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Opinión Editorial


Los amigos que se van


Publicación:24-08-2020
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“No son los días lo que recordamos, sino los momentos”

Dice Alberto Cortés que “Cuando un amigo se vaempieza el alma a vibrar porque se llena de frío”. No podría estar más de acuerdo.

Rolando era un joven que lo tenía todo: estaba felizmente casado, con un hijo y la vida sólo le podía deparar cosas maravillosas. Pero en sólo una semana, el Covid-19 lo abatió.

Para la autoridad sanitaria es sólo un número más.

Segura, segurísima estoy que esta pequeñita narración se repite en muchos hogares regiomontanos, del país y del mundo dondedicho sea de paso, la cifra mundial supera los 23 millones de contagiados.

A inicios de enero los astrólogos y todos los pitonisoshablaron de las proyecciones astrológicas para este 2020, refiriéndose a él como el año de “la gran transformación”,de “la gran mutación”, de “turbulencia”, un año que nos llevaría a descubrir que todo lo considerado como estable, no lo es.

Le di poco mérito a esa aseveración tempranera y como muchos otros de mis amigos y conocidos me propuse ser positiva y me dije “2020 ¡sorpréndeme!”

Pero el caso es que mientras esperamos la vacuna, venga de donde venga, el corazón se estruja con cada historia, cada anécdota y testimonio de los enfermos. Y aunque varía de persona a persona, no crea que todos los contagiados y fallecidos se infectaron por descuido, por andar de paseo o haciendo caravanas de cumpleaños.

Pero sí, por cada ser humano que demerita la enfermedad y vive sin sana distancia, sin cubrebocas y sin recurrir al lavado frecuente de manos, hay otro contagiado, otro hogar donde lloran la pérdida de un ser amado.

En mi ejercicio anterior me refería a todo lo que el coronavirus nos ha quitado: la convivencia con padres y hermanos, los paseos, las vacaciones, la reunión con los amigos y los abrazos; pero lo peor, sin duda, es aquella persona de la que no pudimos despedirnos, y de la cual no podemos creer que ya no volverá.

Como por ahí se dice, el coronavirus llegó para quedarse y a nosotros no nos queda de otra más que cambiar nuestros hábitos;  areserva de ser repetitiva con lo que dice el doctor Manuel de la O, o la doctora Amalia Aquino, cuidémonos y cuidemos a quienes amamos; hagamos del uso del cubrebocas y del antibacterial una rutina diaria.

Practiquemos la solidaridad y el amor: si nos toca convertirnos en los maestros de nuestros hijos al inicio de este ciclo escolar, hagámoslo amorosa y pacientemente; si hay que trabajar, salgamos de manera segura; si hay que preparar los alimentos de la familia, siéntase bendecido, no todos tienen esa gran oportunidad.

Si está en sus manos ayudar a un vecino, hágalo.

Y si le nace ser un poquito espiritual, eleve una oración por quienes se nos adelantaron y también por quienes siguen en la primera línea de batalla en esta pandemia atendiendo a nuestros enfermos.

Aún sin ser la mejor frase que conforte, cierro mi ejercicio editorial con una frase de Eduardo Galeano que con todo mi cariño dedico a quienes han sufrido la pérdida de un ser querido en esta pandemia: “La historia nunca dice adiós. Lo que dice siempre es un hasta luego”.




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