los municipios, no hacen un verdadero trabajo por solucionar (o cuando menos paliar) este problema, que al ser tan común, se puede percibir como algo ordinario, perdiendo toda su cauda de terror y delito.

      Hay varias hipótesis al respecto: la colusión de políticos en el poder y los delincuentes, la simbiosis entre funcionarios públicos y delincuentes (un alcalde puede ser un narcotraficante), delincuentes que consiguen diputaciones locales o federales; la incapacidad de los encargados tanto de impartir justicia como de operativos policiales; la corrupción que permite a las autoridades (desde un simple agente de tránsito hasta un juez) simplemente hacerse de la vista gorda.

      Lo cierto es que en Nuevo León cualquier de esas hipótesis funciona. El gobernador que una vez enfrentó delincuentes cara a cara, ahora, con todo el poder que significa el gobierno, no puede atrapar a los capos de las bandas delictivas. Y se descubre que cuando son detenidos los narcotraficantes, fueron policías. 

      Líneas arriba señalamos que los efectos colaterales de la pandemia eran dos en un principio, pero podrían ser más: la economía, el empleo-desempleo, la disfuncionalidad de los afectos, la robotización de las mentes ordinarias, la segregación de los colectivos sociales, etc). Se habla ya de una sociedad pospandemia.



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