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Opinión Editorial


La audacia del narcisista


Publicación:14-11-2020
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Subestimar el cambio que se avecina con la estridente advertencia presidencial de "no somos peleles de ningún gobierno extranjero" no convence

La personalidad narcisista ha sido a menudo ignorada como una entidad clínica y se ha considerado como cualidad de la orientación directiva de acuerdo a la intensidad del desarrollo narcisista del individuo. Especialistas describen que entre varios líderes políticos están representadas tres configuraciones narcisistas; la reactiva, la del autoengaño y la constructiva. Los estudios de liderazgo son una preocupación constante de los psicólogos políticos y una de las más amplias áreas para la investigación por existir una relación intrínseca entre líderes carismáticos y teorías psicoanalíticas del narcisismo.

Ese amor por ser el centro de atención y el peligro latente de llevar cualquier proyecto al desastre en la medida en que se niegan a escuchar el consejo o las advertencias de cercanos colaboradores es hoy un claro escenario del paralelismo y la similitud para gobernar de Donald Trump y de Andrés Manuel López Obrador.

Ambos se dedicaron a proyectar a la población una imagen que correspondía a los anhelos de ésta, sin embargo en las crisis emerge la punta del iceberg de complejas personalidades reacias a aceptar la realidad.

El torbellino que dio la vuelta al mundo desencadenado por López Obrador y su obsesión por el pasado –que evita que México transite hacia el futuro– ha dejado mal sabor de boca en círculos de poder en Washington al ser incapaz de mostrar, ya no digamos talento diplomático, sino el arte de la cortesía ante el resultado de la elección donde Joe Biden logró los 270 votos del Colegio Electoral para llevarlo a la Casa Blanca.

En la limitada aldea mental del Ejecutivo el fantasma del 2006 lo ha nublado de reconocer algo simple; las elecciones allá no son iguales a las de acá.

Desplegando el doble rasero y la simulación para reconocer triunfos en otros países, el mandatario mexicano decidió colocarse del lado de la historia del fraude, las irregularidades y la narrativa de Trump cuya beligerancia amenaza a las instituciones estadounidenses y de paso rompe todas las reglas de la decencia básica.

López Obrador, instalado en su narcisismo, puso en aprietos a la Cancillería y a la Embajada de México en Washington. No hay maroma alguna para explicar el errático comportamiento presidencial y el desatino estratégico en una relación prioritaria para México con su principal socio comercial.

La 4T podrá calar a Biden con la designación del embajador(a) norteamericano en nuestro país, el fondo y el tono en esta nueva etapa que tendrá cambios sustantivos en la presión alrededor de los capítulos de derechos laborales, medio ambiente y energía del T-MEC, además de la seguridad y la migración.

Se avecinan retos que necesitarán perfiles adecuados y una hoja de ruta pragmática y estratégica.

Subestimar el cambio que se avecina con la estridente advertencia presidencial de "no somos peleles de ningún gobierno extranjero" no convence al haber sido títere de Trump cuando amenazó a México con la aplicación del 5% de aranceles a todos los productos procedentes de nuestro país como castigo a la política de fronteras abiertas para los migrantes y la medida unilateral de "Tercer País Seguro".

Lo demás es pedestre politiquería.

POR LA MIRILLA. Las inundaciones en Tabasco provocadas por el "error de cálculo" de la CFE y el pleito a navajazo limpio entre el gobernador Adán Augusto López y Manuel Bartlett exhiben el absoluto caos interno en una crisis.

La pandemia está fuera de control cuando México no ha aplanado ninguna curva y se acerca a los 100 mil muertos y la CDMX ya "casi" está en semáforo rojo.

Twitter: @GomezZalce



« Marcela Gómez Zalce »