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Opinión Columna


La hora de la clase


Publicación:31-07-2019
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En Tierra Dos, la escuela tiene que sustentarse en el sentido y significado singular más que en el cumplimiento, presentación y evaluación

¿En qué se ha convertido la escuela hoy en día? La escuela, en sus diferentes niveles y modalidades, sea pública o privada, se ha transformado radicalmente en los últimos 100 años. Lo que hoy conocemos como escuela, no es lo que fue a principios del siglo XX. Aquella era una escuela inscrita en un contexto sociocultural piramidal (el jefe en la empresa, el padre en la familia, el maestro en la escuela…) basado en patrones y organizadores únicos, como lo son la razón y el poder. Ese contexto, al que Jorge Forbes, psicoanalista brasileño, llamó Tierra Uno, es uno donde cada persona obtenía su lugar de acuerdo a la posición respecto a la jerarquía, por su adecuación o rebeldía a un patrón previamente establecido como normal, incluso como saludable (tal es el caso de la construcción de gran parte de las normas patológicas y de trastornos mentales durante el siglo XX)


Hoy las lógicas de la escuela son otras, la reformulación de la escuela en base a procesos industriales y de mercado, la ha convertido en muchos casos y en más de un sentido, en una institución, por un lado, de presentación y evaluación de conocimientos, reducida a ser la antesala a la entrevista de trabajo (¡Que la escuela nos suministre los empleados que la empresa requiere! –parece ser la consigna) Por otro lado, de entretenimiento y consumo, los alumnos y sus padres son vistos como clientes –y la mayoría de las veces, unos muy quejosos y constantemente insatisfechos- los maestros y directivos, convertidos en “agentes de ventas”, que al igual que aquellos, viven permanentemente bajo la exigencia de dar mejores resultados: cumplimiento en tiempo y forma de los programas, recibir quejas, no tener problemas y elevar las ganancias.


Por supuesto también existen muchas escuelas y maestros que se organizan bajo otras lógicas, más encaminadas a producir un verdadero encuentro con el conocimiento, donde la pasión por el saber es el eje principal, así como el ayudar a sus estudiantes en sus dificultades, al tiempo que intentan reconocer su vocación, sus deseos y talentos.


En dicho contexto de Tierra Uno el alumno era o disciplinado o indisciplinado, normal o anormal. Todo se basaba en ese diagnóstico inicial: quien cumplía con ese modelo tenía que seguir refrendando su adecuación a los principios establecidos, quien no lo hacía debía recibir un correctivo que le hiciera “volver al buen camino” de la norma. Ello por supuesto organizó el mundo occidental más o menos sin tantas variaciones del siglo XVII al siglo XX.

Incluso el mismo Freud echó mano de la construcción de un mito, el complejo de Edipo, para explicar la tensión entre lo que el humano desea y su impedimento por parte de la cultura. Hoy, eso se ha modificado, la subjetividad de los humanos en la actualidad es una subjetividad post-edípica, ¿Ello qué quiere decir? Que las crisis en la vida son menos por lo que se impide hacer, que por las múltiples opciones que se tienen enfrente; hoy se sufre más por no saber qué hacer en el presente y ver un futuro incierto, que por una sociedad que restringa e impida lo que alguien desea emprender. Hoy las crisis humanas están basadas en no contar con un solo organizador (Dios, teoría, patria, ideales…) que garantice que lo que se hace, dará resultados.
Ya en el siglo XX se pusieron en jaque muchos valores de aquella organización jerárquica, al mostrar que sus postulados no eran inmutables, sino sujetos a múltiples interpretaciones, juegos de lenguaje y de poder; que iban hilvanando la vida, creando no sólo una realidad, única, normal e indivisible, con la cual operaban las sociedades jerárquicas, sino múltiples y diversos. Sufriendo con ello el lazo social un pasaje de Tierra Uno a Tierra Dos –concepto igualmente acuñado por Forbes, a través del cual se explican los cambios socio-culturales, hacia relaciones horizontales, más marcadas por el deseo y la responsabilidad singular, que por la adaptación a un único principio organizador, que se creía garantizador de algo (paz, amor, bienestar…) En tal contexto de Tierra Dos, ¿cómo pensar la escuela y la función de los maestros? Como el lugar de la inquietud singular compartida con muchas más inquietudes, al estilo de una incubadora (de negocios, proyectos, investigaciones, juegos, tecnología, mejora ecológica, etc.) que decide por la amplificación de los deseos más que por el egoísmo de la competencia y el estatus de unos cuantos.


En la escuela en Tierra Uno, el maestro sólo por ocupar ese lugar ya tenía un halo de importancia garantizado, se les debía respeto y obediencia; en su mayoría todo funcionaba bien bajo el principio de orden; como el de “la letra con sangre entra” en un extremo y la disciplina en el otro. Ya que la disciplina era el contexto a través del cual se transmitía la enseñanza, basados en una garantía jerárquica, se promovía igualmente un contexto irresponsable (el de arriba manda), solapador y corrupto. Hoy, cualquier maestro, que desee desarrollar y sustentar su labor con dicha lógica, se ve decepcionado, pues ese mundo donde la disciplina era garantía, Tierra Uno, ha dejado de existir. Hoy, ni en el lazo social amplio, ni en las familias ni en las escuelas, ni en las empresas, funciona la disciplina como único organizador de la vida, de ahí muchas molestias y “descalabros” de maestros y padres de familia, ante las fallas de la disciplina y el comportamiento de los otros. Como software la disciplina ya no lee “nuevos programas”, no basta con decir que alguien es indisciplinado o que no pone atención, es necesario entender éste nuevo contexto, para poder incidir en él. No es casualidad que sean los maestros uno de los gremios que más acumulan consultas a especialistas en neurología, psiquiatría, psicología, otorrinolaringología y gastroenterología. Ya que ante la falla de la disciplina se tiende a aumentar y rigidizar los controles, elevar el tono de voz, elevar la tensión. Respuestas y estrategias comunes que están condenadas al fracaso, pues el mundo ya cambió.


En Tierra Dos, la escuela tiene que sustentarse en el sentido y significado singular más que en el cumplimiento, presentación y evaluación del conocimiento; hoy un maestro será no necesariamente quien lo sabe todo y posee la última palabra sobre el conocimiento, quien desea basar su eficacia en la veneración, sino en alguien que puede sustentar un testimonio, una pasión, un deseo por el saber y su transmisión, que da muestra de que en el saber y en el conocimiento, puede alguien construir un sentido de vida singular; producir una experiencia, un encuentro, un cierto corto-circuito, digamos, que logre que con ello sus alumnos encuentren lo que desean hacer y se puedan responsabilizar –es decir, responder libremente, no moralmente impuesto desde afuera- por las decisiones de su propio camino. En un contexto donde no necesariamente porque las certezas de siglos pasados se diluyan –lo liquido de Bauman- es igual a un cataclismo emocional, afectivo y de valores, sino una potencialidad para crear y responder responsablemente ante la vida singular que cada quien vive, armando un lazo social en red, donde cada sujeto es un monólogo polifónico articulado con los demás, donde mi singularidad no cancela la tuya, sino la conecta, le da una relación y consistencia.


camilormz@gmail.com



« Redacción »
Camilo Ramírez Garza


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