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Opinión Editorial


La negociación judicial de Colombia


Publicación:18-07-2022
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El nuevo presidente colombiano quiere ir más allá y ser más osado en su plan de pacificación del país

Con la llegada al poder en Colombia del ex guerrillero, Gustavo  Petro, surgen nuevas ideas de orientación pacifista, para tratar de construir la paz en ese país y lograr un acuerdo judicial con los grupos criminales que operan desde hace años en perjuicio de la sociedad colombiana.

El presidente López Obrador llegó al poder en el 2018 con esa misma intención, pacificar al país, realizó un diagnóstico de la grave situación y tomó decisiones. Actualmente es en el rubro de la inseguridad  donde el presidente mexicano ha quedado mucho a deber a la sociedad.

El nuevo presidente colombiano quiere ir más allá y ser más osado en su plan de pacificación del país; parte de la idea y es correcta, que la política antidrogas ha sido un gran fracaso y que organizaciones como la DEA la utilizan para perpetuarse burocráticamente en las estructuras de poder norteamericano.

A diferencia de la mexicana, la propuesta colombiana, de entrada,  no hace hincapié en ir a las causas sociales que determinan la violencia, sino en crear un marco legislativo  para acoger a los criminales ante una justicia dispuesta a tener una consideración especial que aminore la penalidad de sus actos  y,  que a la vez, permita restaurar a las víctimas lo que puedan recuperar del expolio sufrido por estas bandas criminales durante años.

El ideal de esta intención del nuevo gobierno colombiano es alcanzar una paz total, donde si es necesario negociar con los grupos criminales se hará, aunque a las víctimas eso les duela o estén en contra.

Cuántas veces hemos escuchado el concepto de paradigma, donde éste se entiende como un modelo de algo, y ahora Gustavo Petro lo ha retomado hablando de un cambio de paradigma en la lucha contra las drogas, dejando a un lado el carácter represivo del mismo para transitar hacia uno  de tolerancia vía la negociación.

Esta tolerancia se expresaría en una disminución de las penas para aquellos dispuestos a desmantelar sus estructuras criminales y abandonar sus actividades ilícitas. Sin duda, el mundo de la delincuencia organizada es muy diverso, y habrá múltiples motivaciones que determinen cómo respondan los criminales ante esta proposición.

No queremos ser, como dice mi nieta Carolina, spoilers, que según entiendo es aquél que se anticipa al final de una película y  revela su desenlace ante aquellos que aún no la han visto.  Esta película del presidente electo Petro, es cierto que aún no la conocemos así que no podemos anticipar su final, pero   tenemos la experiencia de  las motivaciones de los grupos criminales mexicanos, y sabemos cómo en lugar de entusiasmarse con las ideas pacifistas del gobierno de la 4T, terminaron empoderándose aún más, apropiándose de territorios y lastimando profundamente a la sociedad mexicana.

Si en esta vida me hubiera tocado optar  por el mal camino y si hubiera decidido ser parte de una organización criminal, tendría por seguro varias ideas que determinarían mi posible respuesta ante una propuesta como la colombiana:

(1) El narco no nace se hace. El conjunto de variables que intervinieron para que llegara a ser un supercriminal, amante de las conductas antisociales y psicopáticas, me llevaron a ser lo que soy, ser malo es parte de mi identidad y difícilmente la cambiaría. Partiría del principio moral que asegura que es más fácil ser malo que ser bueno.

(2) La violencia es un mal necesario. He aprendido a lo largo de mi vida que ser violento es el camino para lograr lo que quiero, para satisfacer mis necesidades. Considerando que la sociedad es inequitativa y las estructuras socioeconómicas me empujan a pertenecer a los grupos marginados, dificlmente puedo dejar este camino que elegí como el único posible para ser alguien en la vida.

(3) La delincuencia sí deja. La gente no entiende que éste es mi jale, es mi chamba; así como un bombero se levanta a primera hora para ir a trabajar, igual lo hago yo. Me despierto un domingo tempranito, me visto y me preparo para salir a la calle, mi propósito laboral consiste en  asaltar, secuestrar, extorsionar  y, si es necesario, matar  a la víctima en turno. Además, con el nivel de impunidad tan elevando que existe en este país, es más fácil sacarme la lotería a que me juzgue un juez y cumpla mi condena en reclusión.

(4)  Criminal de corazón. Las personas no nos entienden, creen que lo que nos interesa es delinquir por delinquir, y ése no es el caso, delinquir es un medio en sí y no un fin en sí mismo. Lo que nosotros buscamos es el poder, y el dinero es parte de ello. Un poder sobre un territorio específico donde uno se convierte en el gran cacique, ese señor tirano  que llevamos dentro en nuestros genes indígenas mezclados con españoles medievales.

(5) Ser psicópata es un sino. En este negocio se triunfa si logras pensar y actuar como un psicópata, que no te detengan los remordimientos, ni sientas miedo por el futuro de tu alma. Lo único que debes  procurar es evitar el destino que nos acecha: la prisión o el cementerio. Si eres inteligente podrás evitar estas amenazas, para ello sé cerebral, calculador, piensa como un hombre de negocios que sólo posee unos intereses: los propios.

La ley  para la paz, la seguridad y la convivencia que será propuesta por el presidente colombiano electo, tendrá resultados que aún no podemos anticipar, basados en  una respuesta posible considerando la diversidad de las motivaciones criminales. Seguramente aquellos que se encuentran dentro de las estructuras criminales pero que llegaron sin ser psicópatas, podrán considerar una salida a una actividad que no les gusta y que están allí por necesidad o fueron forzados en un inicio.

Pero igualmente, esta ley probablemente será rebautizada en aquel país de Colombia, como la ley Popeye, recordando a un personaje criminal que fue el principal  sicario de Pablo Escobar, quien cometió más de 300  asesinatos a sangre fría. Fue capturado y remitido a una cárcel de alta seguridad,  le permitieron salir después de cumplir el 60% una condena de 23 años, fue puesto en libertad condicional.

El Popeye volvió a las calles de Medellín pero fue más listo que Caro Quintero, no se volvió a meter en problemas con la justicia colombiana, su estructura de personalidad como psicópata no se alteró, siguió ejerciendo control en el barrio donde vivía, la gente le tenía miedo porque era un asesino a sangre fría,  logró apartarse de la actividad criminal que lo hizo célebre, escribió un libro y se volvió Youtuber.

Especulando con una probabilidad estadística posible, esta ley Popeye podría desmovilizar a un diez por ciento de los criminales involucrados, si se piensa que actualmente en Colombia existen 12,000 criminales, podrían acatar esta disposición hasta un 10%, es decir, unos 1,200 criminales, el resto seguramente seguirá en lo suyo, y un 1%, es decir, unos 120 lograrán transitar hacia una re incorporación al estilo del Popeye, a quien la  gente lo respetaba por miedo aunque ya no fuera un sicario activo. El Popeye también se dedicó a ser guía de turistas, para aquellos practicantes del turismo negro, que gustan de visitar los lugares donde Pablo Escobar mataba a sus víctimas y cometía sus crímenes. Quién mejor que El Popeye como lugarteniente exonerado, que sabía toda la historia, para guiarlos por aquellos laberintos del asesinato, la crueldad y el horror, donde él fue protagonista  sobresaliente de esas tétricas historias.

La reinserción social del Popeye duró un cierto tiempo, la psicopatía es destino, fue libre hasta que lo acusaron de ser un extorsionador en Medellín vinculado a grupos criminales, volvió a la cárcel donde murió de cáncer a los 57 años.



« Arturo Delgado Moya »